Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires: “Se nos murió el padre de todos, el Papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere”

Fue una misa que se anunció sobre la hora, y a la que, también sobre la hora, llegaron miles de fieles de a montones. Las filas de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires se colmaron con porteños con carpetas de estudios médicos bajo el brazo, bolsas de supermercado, mamelucos de trabajo y ropa deportiva. También de oficinistas y camadas enteras de colegios católicos de la zona, como las alumnas del último año de secundaria del Colegio Padre Luis Etcheverry Boneo, que está sobre la calle Juncal. Todos querían despedir al papa Francisco, que murió esta madrugada en el Vaticano.
Todos ellos llegaron a una Catedral de luto, con un órgano que resonaba en el mármol y acompañaba la tristeza de los feligreses que, con los ojos en el altar, se emocionaban hasta las lágrimas con la homilía del Arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.
“Se murió el padre de todos, el padre de toda la humanidad, que insistió una y mil veces en que en la Iglesia debía haber lugar para todos”, empezó su homilía García Cuerva. “Se nos murió, se nos fue el Papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere o, en todo caso, del que muchos excluyen”, sumó. Y destacó su enorme preocupación por los migrantes, preocupación que lo acompañó hasta sus últimos días de vida.
García Cuerva también describió a Francisco como un líder, ante todo, consecuente y fiel a sus ideas, una persona que dedicó su vida entera al servicio.
“Las únicas personas que mueren son las que olvidamos. Francisco está vivo entre nosotros, su legado está vivo”.
“Ahora todos nosotros tenemos que ser un poco Francisco”, sumó. Y luego pidió “siempre estar atentos a nuestros hermanos más pobres, los marginados, a los que nadie quiere”.
Esta es la primera de muchas misas que se irán celebrando en la Catedral en los próximos días. García Cuerva anunció que la Catedral permanecerá abierta para todo aquel que quiera acercarse a rezar por el eterno descanso de Francisco.
“Esta ha sido la sede del Cardenal Bergoglio. Esta es un poco su casa. Todos los que quieran venir, están más que invitados”, enfatizó.
Destacó, a su vez, que la misa principal se hará el día del sepelio, el cual será dispuesto por el Vaticano en los próximos días.
“Las únicas personas que mueren son las que olvidamos, Francisco está vivo entre nosotros, su legado está vivo”, dijo.
Y agregó: “Ahora todos nosotros tenemos que ser un poco Francisco. Siempre hay que estar atentos a nuestros hermanos más pobres, los marginados, a los que nadie quiere”.
Al culminar la misa, García Cuerva invitó a los presentes a “recordar a Francisco como el padre de todos, el padre de la misericordia y el padre de la vida”.
De la celebración participó, en primer fila, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, junto a un par de funcionarios de su gobierno. También, unas filas más atrás, algunos amigos y conocidos de Francisco, personas que lo recuerdan por su nombre de pila, con cariño y emoción.
“Para mí él era Jorge Mario”, dijo, mientras se limpiaba las lágrimas con una servilleta, Mónica Lerose, de 61 años. Ella trabajó 15 años en Cáritas junto a Bergoglio, cuando él era obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de la zona de Flores.
“En Flores yo acompañaba todo el proceso que él hizo de reforma de Caritas Buenos Aires. Estuvimos trabajando juntos en esos proyectos junto a muchas, muchas personas”, sostuvo la mujer.
Y destacó entre los principales atributos del Papa su coherencia. “Él tenía la puerta abierta para todo el mundo. Acá, al lado, en Rivadavia 415, él recibía a todos”, dijo la mujer.
Muchos otros presentes no lo conocieron tan de cerca como ella, pero sí dijeron con orgullo haberlo vivido durante sus épocas como arzobispo. “Soy de San Telmo, así que siempre vine a la Catedral. Bergoglio ayudaba mucho a la gente. Era humilde. Era un padre servicial, cercano a todo el mundo. No era un sacerdote lejano, de esos con los que es difícil relacionarte”, dijo la asistente terapéutica Graciela Guzmán, de 58, con los ojos brillosos.
Cuando terminó la misa, ella y muchos otros fieles se quisieron quedar rezando.
Fue una misa que se anunció sobre la hora, y a la que, también sobre la hora, llegaron miles de fieles de a montones. Las filas de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires se colmaron con porteños con carpetas de estudios médicos bajo el brazo, bolsas de supermercado, mamelucos de trabajo y ropa deportiva. También de oficinistas y camadas enteras de colegios católicos de la zona, como las alumnas del último año de secundaria del Colegio Padre Luis Etcheverry Boneo, que está sobre la calle Juncal. Todos querían despedir al papa Francisco, que murió esta madrugada en el Vaticano.
Todos ellos llegaron a una Catedral de luto, con un órgano que resonaba en el mármol y acompañaba la tristeza de los feligreses que, con los ojos en el altar, se emocionaban hasta las lágrimas con la homilía del Arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.
“Se murió el padre de todos, el padre de toda la humanidad, que insistió una y mil veces en que en la Iglesia debía haber lugar para todos”, empezó su homilía García Cuerva. “Se nos murió, se nos fue el Papa de los pobres, de los marginados, de los que nadie quiere o, en todo caso, del que muchos excluyen”, sumó. Y destacó su enorme preocupación por los migrantes, preocupación que lo acompañó hasta sus últimos días de vida.
García Cuerva también describió a Francisco como un líder, ante todo, consecuente y fiel a sus ideas, una persona que dedicó su vida entera al servicio.
“Las únicas personas que mueren son las que olvidamos. Francisco está vivo entre nosotros, su legado está vivo”.
“Ahora todos nosotros tenemos que ser un poco Francisco”, sumó. Y luego pidió “siempre estar atentos a nuestros hermanos más pobres, los marginados, a los que nadie quiere”.
Esta es la primera de muchas misas que se irán celebrando en la Catedral en los próximos días. García Cuerva anunció que la Catedral permanecerá abierta para todo aquel que quiera acercarse a rezar por el eterno descanso de Francisco.
“Esta ha sido la sede del Cardenal Bergoglio. Esta es un poco su casa. Todos los que quieran venir, están más que invitados”, enfatizó.
Destacó, a su vez, que la misa principal se hará el día del sepelio, el cual será dispuesto por el Vaticano en los próximos días.
“Las únicas personas que mueren son las que olvidamos, Francisco está vivo entre nosotros, su legado está vivo”, dijo.
Y agregó: “Ahora todos nosotros tenemos que ser un poco Francisco. Siempre hay que estar atentos a nuestros hermanos más pobres, los marginados, a los que nadie quiere”.
Al culminar la misa, García Cuerva invitó a los presentes a “recordar a Francisco como el padre de todos, el padre de la misericordia y el padre de la vida”.
De la celebración participó, en primer fila, el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Jorge Macri, junto a un par de funcionarios de su gobierno. También, unas filas más atrás, algunos amigos y conocidos de Francisco, personas que lo recuerdan por su nombre de pila, con cariño y emoción.
“Para mí él era Jorge Mario”, dijo, mientras se limpiaba las lágrimas con una servilleta, Mónica Lerose, de 61 años. Ella trabajó 15 años en Cáritas junto a Bergoglio, cuando él era obispo auxiliar de Buenos Aires y vicario de la zona de Flores.
“En Flores yo acompañaba todo el proceso que él hizo de reforma de Caritas Buenos Aires. Estuvimos trabajando juntos en esos proyectos junto a muchas, muchas personas”, sostuvo la mujer.
Y destacó entre los principales atributos del Papa su coherencia. “Él tenía la puerta abierta para todo el mundo. Acá, al lado, en Rivadavia 415, él recibía a todos”, dijo la mujer.
Muchos otros presentes no lo conocieron tan de cerca como ella, pero sí dijeron con orgullo haberlo vivido durante sus épocas como arzobispo. “Soy de San Telmo, así que siempre vine a la Catedral. Bergoglio ayudaba mucho a la gente. Era humilde. Era un padre servicial, cercano a todo el mundo. No era un sacerdote lejano, de esos con los que es difícil relacionarte”, dijo la asistente terapéutica Graciela Guzmán, de 58, con los ojos brillosos.
Cuando terminó la misa, ella y muchos otros fieles se quisieron quedar rezando.
Esta mañana, el arzobispo de Buenos Aires dio una misa en la Catedral Metropolitana tras la muerte del papa Francisco LA NACION