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martes, mayo 13, 2025
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“Están para quedarse”: el dato sobre los últimos incendios en la Patagonia que provoca alarma y perfila un futuro dramático

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Entre fines de 2024 y principios de este año, la Patagonia argentina vivió los incendios más graves de las últimas tres décadas. Así lo concluyó un reciente estudio de la organización ambientalista Greenpeace. Nadie puede olvidar las llamas que cubrieron parques nacionales como el Lanín, el Nahuel Huapi o Los Alerces. Destruyeron más de 200 casas y desembocaron en cientos de afectados y un muerto. En extensión, arrasaron 31.722 hectáreas, lo que equivale a una vez y media la ciudad de Buenos Aires.

Los bosques andino-patagónicos fueron los ecosistemas más devastados. Entre 2001 y 2023, se perdieron 115.140 hectáreas. Por esto, ese ecosistema es considerado en emergencia. “Y los incendios son la principal causa de pérdida de bosques en la zona”, afirmó Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace Argentina.

De las tres provincias incluidas en el estudio, que analizó la temporada de fuego octubre 2024-marzo 2025, Neuquén fue la que sufrió una mayor extensión de incendios forestales con 11.782 hectáreas afectadas. En segundo lugar, Río Negro perdió 10.218 hectáreas de bosques nativos y Chubut le siguió con 9722. Son datos realmente alarmantes, según ponderó Giardini en conferencia de prensa. Superficies como esa no se queman con frecuencia.

Pero no solo es la extensión, sino la velocidad con la que todo se quemó lo que alerta tanto a distintas ONG como a la comunidad científica. El investigador del Conicet Javier Grosfeld advirtió que ve, con cada vez más periodicidad, incendios de quinta, sexta y séptima categoría, que son escenarios devastadores como los que también se vieron en Los Ángeles y Valparaíso durante el año pasado. “E incidentes así están para quedarse”, advirtió el científico.

Tanto el representante de Greenpeace como Grosfeld destacaron que eventos de esta magnitud no se habían registrado en el país en al menos 100 años, pero que tanto por factores humanos como climáticos, incendios como los de la Patagonia pueden convertirse en parte de la nueva normalidad.

Cifras oficiales apuntan a que, en general, el 95% de los focos son iniciados por actividades humanas, tanto por descuido como por intención de modificar el terreno o piromanía. “Sin embargo, en el caso de la temporada anterior no ha habido conclusiones conducentes”, aclaró Giardini. Varios de los focos del período arrancaron en parques nacionales e incluso en zonas de estricta conservación. Y aunque fueron varios los casos en los que el fuego arrancó después de una tormenta eléctrica, no quiere decir que el ser humano no haya propiciado los incendios, sea de forma directa como indirecta.

La modificación del terreno, que lleva ya décadas en la franja que compone los bosques de estas tres provincias, es uno de los factores humanos que incrementaron la probabilidad de incendios. La forma más visible es quizás la urbanización. En particular, lo que en estas tres provincias crece cada año son las zonas de interfase. Estos son sitios donde las casas se mezclan con el bosque. “La gente se imagina lugares naturales y quiere vivir ahí, pero los incendios son parte de la dinámica de esos sitios”, describió Grosfeld.

Para que un incendio cobre magnitud se requieren solo tres condiciones. La primera es el combustible. Tiene que haber, en la naturaleza o en las ciudades, materiales suficientemente secos y abundantes para que el fuego se extienda. Después, se necesita viento que potencie las llamas. Por último, y quizá lo más pequeño y destructivo, debe existir una chispa, que puede ser tanto un encendedor como un cigarrillo o un rayo.

Muchas veces, las personas no conocen las medidas de prevención que tienen que tomar. Tanto turistas como habitantes encienden fuego cerca de hojarasca o leños secos que, con suficiente viento, pueden convertirse en pocas horas en una zona arrasada. Grosfeld resaltó que, también, la expansión del pino y otras especies exóticas en la zona son factores que propician los incendios. Según indicó, son extremadamente inflamables.

Varios investigadores han estudiado la expansión de los pinos en esta región patagónica. Todos ellos fueron introducidos, en varios casos, para la producción de madera o de papel. Los expertos destacaron el caso de Puerto Patriada o El Hoyo. Llamaron a estos sitios “desiertos verdes” porque no hay otra cosa más que pinos. Son monocultivos inflamables que, sumados a la prolongada sequía, hacen de los incendios algo no solo con más probabilidad de ocurrencia, sino también de mayor capacidad expansiva.

El cambio climático y los incendios

Científicos del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente del Conicet como Thomas Kitzberger anticiparon hace años que el clima de estos bosques patagónicos no es el mismo. Existen variaciones meteorológicas que, en sumatoria con fenómenos como La Niña, desembocaron en sequías prolongadas como la que se vivió el año pasado. Pero también han aparecido tormentas muy intensas. Según Grosfeld, hay mayor incidencia de rayos en la zona.

Estos factores son asociados en general por la comunidad científica, como un efecto de la crisis climática. Organizaciones como World Weather Attribution vincularon eventos cercanos, como los incendios en Viña del Mar o el de Los Ángeles durante el año pasado, a este fenómeno global.

Tanto la intensidad como la frecuencia de estos incendios generaron modificaciones en el terreno. Hay plantas que son resistentes a fenómenos como estos y que, después de las llamas, rebrotan, pero hay otras que no. De esta forma, zonas que sufrieron constantemente el paso del fuego, están cambiando completamente. Los expertos hablan de una “arbustización” de los bosques, que a la vez desemboca en cambios en toda la cadena: plantas, insectos y animales.

¿Qué hacer?

Los incendios no son nuevos y su poder destructivo es conocido, pero las características que adquirieron en esta época, según ambos expertos, invita a hacer modificaciones en el abordaje de este tipo de emergencias. Grosfeld planteó que es necesario ser “más eficientes” con los recursos invertidos. “Me parece que los que estamos estudiando estos temas sabemos que la prevención es un tema que se trabaja poco, pero que puede cambiar el panorama”, añadió.

Medidas como la educación ambiental o la gestión del combustible son propuestas conocidas, pero que no se escalaron de la forma que ambos especialistas piensan que debería hacerse. Es clave pensar en el costo que representa un incendio. En términos operativos, la mayor inversión recae en la lucha contra incendios, y el 90% de esto corresponde a los aviones y helicópteros utilizados. “En la última temporada, ¿cuántos de estos sistemas de transporte se destinaron solo a movilizar brigadistas de una provincia a otra?”, se preguntó Grosfeld.

Ambos plantearon que la falta de brigadistas propios de las provincias, sumados a los recortes presupuestales a nivel nacional, son poco eficientes si uno ve la fotografía completa. Es necesario, agregaron, analizar cada caso y cada incendio para determinar qué recursos se deben desplegar, aunque la prevención –insisten– es la medida que más se debe priorizar.

Entre fines de 2024 y principios de este año, la Patagonia argentina vivió los incendios más graves de las últimas tres décadas. Así lo concluyó un reciente estudio de la organización ambientalista Greenpeace. Nadie puede olvidar las llamas que cubrieron parques nacionales como el Lanín, el Nahuel Huapi o Los Alerces. Destruyeron más de 200 casas y desembocaron en cientos de afectados y un muerto. En extensión, arrasaron 31.722 hectáreas, lo que equivale a una vez y media la ciudad de Buenos Aires.

Los bosques andino-patagónicos fueron los ecosistemas más devastados. Entre 2001 y 2023, se perdieron 115.140 hectáreas. Por esto, ese ecosistema es considerado en emergencia. “Y los incendios son la principal causa de pérdida de bosques en la zona”, afirmó Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace Argentina.

De las tres provincias incluidas en el estudio, que analizó la temporada de fuego octubre 2024-marzo 2025, Neuquén fue la que sufrió una mayor extensión de incendios forestales con 11.782 hectáreas afectadas. En segundo lugar, Río Negro perdió 10.218 hectáreas de bosques nativos y Chubut le siguió con 9722. Son datos realmente alarmantes, según ponderó Giardini en conferencia de prensa. Superficies como esa no se queman con frecuencia.

Pero no solo es la extensión, sino la velocidad con la que todo se quemó lo que alerta tanto a distintas ONG como a la comunidad científica. El investigador del Conicet Javier Grosfeld advirtió que ve, con cada vez más periodicidad, incendios de quinta, sexta y séptima categoría, que son escenarios devastadores como los que también se vieron en Los Ángeles y Valparaíso durante el año pasado. “E incidentes así están para quedarse”, advirtió el científico.

Tanto el representante de Greenpeace como Grosfeld destacaron que eventos de esta magnitud no se habían registrado en el país en al menos 100 años, pero que tanto por factores humanos como climáticos, incendios como los de la Patagonia pueden convertirse en parte de la nueva normalidad.

Cifras oficiales apuntan a que, en general, el 95% de los focos son iniciados por actividades humanas, tanto por descuido como por intención de modificar el terreno o piromanía. “Sin embargo, en el caso de la temporada anterior no ha habido conclusiones conducentes”, aclaró Giardini. Varios de los focos del período arrancaron en parques nacionales e incluso en zonas de estricta conservación. Y aunque fueron varios los casos en los que el fuego arrancó después de una tormenta eléctrica, no quiere decir que el ser humano no haya propiciado los incendios, sea de forma directa como indirecta.

La modificación del terreno, que lleva ya décadas en la franja que compone los bosques de estas tres provincias, es uno de los factores humanos que incrementaron la probabilidad de incendios. La forma más visible es quizás la urbanización. En particular, lo que en estas tres provincias crece cada año son las zonas de interfase. Estos son sitios donde las casas se mezclan con el bosque. “La gente se imagina lugares naturales y quiere vivir ahí, pero los incendios son parte de la dinámica de esos sitios”, describió Grosfeld.

Para que un incendio cobre magnitud se requieren solo tres condiciones. La primera es el combustible. Tiene que haber, en la naturaleza o en las ciudades, materiales suficientemente secos y abundantes para que el fuego se extienda. Después, se necesita viento que potencie las llamas. Por último, y quizá lo más pequeño y destructivo, debe existir una chispa, que puede ser tanto un encendedor como un cigarrillo o un rayo.

Muchas veces, las personas no conocen las medidas de prevención que tienen que tomar. Tanto turistas como habitantes encienden fuego cerca de hojarasca o leños secos que, con suficiente viento, pueden convertirse en pocas horas en una zona arrasada. Grosfeld resaltó que, también, la expansión del pino y otras especies exóticas en la zona son factores que propician los incendios. Según indicó, son extremadamente inflamables.

Varios investigadores han estudiado la expansión de los pinos en esta región patagónica. Todos ellos fueron introducidos, en varios casos, para la producción de madera o de papel. Los expertos destacaron el caso de Puerto Patriada o El Hoyo. Llamaron a estos sitios “desiertos verdes” porque no hay otra cosa más que pinos. Son monocultivos inflamables que, sumados a la prolongada sequía, hacen de los incendios algo no solo con más probabilidad de ocurrencia, sino también de mayor capacidad expansiva.

El cambio climático y los incendios

Científicos del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente del Conicet como Thomas Kitzberger anticiparon hace años que el clima de estos bosques patagónicos no es el mismo. Existen variaciones meteorológicas que, en sumatoria con fenómenos como La Niña, desembocaron en sequías prolongadas como la que se vivió el año pasado. Pero también han aparecido tormentas muy intensas. Según Grosfeld, hay mayor incidencia de rayos en la zona.

Estos factores son asociados en general por la comunidad científica, como un efecto de la crisis climática. Organizaciones como World Weather Attribution vincularon eventos cercanos, como los incendios en Viña del Mar o el de Los Ángeles durante el año pasado, a este fenómeno global.

Tanto la intensidad como la frecuencia de estos incendios generaron modificaciones en el terreno. Hay plantas que son resistentes a fenómenos como estos y que, después de las llamas, rebrotan, pero hay otras que no. De esta forma, zonas que sufrieron constantemente el paso del fuego, están cambiando completamente. Los expertos hablan de una “arbustización” de los bosques, que a la vez desemboca en cambios en toda la cadena: plantas, insectos y animales.

¿Qué hacer?

Los incendios no son nuevos y su poder destructivo es conocido, pero las características que adquirieron en esta época, según ambos expertos, invita a hacer modificaciones en el abordaje de este tipo de emergencias. Grosfeld planteó que es necesario ser “más eficientes” con los recursos invertidos. “Me parece que los que estamos estudiando estos temas sabemos que la prevención es un tema que se trabaja poco, pero que puede cambiar el panorama”, añadió.

Medidas como la educación ambiental o la gestión del combustible son propuestas conocidas, pero que no se escalaron de la forma que ambos especialistas piensan que debería hacerse. Es clave pensar en el costo que representa un incendio. En términos operativos, la mayor inversión recae en la lucha contra incendios, y el 90% de esto corresponde a los aviones y helicópteros utilizados. “En la última temporada, ¿cuántos de estos sistemas de transporte se destinaron solo a movilizar brigadistas de una provincia a otra?”, se preguntó Grosfeld.

Ambos plantearon que la falta de brigadistas propios de las provincias, sumados a los recortes presupuestales a nivel nacional, son poco eficientes si uno ve la fotografía completa. Es necesario, agregaron, analizar cada caso y cada incendio para determinar qué recursos se deben desplegar, aunque la prevención –insisten– es la medida que más se debe priorizar.

 Un estudio de Greenpeace determinó que los focos en la temporada 2024-2025 fueron los más graves en tres décadas; advierten que fenómenos como este pueden ser “una nueva normalidad”  LA NACION