info@tierradenoticias.com
miércoles, mayo 14, 2025
NACIONALESULTIMAS NOTICIAS

Mauricio Rabuffetti: “Mujica fue un líder político que partió aguas”

0views

El expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, fallecido el martes, se convirtió con los años en el héroe de las mil caras. En sus más de 60 años de actividad expresó su vocación por el cambio político de diversas maneras. Quizás no siempre las mejores, como su vida de guerrillero tupamaro, subido a la ola de la revolución que promovía Fidel Castro desde su presunto paraíso comunista.

Pero el regreso a la democracia de su país en 1985 vio también emerger a una figura transformada, donde tomaba sus sueños juveniles de mejora social, pero desde el punto de vista de una sociedad abierta, democrática, respetuosa de las instituciones, y con un mensaje de paz, tolerancia y unidad que caló hondo en la sociedad uruguaya. Poco a poco incluso algunos de sus detractores fueron cediendo ante la autenticidad de una actitud conciliadora.

Así lo cuenta el periodista y columnista político Mauricio Rabuffetti, autor de la biografía José Mujica. La revolución tranquila, obra traducida a varias lenguas y editada hasta en Japón y Corea del Sur, en las antípodas de Uruguay, pero donde también pegó el estilo del “Pepe”.

“Mujica fue un líder político que partió aguas, porque tuvo un comienzo en la política tradicional, pero rápidamente se fue a las armas, a la guerrilla, lo cual le costó años de prisión muy dura. Pero claro, mucha gente nunca le perdonó que tomara las armas en un país que se preciaba de ser pacífico”, dice Rabuffetti en diálogo con LA NACION.

¿Y cómo pasó de ser paria a ser presidente? ¿Cuáles fueron sus rasgos definitorios, sus cualidades políticas, para dar vuelta los tantos y ganarse la simpatía de la mayoría, según mostraban las encuestas?

Para empezar, recuerda Rabuffetti, cambió su actitud, su mensaje. Fue una suerte de evolución, un salto cualitativo donde tomó lo mejor de sus experiencias previas. Donde también aggiornó sus propuestas, sus estrategias, para avanzar así en la política sin perderse a sí mismo.

“Yo creo que ha sido coherente con sus ideas, desde distintas trincheras, pero ha sido coherente con sus ideas. Y creo que en los últimos tiempos ganó transversalidad, es decir, desde muchas zonas del espectro político se lo valoraba de otra manera. Porque si bien siguió haciendo política partidaria, que era probablemente lo que más le gustaba, también ejercía de viejo sabio de la tribu, de viejo filósofo que daba consejos sobre cuestiones, digamos, vitales de todos nosotros, con un punto de vista de alguien que vivió muchas cosas, buenas y malas, pero siempre mirando hacia adelante. Creo que eso le hizo ganar la simpatía de buena parte de los uruguayos, incluso de quienes jamás lo votarían”, analiza.

El Mujica político y el Mujica filósofo fueron siempre de la mano desde la vuelta de la democracia, dice Rabuffetti. “En particular Mujica fue un hombre que nunca mostró sed de venganza. Por el contrario, siempre fue una persona que apuntó a mirar hacia adelante. Creo que eso le valió cierto reconocimiento. Sigue teniendo, por supuesto, detractores. Pero hoy creo que prima el avance positivo de su carrera. O no diría carrera, sino de su trayectoria política, que fue mutando, cambiando, tal vez con las mismas ideas de fondo”.

Pasando de las palabras a la acción, la presidencia de Mujica (2010-2015), señala, “tuvo algunos éxitos que tal vez muchos no esperábamos y tuvo muchos fracasos que seguramente muchos no esperábamos”. “Tuvo éxitos en términos de cambiar legislación, de aportar legislación que amplió el espectro de derechos de los uruguayos. Y también tuvo muchos fracasos, por ejemplo, uno que él mismo me reconoció fue en materia de educación. Y fracasó a pesar de tener los apoyos políticos necesarios en hacer una reforma educativa ampliamente demandada por la sociedad uruguaya”, menciona.

“Creo que lo destacable y en lo que todos estaremos de acuerdo en Uruguay es que durante su presidencia, como los demás presidentes de la época democrática que siguieron a la dictadura, tuvo un apego total a la institucionalidad, y eso contribuyó a que este proceso político que en Uruguay tiene más de 40 años siguiera consolidándose”, añade.

Sobre el final de su vida, con sumas y restas, Mujica tenía más aplausos que silbidos, concluye Rabuffetti. Y en el exterior fue casi todo aplausos. El fandom de Mujica llegó a proporciones inusitadas allá por 2014 y 2015, y mantuvo un fuerte atractivo que se puso de manifiesto con la amplia cobertura mediática de su muerte. El mismo Rabuffetti respondió a veinte entrevistas sobre Mujica el martes.

“Mujica llegó en el momento justo como líder político global. Y digo global a conciencia, porque lo que hizo fue presentar una visión positiva de la vida y un mensaje que muchísimas personas estaban esperando. Porque apareció en una época en la que se dio y se sigue dando una profundísima crisis de liderazgo en el mundo”, dice. “Si nosotros miramos los líderes que nos rodean, muchos de ellos son líderes negativos, es decir, lideran por la negativa, lideran por la división, lideran mostrando que el que está enfrente está equivocado. Y Mujica lo que hizo fue dar un mensaje conciliador”.

Rabuffetti destaca en ese sentido los discursos más famosos de Mujica, “el de Río +20 y el de Naciones Unidas, que fueron los que lo lanzaron a la fama absolutamente mundial, y donde recordó que hoy lo más importante es proteger, salvar la vida. ¿Quién puede estar en desacuerdo con la idea de que, en este mundo tan convulsionado, lleno de conflictos, lo que importa es intentar conservar la vida? Y no la vida humana únicamente, sino la vida en general. Porque tenía una forma de percibir la existencia del ser humano en la tierra mucho más natural”.

Mujica siguió hablando, filosofando, de política, de la vida, de la tierra, mucho más allá de su presidencia. Casi hasta el último suspiro. El 20 de abril pasado Rabuffetti grabó con la productora argentina Cinema 7 Films en la casa de Mujica para un documental que tendrá que ver con su legado. Y allí el “Pepe” siguió con lo suyo, con sus sueños. ¿Con sus sueños, a los 89 años? Tal cual.

“Fue una entrevista larguísima en la que me llegó a recorrer la chacra, a mirar sus tractores, acababa de comprar un tractor que iba a dejar para quienes trabajaran sus tierras”, dice el periodista. “Me contó que tenía estacas de higuera para trasplantar y me dijo, ‘en primavera las voy a trasplantar’. Sí, de pronto se olvidó de la inminencia de su propia muerte. Porque el tipo estaba de verdad enamorado de la vida”.

El expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, fallecido el martes, se convirtió con los años en el héroe de las mil caras. En sus más de 60 años de actividad expresó su vocación por el cambio político de diversas maneras. Quizás no siempre las mejores, como su vida de guerrillero tupamaro, subido a la ola de la revolución que promovía Fidel Castro desde su presunto paraíso comunista.

Pero el regreso a la democracia de su país en 1985 vio también emerger a una figura transformada, donde tomaba sus sueños juveniles de mejora social, pero desde el punto de vista de una sociedad abierta, democrática, respetuosa de las instituciones, y con un mensaje de paz, tolerancia y unidad que caló hondo en la sociedad uruguaya. Poco a poco incluso algunos de sus detractores fueron cediendo ante la autenticidad de una actitud conciliadora.

Así lo cuenta el periodista y columnista político Mauricio Rabuffetti, autor de la biografía José Mujica. La revolución tranquila, obra traducida a varias lenguas y editada hasta en Japón y Corea del Sur, en las antípodas de Uruguay, pero donde también pegó el estilo del “Pepe”.

“Mujica fue un líder político que partió aguas, porque tuvo un comienzo en la política tradicional, pero rápidamente se fue a las armas, a la guerrilla, lo cual le costó años de prisión muy dura. Pero claro, mucha gente nunca le perdonó que tomara las armas en un país que se preciaba de ser pacífico”, dice Rabuffetti en diálogo con LA NACION.

¿Y cómo pasó de ser paria a ser presidente? ¿Cuáles fueron sus rasgos definitorios, sus cualidades políticas, para dar vuelta los tantos y ganarse la simpatía de la mayoría, según mostraban las encuestas?

Para empezar, recuerda Rabuffetti, cambió su actitud, su mensaje. Fue una suerte de evolución, un salto cualitativo donde tomó lo mejor de sus experiencias previas. Donde también aggiornó sus propuestas, sus estrategias, para avanzar así en la política sin perderse a sí mismo.

“Yo creo que ha sido coherente con sus ideas, desde distintas trincheras, pero ha sido coherente con sus ideas. Y creo que en los últimos tiempos ganó transversalidad, es decir, desde muchas zonas del espectro político se lo valoraba de otra manera. Porque si bien siguió haciendo política partidaria, que era probablemente lo que más le gustaba, también ejercía de viejo sabio de la tribu, de viejo filósofo que daba consejos sobre cuestiones, digamos, vitales de todos nosotros, con un punto de vista de alguien que vivió muchas cosas, buenas y malas, pero siempre mirando hacia adelante. Creo que eso le hizo ganar la simpatía de buena parte de los uruguayos, incluso de quienes jamás lo votarían”, analiza.

El Mujica político y el Mujica filósofo fueron siempre de la mano desde la vuelta de la democracia, dice Rabuffetti. “En particular Mujica fue un hombre que nunca mostró sed de venganza. Por el contrario, siempre fue una persona que apuntó a mirar hacia adelante. Creo que eso le valió cierto reconocimiento. Sigue teniendo, por supuesto, detractores. Pero hoy creo que prima el avance positivo de su carrera. O no diría carrera, sino de su trayectoria política, que fue mutando, cambiando, tal vez con las mismas ideas de fondo”.

Pasando de las palabras a la acción, la presidencia de Mujica (2010-2015), señala, “tuvo algunos éxitos que tal vez muchos no esperábamos y tuvo muchos fracasos que seguramente muchos no esperábamos”. “Tuvo éxitos en términos de cambiar legislación, de aportar legislación que amplió el espectro de derechos de los uruguayos. Y también tuvo muchos fracasos, por ejemplo, uno que él mismo me reconoció fue en materia de educación. Y fracasó a pesar de tener los apoyos políticos necesarios en hacer una reforma educativa ampliamente demandada por la sociedad uruguaya”, menciona.

“Creo que lo destacable y en lo que todos estaremos de acuerdo en Uruguay es que durante su presidencia, como los demás presidentes de la época democrática que siguieron a la dictadura, tuvo un apego total a la institucionalidad, y eso contribuyó a que este proceso político que en Uruguay tiene más de 40 años siguiera consolidándose”, añade.

Sobre el final de su vida, con sumas y restas, Mujica tenía más aplausos que silbidos, concluye Rabuffetti. Y en el exterior fue casi todo aplausos. El fandom de Mujica llegó a proporciones inusitadas allá por 2014 y 2015, y mantuvo un fuerte atractivo que se puso de manifiesto con la amplia cobertura mediática de su muerte. El mismo Rabuffetti respondió a veinte entrevistas sobre Mujica el martes.

“Mujica llegó en el momento justo como líder político global. Y digo global a conciencia, porque lo que hizo fue presentar una visión positiva de la vida y un mensaje que muchísimas personas estaban esperando. Porque apareció en una época en la que se dio y se sigue dando una profundísima crisis de liderazgo en el mundo”, dice. “Si nosotros miramos los líderes que nos rodean, muchos de ellos son líderes negativos, es decir, lideran por la negativa, lideran por la división, lideran mostrando que el que está enfrente está equivocado. Y Mujica lo que hizo fue dar un mensaje conciliador”.

Rabuffetti destaca en ese sentido los discursos más famosos de Mujica, “el de Río +20 y el de Naciones Unidas, que fueron los que lo lanzaron a la fama absolutamente mundial, y donde recordó que hoy lo más importante es proteger, salvar la vida. ¿Quién puede estar en desacuerdo con la idea de que, en este mundo tan convulsionado, lleno de conflictos, lo que importa es intentar conservar la vida? Y no la vida humana únicamente, sino la vida en general. Porque tenía una forma de percibir la existencia del ser humano en la tierra mucho más natural”.

Mujica siguió hablando, filosofando, de política, de la vida, de la tierra, mucho más allá de su presidencia. Casi hasta el último suspiro. El 20 de abril pasado Rabuffetti grabó con la productora argentina Cinema 7 Films en la casa de Mujica para un documental que tendrá que ver con su legado. Y allí el “Pepe” siguió con lo suyo, con sus sueños. ¿Con sus sueños, a los 89 años? Tal cual.

“Fue una entrevista larguísima en la que me llegó a recorrer la chacra, a mirar sus tractores, acababa de comprar un tractor que iba a dejar para quienes trabajaran sus tierras”, dice el periodista. “Me contó que tenía estacas de higuera para trasplantar y me dijo, ‘en primavera las voy a trasplantar’. Sí, de pronto se olvidó de la inminencia de su propia muerte. Porque el tipo estaba de verdad enamorado de la vida”.

 El autor de una reconocida biografía de Mujica cuenta las claves del reconocimiento en su país y de la descomunal celebridad internacional  LA NACION