Es argentino, trabaja en las cárceles y llevó su “receta” para sanar con el rugby a 7 países del mundo

Damián Ríos es un hombre en libertad. Luego de cumplir una condena en la cárcel, logró ingresar a YPF para trabajar en el 2018 y un año después se animó a estudiar Derecho. “Siempre fue una carrera que me gustó y quería que mis hijos vieran que cuando uno se cae, hay que levantarse y seguir, y que sin esfuerzo no se logra nada”, asegura y revela su secreto: “La Fundación Espartanos me dio una nueva vida”.
El caso de Damián es uno de entre los cientos que existen, que renacieron gracias a la Fundación Espartanos. Esta organización, cofundada por Eduardo “Coco” Oderigo, abogado penalista, promueve un programa disruptivo: desde el 2009, trabaja en las cárceles, enseñando a los presos a jugar al rugby. Pero no sólo capacita en un deporte, sino que fomenta valores como el respeto, el trabajo en equipo y la disciplina, preparando a los internos para reinsertarse en la sociedad. Y recientemente, llevaron su historia a las pantallas, en una serie que retrata el modelo que nació en la unidad 48 de San Martín y se expandió a 65 cárceles en toda la Argentina y a 7 países, entre los que están Kenia, Perú y España.
Es argentino, trabaja en las cárceles y llevó su “receta” para sanar con el rugby a 7 países del mundo
“Es tal cual la serie”, aseguró Oderigo aludiendo a la producción que retrata la historia, en diálogo con José del Río, director de Contenidos de LA NACION en el décimo capítulo del Summit de Recursos Humanos. “Hubo muchos «nos», muchas trabas. Pero a mí el «no» me encanta y, si no tiene argumentos, mejor todavía, porque me motiva a cambiarlo”, agrega Oderigo, explicando las dificultades que encontró en la cárcel en el primer tiempo. Detalla que pasaron siete años desde que arrancó la idea de la serie hasta que se terminó el proyecto. “Para mí es muy raro ver una ficción que surge de mi vida. El actor es más fachero, más alto, pero es muy lindo ver la historia tan bien contada”, señala.
Un modelo que transforma vidas
Pero, una pregunta se mantiene latente en el aire y tiene que ver con cómo logró este abogado penalista, transformar tantas vidas tan solo con el rugby. “Todos los deportes tienen valores de vida y el rugby también los enseña”, asegura Oderigo. Y detalla que lo primero que aprendieron fue el respeto, que se manifestaba en gestos de compañerismo, en alentar a sus amigos, “que los ayudaba a ir creando vínculos sanos entre ellos”.
Luego la solidaridad, el sentido de pertenencia con el equipo, que lo llevan como bandera incluso después de salir de la cárcel. “Uno de ellos, cuando salió en libertad y fue a pedir trabajo, decía que era espartano, que era un desastre y que su vida cambió con el rugby. Eso hace que la gente los quiera cerca, porque son genuinos, no esconden su pasado”, agrega el fundador de Espartanos, quien también cuenta que recientemente publicaron un segundo libro, escrito por el periodista Carlos Reymundo Roberts.
Oderigo asegura que esas herramientas y valores que les brinda el deporte, lo llevan después a su vida diaria: “Ya no solamente hacen las cosas bien dos horas, sino que lo viven todo el día; luego casi toda la semana, después todas las semanas y al final termina siendo una manera de vivir”. Y cuenta una anécdota más, que grafica el cambio que viven los internos, luego de sumarse al equipo de los Espartanos. Detalla que, cuando están detenidos, les pesa la mirada, tienen vergüenza y, por eso, miran para abajo. “Una profesora de la cárcel me dijo una vez, «yo sé quién juga al rugby y quién no en este penal, más allá de que no tengo ni idea de cómo pica la pelota. El que no juega al rugby, mira para abajo; el que entrena, te mira a los ojos. El que no es parte del equipo te pide constantemente cosas; el que juega al rugby te escucha. El que no es un espartano está tenso, y el que juega te abraza y es más dócil». Cuando salen, te miran a los ojos, ya no tienen vergüenza, porque la superaron ahí adentro”.
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Los inicios no fueron fáciles. Hizo falta ganarse la confianza de los internos y también del servicio penitenciario. “Fue clave, sobre todo con el primer líder que me crucé que, cuando le dije que íbamos a taclear, no quería. Le dije te «tacleo yo», y ahí generé confianza con el que más tarde me di cuenta que era el líder más alto entre los internos de la cárcel. Y con ese respeto todo se hizo más fácil”, agrega.
Este modelo se llevó también a cárceles de mujeres, aunque Oderigo revela que fue más difícil impulsarlo ahí, ya que, en palabras de él, “una mujer presa dejó todo, sus hijos, su familia. Un hombre es más superficial, a veces está ahí y dejó una moto. En las cárceles de mujeres nos costó un montón, pero cuando empiezan a levantar, no paran, no están en la media, se van bien arriba”.
Frente a la consulta sobre cuál piensa que es el mejor método en las cárceles, trae a colación una anécdota. “Un espartano en libertad, que se llama Jesús, me dijo una vez: «Yo te lo voy a aclarar así de fácil. Si a un perro le pegás y le pegás, cuando lo soltás, te muerde. Pero si lo acariciás mucho, cuando lo soltás, mueve la cola. Depende de cómo nos trates acá adentro, cómo vamos a salir».
Si hay países donde hay pena de muerte o prisión perpetua real, no tengo nada que decir, pero, por lo general, en todos los países, la gente sale. Y hay que preguntarse si queremos que salga peor o mejor. Y si lo pensás de manera egoísta, preferís que salga mejor. Y no hablo de reducir la pena, sino de brindarles herramientas adentro de la cárcel, para el día de mañana”.
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Un apoyo firme en medio del camino
Oderigo revela que su mujer Malena, con la que tiene ocho hijos, fue un apoyo firme en este proyecto que se convirtió en un nuevo propósito de vida. Y la segunda persona que fue un pilar en esta aventura fue su padre, con quien trabajaba en el estudio de abogados y quien lo incentivó también a seguir yendo cada martes a la mañana a la cárcel, para entrenar a los internos.
Y un gran motor para llegar todo adelante fueron sus hijos: “El día de mañana se van a cruzar con personas que hoy están detenidas. Además, queríamos hacer algo más de lo que supuestamente no es nuestra responsabilidad, pero yo digo que habría que asumirla, porque los gobiernos de turno no pueden con todo; tenemos que ayudarlos, no criticarlos en lo que no pueden hacer o no llegan”.
Con más de 650 entrenadores voluntarios y 3030 jugadores, el rugby se convirtió en un medio para transformar vidas. Algo que tiene un efecto residual una vez que están afuera. “Hemos logrado que muchas empresas saquen de su protocolo el tema de los antecedentes”, revela Oderigo y explica que cuando una persona sale de la cárcel, llega a su casa y a la media hora aparece un amigo que nunca lo visitó, pero que trae un arma y plata para salir a robar. Y tienen que negarse una y otra vez. Van a buscar trabajo y, cuando les piden los antecedentes, no los toman por haber estado en la cárcel. “Ellos ya pagaron en la cárcel. Hoy hay más de 150 personas que salieron en libertad y que trabajan en casi 100 empresas”, concluye.
Damián Ríos es un hombre en libertad. Luego de cumplir una condena en la cárcel, logró ingresar a YPF para trabajar en el 2018 y un año después se animó a estudiar Derecho. “Siempre fue una carrera que me gustó y quería que mis hijos vieran que cuando uno se cae, hay que levantarse y seguir, y que sin esfuerzo no se logra nada”, asegura y revela su secreto: “La Fundación Espartanos me dio una nueva vida”.
El caso de Damián es uno de entre los cientos que existen, que renacieron gracias a la Fundación Espartanos. Esta organización, cofundada por Eduardo “Coco” Oderigo, abogado penalista, promueve un programa disruptivo: desde el 2009, trabaja en las cárceles, enseñando a los presos a jugar al rugby. Pero no sólo capacita en un deporte, sino que fomenta valores como el respeto, el trabajo en equipo y la disciplina, preparando a los internos para reinsertarse en la sociedad. Y recientemente, llevaron su historia a las pantallas, en una serie que retrata el modelo que nació en la unidad 48 de San Martín y se expandió a 65 cárceles en toda la Argentina y a 7 países, entre los que están Kenia, Perú y España.
Es argentino, trabaja en las cárceles y llevó su “receta” para sanar con el rugby a 7 países del mundo
“Es tal cual la serie”, aseguró Oderigo aludiendo a la producción que retrata la historia, en diálogo con José del Río, director de Contenidos de LA NACION en el décimo capítulo del Summit de Recursos Humanos. “Hubo muchos «nos», muchas trabas. Pero a mí el «no» me encanta y, si no tiene argumentos, mejor todavía, porque me motiva a cambiarlo”, agrega Oderigo, explicando las dificultades que encontró en la cárcel en el primer tiempo. Detalla que pasaron siete años desde que arrancó la idea de la serie hasta que se terminó el proyecto. “Para mí es muy raro ver una ficción que surge de mi vida. El actor es más fachero, más alto, pero es muy lindo ver la historia tan bien contada”, señala.
Un modelo que transforma vidas
Pero, una pregunta se mantiene latente en el aire y tiene que ver con cómo logró este abogado penalista, transformar tantas vidas tan solo con el rugby. “Todos los deportes tienen valores de vida y el rugby también los enseña”, asegura Oderigo. Y detalla que lo primero que aprendieron fue el respeto, que se manifestaba en gestos de compañerismo, en alentar a sus amigos, “que los ayudaba a ir creando vínculos sanos entre ellos”.
Luego la solidaridad, el sentido de pertenencia con el equipo, que lo llevan como bandera incluso después de salir de la cárcel. “Uno de ellos, cuando salió en libertad y fue a pedir trabajo, decía que era espartano, que era un desastre y que su vida cambió con el rugby. Eso hace que la gente los quiera cerca, porque son genuinos, no esconden su pasado”, agrega el fundador de Espartanos, quien también cuenta que recientemente publicaron un segundo libro, escrito por el periodista Carlos Reymundo Roberts.
Oderigo asegura que esas herramientas y valores que les brinda el deporte, lo llevan después a su vida diaria: “Ya no solamente hacen las cosas bien dos horas, sino que lo viven todo el día; luego casi toda la semana, después todas las semanas y al final termina siendo una manera de vivir”. Y cuenta una anécdota más, que grafica el cambio que viven los internos, luego de sumarse al equipo de los Espartanos. Detalla que, cuando están detenidos, les pesa la mirada, tienen vergüenza y, por eso, miran para abajo. “Una profesora de la cárcel me dijo una vez, «yo sé quién juga al rugby y quién no en este penal, más allá de que no tengo ni idea de cómo pica la pelota. El que no juega al rugby, mira para abajo; el que entrena, te mira a los ojos. El que no es parte del equipo te pide constantemente cosas; el que juega al rugby te escucha. El que no es un espartano está tenso, y el que juega te abraza y es más dócil». Cuando salen, te miran a los ojos, ya no tienen vergüenza, porque la superaron ahí adentro”.
Es asiático, tomó café durante 10 años, lo dejó una semana y los resultados fueron sorprendentes
Los inicios no fueron fáciles. Hizo falta ganarse la confianza de los internos y también del servicio penitenciario. “Fue clave, sobre todo con el primer líder que me crucé que, cuando le dije que íbamos a taclear, no quería. Le dije te «tacleo yo», y ahí generé confianza con el que más tarde me di cuenta que era el líder más alto entre los internos de la cárcel. Y con ese respeto todo se hizo más fácil”, agrega.
Este modelo se llevó también a cárceles de mujeres, aunque Oderigo revela que fue más difícil impulsarlo ahí, ya que, en palabras de él, “una mujer presa dejó todo, sus hijos, su familia. Un hombre es más superficial, a veces está ahí y dejó una moto. En las cárceles de mujeres nos costó un montón, pero cuando empiezan a levantar, no paran, no están en la media, se van bien arriba”.
Frente a la consulta sobre cuál piensa que es el mejor método en las cárceles, trae a colación una anécdota. “Un espartano en libertad, que se llama Jesús, me dijo una vez: «Yo te lo voy a aclarar así de fácil. Si a un perro le pegás y le pegás, cuando lo soltás, te muerde. Pero si lo acariciás mucho, cuando lo soltás, mueve la cola. Depende de cómo nos trates acá adentro, cómo vamos a salir».
Si hay países donde hay pena de muerte o prisión perpetua real, no tengo nada que decir, pero, por lo general, en todos los países, la gente sale. Y hay que preguntarse si queremos que salga peor o mejor. Y si lo pensás de manera egoísta, preferís que salga mejor. Y no hablo de reducir la pena, sino de brindarles herramientas adentro de la cárcel, para el día de mañana”.
Vitaminas B: estos 6 síntomas advierten sobre su falta en el organismo
Un apoyo firme en medio del camino
Oderigo revela que su mujer Malena, con la que tiene ocho hijos, fue un apoyo firme en este proyecto que se convirtió en un nuevo propósito de vida. Y la segunda persona que fue un pilar en esta aventura fue su padre, con quien trabajaba en el estudio de abogados y quien lo incentivó también a seguir yendo cada martes a la mañana a la cárcel, para entrenar a los internos.
Y un gran motor para llegar todo adelante fueron sus hijos: “El día de mañana se van a cruzar con personas que hoy están detenidas. Además, queríamos hacer algo más de lo que supuestamente no es nuestra responsabilidad, pero yo digo que habría que asumirla, porque los gobiernos de turno no pueden con todo; tenemos que ayudarlos, no criticarlos en lo que no pueden hacer o no llegan”.
Con más de 650 entrenadores voluntarios y 3030 jugadores, el rugby se convirtió en un medio para transformar vidas. Algo que tiene un efecto residual una vez que están afuera. “Hemos logrado que muchas empresas saquen de su protocolo el tema de los antecedentes”, revela Oderigo y explica que cuando una persona sale de la cárcel, llega a su casa y a la media hora aparece un amigo que nunca lo visitó, pero que trae un arma y plata para salir a robar. Y tienen que negarse una y otra vez. Van a buscar trabajo y, cuando les piden los antecedentes, no los toman por haber estado en la cárcel. “Ellos ya pagaron en la cárcel. Hoy hay más de 150 personas que salieron en libertad y que trabajan en casi 100 empresas”, concluye.
El fundador de Espartanos tuvo un mano a mano con José del Río, en el que contó su historia y compartió detalles de la nueva serie LA NACION