
Durante años creí que sanar el trauma era un asunto de palabras. Que si lo entendíamos, si lo contábamos, si lo analizábamos lo suficiente, en algún momento se iba a ir. Como terapeuta, como mujer, como ser humano atravesado por mis propias vivencias, me costó tiempo aceptar una verdad incómoda: el cuerpo guarda todo lo que la mente no pudo procesar.
Hay dolores que no se disuelven con el intelecto. Hay experiencias que se enquistan como una corriente detenida, como un grito congelado en los músculos, en la respiración contenida, en la mandíbula apretada o en un insomnio que no se rinde. Ahí entendí que necesitaba otro lenguaje para acompañar a quienes llegan buscando alivio, y también para mí misma. Tension and Trauma Releasing Exercises, o sea, Ejercicios para la Liberación del Estrés y el Trauma. Consiste en una serie de movimientos corporales suaves que despiertan un temblor natural del cuerpo: el temblor neurogénico, una vibración involuntaria que emerge desde lo más profundo del sistema nervioso, como si el cuerpo —por fin— encontrara su propio modo de decir “ya pasó”.
Ese temblor no es un síntoma que haya que suprimir. Es una puerta. Es la forma que tiene el cuerpo de liberar la tensión que quedó atrapada cuando vivir algo fue “demasiado”. Demasiado rápido. Demasiado intenso. Demasiado solitario.
Uno de los aspectos más valiosos de TRE es que no hace falta recordar ni revivir el trauma. No necesitamos entrar en detalles ni abrir nuevamente las heridas para que cicatricen. Solo hace falta permitir que el cuerpo hable, que tiemble, que se exprese. Y lo más maravilloso es que, una vez aprendida la técnica, puede practicarse en casa, de forma autónoma.
En estos años he visto cambios profundos en personas que llegan angustiadas, tensas, agotadas. Gente común, como vos o como yo. Una médica con fibromialgia que empezó a confiar en su cuerpo nuevamente. Una psicóloga que, a pesar de años de trabajo personal, descubrió algo nuevo en sí misma gracias a un temblor sutil. Una mujer que durmió profundamente por primera vez en años después de una práctica. Y cada historia es distinta, pero hay algo que se repite: una sensación de alivio, de paz, de volver a casa dentro del propio cuerpo.
No me gusta la palabra milagro, pero sí creo en la sabiduría del cuerpo cuando se le da el espacio. Y por eso, con amor y convicción, enseño esta técnica en Fundación Columbia. Allí doy talleres introductorios y también coordino la formación para quienes desean certificarse como facilitadores. Me emociona compartirla porque sé lo que puede hacer. No para cambiar la historia, sino para cambiar la forma en que la habitamos.
A veces el camino de vuelta a uno mismo no empieza en una conversación, sino en una vibración silenciosa que sube por las piernas y se expande como un suspiro largo y antiguo. Si te animás a escucharlo, quizás descubras que no hay que hacer tanto. Solo permitir. Solo confiar.
* La autora es formadora y facilitadora certificada de TRE®. Terapeuta bioenergética · Médica China · Astróloga y docente de Fundación Columbia
Durante años creí que sanar el trauma era un asunto de palabras. Que si lo entendíamos, si lo contábamos, si lo analizábamos lo suficiente, en algún momento se iba a ir. Como terapeuta, como mujer, como ser humano atravesado por mis propias vivencias, me costó tiempo aceptar una verdad incómoda: el cuerpo guarda todo lo que la mente no pudo procesar.
Hay dolores que no se disuelven con el intelecto. Hay experiencias que se enquistan como una corriente detenida, como un grito congelado en los músculos, en la respiración contenida, en la mandíbula apretada o en un insomnio que no se rinde. Ahí entendí que necesitaba otro lenguaje para acompañar a quienes llegan buscando alivio, y también para mí misma. Tension and Trauma Releasing Exercises, o sea, Ejercicios para la Liberación del Estrés y el Trauma. Consiste en una serie de movimientos corporales suaves que despiertan un temblor natural del cuerpo: el temblor neurogénico, una vibración involuntaria que emerge desde lo más profundo del sistema nervioso, como si el cuerpo —por fin— encontrara su propio modo de decir “ya pasó”.
Ese temblor no es un síntoma que haya que suprimir. Es una puerta. Es la forma que tiene el cuerpo de liberar la tensión que quedó atrapada cuando vivir algo fue “demasiado”. Demasiado rápido. Demasiado intenso. Demasiado solitario.
Uno de los aspectos más valiosos de TRE es que no hace falta recordar ni revivir el trauma. No necesitamos entrar en detalles ni abrir nuevamente las heridas para que cicatricen. Solo hace falta permitir que el cuerpo hable, que tiemble, que se exprese. Y lo más maravilloso es que, una vez aprendida la técnica, puede practicarse en casa, de forma autónoma.
En estos años he visto cambios profundos en personas que llegan angustiadas, tensas, agotadas. Gente común, como vos o como yo. Una médica con fibromialgia que empezó a confiar en su cuerpo nuevamente. Una psicóloga que, a pesar de años de trabajo personal, descubrió algo nuevo en sí misma gracias a un temblor sutil. Una mujer que durmió profundamente por primera vez en años después de una práctica. Y cada historia es distinta, pero hay algo que se repite: una sensación de alivio, de paz, de volver a casa dentro del propio cuerpo.
No me gusta la palabra milagro, pero sí creo en la sabiduría del cuerpo cuando se le da el espacio. Y por eso, con amor y convicción, enseño esta técnica en Fundación Columbia. Allí doy talleres introductorios y también coordino la formación para quienes desean certificarse como facilitadores. Me emociona compartirla porque sé lo que puede hacer. No para cambiar la historia, sino para cambiar la forma en que la habitamos.
A veces el camino de vuelta a uno mismo no empieza en una conversación, sino en una vibración silenciosa que sube por las piernas y se expande como un suspiro largo y antiguo. Si te animás a escucharlo, quizás descubras que no hay que hacer tanto. Solo permitir. Solo confiar.
* La autora es formadora y facilitadora certificada de TRE®. Terapeuta bioenergética · Médica China · Astróloga y docente de Fundación Columbia
Cuando el cuerpo tiembla, puede sanarse LA NACION