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jueves, junio 5, 2025
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Damián Mahler: el legado artístico de su padre, Ángel, qué fue lo último que le dijo y la ausencia de Pepe Cibrián

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“Tengo mis momentos. Me siento ciclotímico. Aparecen emociones que me toman por asalto”. Damián Mahler atraviesa el duelo por el reciente fallecimiento de su padre, el músico y compositor Ángel Mahler, acontecido en la madrugada del domingo 25 de mayo pasado, luego de un sorpresivo y breve período de convalecencia.

“Una de las cosas más apabullantes de estos días fue el impacto que generó en tantas personas. A pesar de todo, es algo positivo. Gente de todos los colores ha manifestado su dolor y su cariño. Papá, haciendo lo que hacía, le dio un montón de oportunidades a gente, en muchos casos nueva, para que tenga su primera experiencia laboral, y no pocos músicos muy reconocidos me comentaron en estos días que sus primeros trabajos los hicieron con él”.

Damián Mahler heredó de su padre la pasión por la música, esa vocación que los unió tanto como un torrente sanguíneo. “Uno sabe que, por haber sido quién fue, dejó un montón de música para la cultura nacional; pero también está lo otro, el recuerdo humano, el vínculo personal con tantos artistas que se formaron con él y aquellos consagrados con los que también trabajó”.

-La música es lo tangible, pero hay otro legado.

-Siempre supe quién era mi papá y cómo era querido, pero, de pronto, verlo todo junto y recibir todo ese amor de golpe, es como un gran compilado, diría hasta abrumador, pero gratificante.

Damián Mahler tiene 36 años, está casado y es padre de una hija. Y, al igual que su hermano Emanuel (31), la música lo conforma profesional y humanamente. El parecido físico con Ángel Mahler es sorprendente. Tanto como su pasión por encarar el camino artístico.

“Cuando tenía quince años fui a ver a mí primera maestra y le dije ´quiero tocar el piano como mi papá´. Mi camino consciente comienza ahí, pero, a los tres años, ya lo veía dirigir la orquesta de Drácula con el Luna Park lleno y, aunque no sé qué pasaba por mi cabeza, algo estaba absorbiendo”.

Final inesperado

El fallecimiento de Ángel Mahler sorprendió a casi todos. Su familia decidió mantener con estricto bajo perfil el cuadro de salud que terminó con la vida del compositor. “Fue un proceso muy corto”.

-¿Cuándo se manifestó la dolencia?

-Papá se comenzó a sentir mal un sábado y se internó el martes siguiente, 29 de abril. Llegó al sanatorio descompensado.

-Hasta ese momento, ¿no había tenido ningún indicio de una complejidad de salud?

-Nada. Tres días antes de internarse se comenzó a sentir mal. Atando cabos, habían acontecido algunos síntomas, pero nadie podía imaginar la gravedad de lo que sucedía porque, al tirarle la pelota a la perra, había sentido un tirón en el hombro. Eso no hace pensar que una persona pueda tener metástasis en la columna. ¿A quién no le duele el hombro o siente una contractura? Nada había llamado la atención para pensar en un cuadro semejante.

-¿Solía hacerse controles médicos? ¿Escuchaba a su cuerpo?

-Sí, por supuesto.

-Entonces, el 29 de abril se internó.

-Llegó al sanatorio muy descompensado, con falta de aire, con un cuadro complejo. Lo curioso es que el día anterior había hecho un concierto en Córdoba que nadie entiende cómo lo pudo hacer. El tipo murió en su ley.

-¿Ese fue su último concierto?

-Sí, fue en un acto para la DAIA.

-¿Cuáles fueron los resultados de los primeros estudios que le hicieron en la internación?

-Ese mismo día descubrieron que tenía mucha agua en los pulmones. Cuando lo intervinieron, le sacaron seis litros de la pleura. Había padecido un derrame, estaba al borde del colapso, muy tomado.

-¿Hubo posibilidad de algún tipo de tratamiento?

-Los médicos le comenzaron a hacer todo tipo de estudios y, desde el vamos, vieron algo que no les gustaba. No fueron tan explícitos, porque hubo que hacerle varios estudios, pero nos fueron sugiriendo la gravedad del cuadro. Rápidamente, nos dieron a entender que se estaban enfrentando a algo que no era una simple tos ni una neumonía.

-Tu padre, ¿siempre estuvo consciente de la situación?

-Sí, hasta la última semana estuvo consciente y activo. Cuando le hicieron la biopsia y descubrieron que se trataba de un melanoma que había hecho metástasis en pulmón y columna, estaba tan avanzado todo que ni se fijaron dónde había comenzado el tema. Lo más grave era su compromiso respiratorio. La idea original del planteo de los médicos era que papá recupere su estado clínico y que pudiera irse a su casa para luego iniciar el tratamiento oncológico que debía ser ambulatorio. Pero no pudo salir de la internación y con el correr de los días el cuadro se fue complicando. La posibilidad de comenzar el tratamiento se estiraba porque no estaba bien y no se podía iniciar, se formó un círculo vicioso.

-¿Llegó a saber que se le había declarado una metástasis?

-Sí, siempre supo todo en ese casi mes de internación.

-¿Cómo siguió la situación clínica?

-Cada vez comenzó a necesitar más oxígeno y, durante la última semana, ya estaba al límite de lo que se podía proporcionarle.

El pasado viernes 23 de mayo, Ángel Mahler cumplió 65 años. Ese día, su físico atravesó dos paros cardíacos. “Ahí quedó intubado e inconsciente y terminó falleciendo durante la madrugada del domingo 25, dos días después”.

-Mientras estuvo consciente, ¿consideraba que podía recuperarse?

-Siempre fue un optimista del gol, nunca veía el escenario negativo. Estaba muy enfocado en el tratamiento y eso también es una enseñanza. Creo que, internamente, debe haber comprendido que la cosa se estaba complicando. Últimamente hablaba poco, porque tenía mucha necesidad de oxígeno.

¿Recordás que fue lo último que hablaron?

-Las charlas que teníamos eran siempre optimistas, “vamos pá, te vas a recuperar”. Pero no lo queríamos exigir para que hablase, podía ser contraproducente. En una de nuestras últimas charlas, se refirió a algo que había sucedido en el pasado.

-¿Querés contarlo?

-Mis padres se separaron cuando mi hermano y yo éramos adolescentes y él siempre quedó con culpa por eso. Mil veces le dijimos que estaba todo bien, que no le debíamos perdonar nada. Pero, internado, me dijo que le costaba cerrar el círculo, que le había quedado una espina de cómo se manejó, cómo gestionó el divorcio.

Damián Mahler recupera en su memoria un hecho puntual que terminó de cerrarse durante la internación de su padre: “Hace mucho, le envié una carta por mail donde le decía algunas cosas fuertes y, estando internado, me dijo ´tenías razón´. Esa fue una de las últimas charlas que tuvimos”.

-Evidentemente, tenía cierta noción de una posibilidad de finitud, buscaba cerrar cuestiones pendientes.

-Sí, pero nunca lo expresó. Todo fue tan rápido que no nos dio tiempo a reaccionar a ninguno, ni siquiera a él. Pero, creo que me dijo eso por las dudas que sucediese algo definitivo.

-¿Qué consejos de tu padre, tanto personales como profesionales, sentís que te marcaron especialmente?

-Fue muy inteligente en no inculcarnos seguir el camino de la música. Fue respetuoso de nuestros espacios y que, tanto mi hermano como yo, tomáramos el rumbo que quisiéramos tomar. En estos días pensé mucho en qué significa un legado. Un padre te puede decir mucho, pero no actuar en consecuencia, entonces un hijo se puede preguntar “¿te escucho o te miro?”. Mi papá era un apasionado, no dormía antes de un estreno. Hasta el último día fue un soñador, tenía una visión siempre muy positiva de la vida y de su trabajo. Lo más fuerte que hizo fue darme el ejemplo.

-¿Cómo pondrías eso en palabras?

-El mensaje de mi viejo era, sin decirlo, “soy muy feliz haciendo lo que hago, doy la vida por mi profesión y los resultados de ese compromiso y tenacidad no te los tengo que contar, los ves y los sentís”. Cuando iba a las fiestas de quince años de mis compañeras de colegio y el vals principal que sonaba era el vals de Drácula, ahí había coherencia y frutos del sacrificio.

-¿Qué te sorprendió de su tenacidad?

-Era muy raro verlo relajado. Creo que, recién durante su último año y medio, lo sentí más tranquilo como diciendo “hice todo esto”. Los viajes eran su manera de desconectarse un poco de su trabajo. Le costaba separar la vida del trabajo.

-¿Se sacrificó mucho?

-En el año 2000, cuando dirigía la orquesta de Mi bella dama en El Nacional, recién remodelado por Alejandro Romay, sufrió un accidente de tránsito muy serio regresando a cada durante una madrugada, luego de una función. Veías la destrucción del auto y no podías entender que haya salido de ahí con vida.

-¿Qué consecuencias tuvo?

-Se quebró la clavícula. Si bien era grave, dentro de lo que podía haber sido, no fue nada. Le pusieron un yeso y eso, en principio, iba a impedir que dirigiera.

-Pero…

-Su reemplazo no se animó a tomar ese espacio, así que papá terminó yendo a dirigir cómo podía. Lo hizo. Siempre tuvo un sentido muy grande de lo que significaba hacer una función. No faltaba a las funciones, las hacía como fuere.

-¿Qué consejos hubo en la vida?

-Cómo cualquier padre e hijo, atravesamos nuestros momentos. En una de las últimas charlas que tuvimos, él me dijo algunas cosas y yo le dije otras, todas muy lindas, pero que tenían que ver con cómo yo había atravesado mi proceso de crecimiento y cómo había hecho para desarmar a ese chico de quince años que decía que quería tocar el piano como su padre; cómo pasé de construir una imagen suya que era idealizada a entender que papá se había “convertido” en humano y hasta que se podía equivocar, sin hacer todo como yo quería que fuera.

-¿Discutían?

-Sí, pero más que nada tuvo que ver con mi propio proceso. Tuve que desarmar a ese ídolo que tenía y colocarlo en un lugar de humano, para volver a verlo como padre, como persona.

-¿Cómo era como padre?

-No disfrutaba demasiado de la vida personal, estaba muy enfocado en su trabajo. Una vez le dije que quería que cada uno hiciera su camino y que nos encontráramos en lugares comunes que no fueran relacionados con lo laboral.

-¿Cómo reaccionó?

-Fue un motivo de discusión durante años. Él no podía entender que la música iba por un camino diferente al personal, mezclaba todo. Era muy cabezadura, para que entendiera le tenías que contar varias veces el mismo cuento. A él le costó un montón entender que yo no iba a participar de la última versión de Drácula, pero, para mí, fue de lo más lindo que me pasó en la vida.

-¿Por qué?

-Verlo salir a escena, hacer su caminata habitual y escuchar la ovación del público, fue, posiblemente, uno de los momentos más lindos de mi vida adulta.

-¿No participaste en Drácula?

-No, fui público y disfruté un montón, aunque él no me entendiera y hubiese querido que yo estuviera tocando el piano allí.

Legado

-Compartir la vocación y, en no pocas experiencias, el trabajo artístico, ¿puede accionar como sanador o reforzar el dolor por la pérdida?

-Ubica el duelo en un lugar diferente a quién no comparte el trabajo con su padre. En este caso, está todo mezclado. En estos días pensé mucho en qué significa ese legado de mi padre. De su música, tal vez puedo ser un emisario de mucho de lo que él dejó y que sé que comprendo y que puedo abrazar de una manera distinta por haber crecido bajo su mismo techo. Ayer mi mujer me decía que, tanto mi hermano y yo, haciendo lo que hacemos honramos la memoria de nuestro padre, aún cuando uno no se lo propone desde ese lugar.

-Es un hecho.

-Es una realidad. En estos días se reforzó una pregunta que me hago hace mucho tiempo y que tiene que ver con el lugar propio que ocupo.

Ángel Mahler resolvió su vocación casi como una epifanía, ya que su madre se dedicaba a la docencia y su padre era tornero. “Supongo que habrá sido la ´oveja negra´ de la familia”. En cambio, Damián ha absorbido desde el vamos el sonido de la música.

-¿Podrías visualizar un momento bisagra que te definió la vocación por la música?

-Sí, de manera consciente, mi deseo de ser músico se dio cuando tenía doce o trece años, fue el día en que mi papá trajo a mi casa un piano de cola, me enamoré de ese instrumento por su sonido y su majestuosidad. Recuerdo estar en mi cuarto en un primer piso y escuchar el sonido de ese piano que tocaba mi padre y que llegaba desde la otra punta de la casa.

De chico, una luz vocacional se había encendido, pero, rápidamente, ese faro mutó por el deseo de convertirse en jugador de fútbol. Una aventura que rápidamente fue desterrada y cuyo lugar vacante fue rápidamente habitado por la posibilidad de la vida musical. “Cuando llegó el piano de cola me zambullí en esas teclas, aunque, desde siempre, en mi casa hubo muchos teclados sonando”.

Se desarrolló en ese micromundo de inventiva. A diferencia del universo en el que creció su progenitor, formado en una familia con padre tornero y madre maestra. “Supongo que habrá sido la oveja negra de la familia”.

-Ángel Mahler, ¿fue tu primer docente de piano?

-Sí, hasta que comenzamos a agarrarnos de los pelos, entonces le pedí que me mandara a una profesora particular.

La docente fue María Sangrígoli, una prestigiosa pianista, quien, rápidamente, le indicó un rumbo posible y saludable: “Fue muy inteligente, con sus clases me dijo, de una u otra manera ´está muy bien que lo admires a tu viejo, pero vamos a hacer el camino que tenés que hacer´. Ese camino era aprender a tocar el piano. Me formó muy exhaustivamente, me hizo entender la disciplina”.

-¿A qué te referís?

-Formarte en la ejecución de un instrumento es lo más parecido a entrenarte para una disciplina deportiva.

-¿Por qué?

-Para el jugador de fútbol lo más importante no es el partido del domingo, sino todo lo que hace en su entrenamiento de años, complementado en la disciplina en la alimentación y el sueño.

-¿Cómo era tu “entrenamiento”?

-Me pasaba ocho horas por día tocando el piano. Uno desafía sus límites todo el tiempo y hay que trabajar con la frustración. Es subir una escalera sin saber cómo hacerlo, aprendiendo paso a paso.

-Tu padre y vos tuvieron formaciones diferentes.

-Tal vez accedí a la formación que a él le hubiera gustado tener. Él estudió como pudo y con quién pudo, aunque siempre estuvo muy agradecido a sus maestros. En realidad, fue un gran autodidacta. Él no sabía cómo se dirigía un gran musical, lo hizo.

-Aprendió en el ejercicio, en la praxis.

-Mucho de lo que desarrolló en su música, son cosas que yo estudié en la facultad y que encontraba en Wagner o Puccini y yo me preguntaba desde dónde él había aprendido eso, si no tenía formación académica.

-Intuición, sensibilidad.

-Volvía de la facultad y le decía “pá, lo que estás haciendo se llama de tal forma”, por eso siempre celebró y era curioso de todo lo que yo aprendía. Incluso llegamos a compartir maestra.

Damián Mahler se recibió de licenciado en composición, título obtenido en la Universidad Católica Argentina. “Mi viejo siempre escuchaba lo que le contaba sobre la carrera”. En cierta forma, el hijo estructuraba formal y académicamente aquello que su padre ejercía en su rol de pianista, compositor y director.

-Tu hermano y vos continúan su camino y la vigencia del apellido artístico.

-Con mi hermano, haciendo música, honramos la memoria de nuestro padre.

-¿Se comunicó con vos Pepe Cibrián, quien fuera socio de tu padre en diversas obras y, sobre todo, en el fenómeno Drácula?

-No.

-¿No?

-No.

-Te vio nacer.

-Sí.

-Pepe Cibrián hizo declaraciones públicas a partir de la partida de tu padre. A este cronista le dijo que, a pesar de los distanciamientos, había partido “la mitad de su vida”. Ante eso, ¿qué sentís al respecto?

-No quiero hablar sobre el tema.

El músico evita quebrarse, aunque se le percibe el dolor de la pérdida de su padre y mentor artístico. Un consuelo, si es que cabe el término, merodea en él: “Todo fue muy rápido y, en cierta forma, lo agradezco. Mi padre no hubiese soportado subir a un escenario con bastón, era muy coqueto”.

“Tengo mis momentos. Me siento ciclotímico. Aparecen emociones que me toman por asalto”. Damián Mahler atraviesa el duelo por el reciente fallecimiento de su padre, el músico y compositor Ángel Mahler, acontecido en la madrugada del domingo 25 de mayo pasado, luego de un sorpresivo y breve período de convalecencia.

“Una de las cosas más apabullantes de estos días fue el impacto que generó en tantas personas. A pesar de todo, es algo positivo. Gente de todos los colores ha manifestado su dolor y su cariño. Papá, haciendo lo que hacía, le dio un montón de oportunidades a gente, en muchos casos nueva, para que tenga su primera experiencia laboral, y no pocos músicos muy reconocidos me comentaron en estos días que sus primeros trabajos los hicieron con él”.

Damián Mahler heredó de su padre la pasión por la música, esa vocación que los unió tanto como un torrente sanguíneo. “Uno sabe que, por haber sido quién fue, dejó un montón de música para la cultura nacional; pero también está lo otro, el recuerdo humano, el vínculo personal con tantos artistas que se formaron con él y aquellos consagrados con los que también trabajó”.

-La música es lo tangible, pero hay otro legado.

-Siempre supe quién era mi papá y cómo era querido, pero, de pronto, verlo todo junto y recibir todo ese amor de golpe, es como un gran compilado, diría hasta abrumador, pero gratificante.

Damián Mahler tiene 36 años, está casado y es padre de una hija. Y, al igual que su hermano Emanuel (31), la música lo conforma profesional y humanamente. El parecido físico con Ángel Mahler es sorprendente. Tanto como su pasión por encarar el camino artístico.

“Cuando tenía quince años fui a ver a mí primera maestra y le dije ´quiero tocar el piano como mi papá´. Mi camino consciente comienza ahí, pero, a los tres años, ya lo veía dirigir la orquesta de Drácula con el Luna Park lleno y, aunque no sé qué pasaba por mi cabeza, algo estaba absorbiendo”.

Final inesperado

El fallecimiento de Ángel Mahler sorprendió a casi todos. Su familia decidió mantener con estricto bajo perfil el cuadro de salud que terminó con la vida del compositor. “Fue un proceso muy corto”.

-¿Cuándo se manifestó la dolencia?

-Papá se comenzó a sentir mal un sábado y se internó el martes siguiente, 29 de abril. Llegó al sanatorio descompensado.

-Hasta ese momento, ¿no había tenido ningún indicio de una complejidad de salud?

-Nada. Tres días antes de internarse se comenzó a sentir mal. Atando cabos, habían acontecido algunos síntomas, pero nadie podía imaginar la gravedad de lo que sucedía porque, al tirarle la pelota a la perra, había sentido un tirón en el hombro. Eso no hace pensar que una persona pueda tener metástasis en la columna. ¿A quién no le duele el hombro o siente una contractura? Nada había llamado la atención para pensar en un cuadro semejante.

-¿Solía hacerse controles médicos? ¿Escuchaba a su cuerpo?

-Sí, por supuesto.

-Entonces, el 29 de abril se internó.

-Llegó al sanatorio muy descompensado, con falta de aire, con un cuadro complejo. Lo curioso es que el día anterior había hecho un concierto en Córdoba que nadie entiende cómo lo pudo hacer. El tipo murió en su ley.

-¿Ese fue su último concierto?

-Sí, fue en un acto para la DAIA.

-¿Cuáles fueron los resultados de los primeros estudios que le hicieron en la internación?

-Ese mismo día descubrieron que tenía mucha agua en los pulmones. Cuando lo intervinieron, le sacaron seis litros de la pleura. Había padecido un derrame, estaba al borde del colapso, muy tomado.

-¿Hubo posibilidad de algún tipo de tratamiento?

-Los médicos le comenzaron a hacer todo tipo de estudios y, desde el vamos, vieron algo que no les gustaba. No fueron tan explícitos, porque hubo que hacerle varios estudios, pero nos fueron sugiriendo la gravedad del cuadro. Rápidamente, nos dieron a entender que se estaban enfrentando a algo que no era una simple tos ni una neumonía.

-Tu padre, ¿siempre estuvo consciente de la situación?

-Sí, hasta la última semana estuvo consciente y activo. Cuando le hicieron la biopsia y descubrieron que se trataba de un melanoma que había hecho metástasis en pulmón y columna, estaba tan avanzado todo que ni se fijaron dónde había comenzado el tema. Lo más grave era su compromiso respiratorio. La idea original del planteo de los médicos era que papá recupere su estado clínico y que pudiera irse a su casa para luego iniciar el tratamiento oncológico que debía ser ambulatorio. Pero no pudo salir de la internación y con el correr de los días el cuadro se fue complicando. La posibilidad de comenzar el tratamiento se estiraba porque no estaba bien y no se podía iniciar, se formó un círculo vicioso.

-¿Llegó a saber que se le había declarado una metástasis?

-Sí, siempre supo todo en ese casi mes de internación.

-¿Cómo siguió la situación clínica?

-Cada vez comenzó a necesitar más oxígeno y, durante la última semana, ya estaba al límite de lo que se podía proporcionarle.

El pasado viernes 23 de mayo, Ángel Mahler cumplió 65 años. Ese día, su físico atravesó dos paros cardíacos. “Ahí quedó intubado e inconsciente y terminó falleciendo durante la madrugada del domingo 25, dos días después”.

-Mientras estuvo consciente, ¿consideraba que podía recuperarse?

-Siempre fue un optimista del gol, nunca veía el escenario negativo. Estaba muy enfocado en el tratamiento y eso también es una enseñanza. Creo que, internamente, debe haber comprendido que la cosa se estaba complicando. Últimamente hablaba poco, porque tenía mucha necesidad de oxígeno.

¿Recordás que fue lo último que hablaron?

-Las charlas que teníamos eran siempre optimistas, “vamos pá, te vas a recuperar”. Pero no lo queríamos exigir para que hablase, podía ser contraproducente. En una de nuestras últimas charlas, se refirió a algo que había sucedido en el pasado.

-¿Querés contarlo?

-Mis padres se separaron cuando mi hermano y yo éramos adolescentes y él siempre quedó con culpa por eso. Mil veces le dijimos que estaba todo bien, que no le debíamos perdonar nada. Pero, internado, me dijo que le costaba cerrar el círculo, que le había quedado una espina de cómo se manejó, cómo gestionó el divorcio.

Damián Mahler recupera en su memoria un hecho puntual que terminó de cerrarse durante la internación de su padre: “Hace mucho, le envié una carta por mail donde le decía algunas cosas fuertes y, estando internado, me dijo ´tenías razón´. Esa fue una de las últimas charlas que tuvimos”.

-Evidentemente, tenía cierta noción de una posibilidad de finitud, buscaba cerrar cuestiones pendientes.

-Sí, pero nunca lo expresó. Todo fue tan rápido que no nos dio tiempo a reaccionar a ninguno, ni siquiera a él. Pero, creo que me dijo eso por las dudas que sucediese algo definitivo.

-¿Qué consejos de tu padre, tanto personales como profesionales, sentís que te marcaron especialmente?

-Fue muy inteligente en no inculcarnos seguir el camino de la música. Fue respetuoso de nuestros espacios y que, tanto mi hermano como yo, tomáramos el rumbo que quisiéramos tomar. En estos días pensé mucho en qué significa un legado. Un padre te puede decir mucho, pero no actuar en consecuencia, entonces un hijo se puede preguntar “¿te escucho o te miro?”. Mi papá era un apasionado, no dormía antes de un estreno. Hasta el último día fue un soñador, tenía una visión siempre muy positiva de la vida y de su trabajo. Lo más fuerte que hizo fue darme el ejemplo.

-¿Cómo pondrías eso en palabras?

-El mensaje de mi viejo era, sin decirlo, “soy muy feliz haciendo lo que hago, doy la vida por mi profesión y los resultados de ese compromiso y tenacidad no te los tengo que contar, los ves y los sentís”. Cuando iba a las fiestas de quince años de mis compañeras de colegio y el vals principal que sonaba era el vals de Drácula, ahí había coherencia y frutos del sacrificio.

-¿Qué te sorprendió de su tenacidad?

-Era muy raro verlo relajado. Creo que, recién durante su último año y medio, lo sentí más tranquilo como diciendo “hice todo esto”. Los viajes eran su manera de desconectarse un poco de su trabajo. Le costaba separar la vida del trabajo.

-¿Se sacrificó mucho?

-En el año 2000, cuando dirigía la orquesta de Mi bella dama en El Nacional, recién remodelado por Alejandro Romay, sufrió un accidente de tránsito muy serio regresando a cada durante una madrugada, luego de una función. Veías la destrucción del auto y no podías entender que haya salido de ahí con vida.

-¿Qué consecuencias tuvo?

-Se quebró la clavícula. Si bien era grave, dentro de lo que podía haber sido, no fue nada. Le pusieron un yeso y eso, en principio, iba a impedir que dirigiera.

-Pero…

-Su reemplazo no se animó a tomar ese espacio, así que papá terminó yendo a dirigir cómo podía. Lo hizo. Siempre tuvo un sentido muy grande de lo que significaba hacer una función. No faltaba a las funciones, las hacía como fuere.

-¿Qué consejos hubo en la vida?

-Cómo cualquier padre e hijo, atravesamos nuestros momentos. En una de las últimas charlas que tuvimos, él me dijo algunas cosas y yo le dije otras, todas muy lindas, pero que tenían que ver con cómo yo había atravesado mi proceso de crecimiento y cómo había hecho para desarmar a ese chico de quince años que decía que quería tocar el piano como su padre; cómo pasé de construir una imagen suya que era idealizada a entender que papá se había “convertido” en humano y hasta que se podía equivocar, sin hacer todo como yo quería que fuera.

-¿Discutían?

-Sí, pero más que nada tuvo que ver con mi propio proceso. Tuve que desarmar a ese ídolo que tenía y colocarlo en un lugar de humano, para volver a verlo como padre, como persona.

-¿Cómo era como padre?

-No disfrutaba demasiado de la vida personal, estaba muy enfocado en su trabajo. Una vez le dije que quería que cada uno hiciera su camino y que nos encontráramos en lugares comunes que no fueran relacionados con lo laboral.

-¿Cómo reaccionó?

-Fue un motivo de discusión durante años. Él no podía entender que la música iba por un camino diferente al personal, mezclaba todo. Era muy cabezadura, para que entendiera le tenías que contar varias veces el mismo cuento. A él le costó un montón entender que yo no iba a participar de la última versión de Drácula, pero, para mí, fue de lo más lindo que me pasó en la vida.

-¿Por qué?

-Verlo salir a escena, hacer su caminata habitual y escuchar la ovación del público, fue, posiblemente, uno de los momentos más lindos de mi vida adulta.

-¿No participaste en Drácula?

-No, fui público y disfruté un montón, aunque él no me entendiera y hubiese querido que yo estuviera tocando el piano allí.

Legado

-Compartir la vocación y, en no pocas experiencias, el trabajo artístico, ¿puede accionar como sanador o reforzar el dolor por la pérdida?

-Ubica el duelo en un lugar diferente a quién no comparte el trabajo con su padre. En este caso, está todo mezclado. En estos días pensé mucho en qué significa ese legado de mi padre. De su música, tal vez puedo ser un emisario de mucho de lo que él dejó y que sé que comprendo y que puedo abrazar de una manera distinta por haber crecido bajo su mismo techo. Ayer mi mujer me decía que, tanto mi hermano y yo, haciendo lo que hacemos honramos la memoria de nuestro padre, aún cuando uno no se lo propone desde ese lugar.

-Es un hecho.

-Es una realidad. En estos días se reforzó una pregunta que me hago hace mucho tiempo y que tiene que ver con el lugar propio que ocupo.

Ángel Mahler resolvió su vocación casi como una epifanía, ya que su madre se dedicaba a la docencia y su padre era tornero. “Supongo que habrá sido la ´oveja negra´ de la familia”. En cambio, Damián ha absorbido desde el vamos el sonido de la música.

-¿Podrías visualizar un momento bisagra que te definió la vocación por la música?

-Sí, de manera consciente, mi deseo de ser músico se dio cuando tenía doce o trece años, fue el día en que mi papá trajo a mi casa un piano de cola, me enamoré de ese instrumento por su sonido y su majestuosidad. Recuerdo estar en mi cuarto en un primer piso y escuchar el sonido de ese piano que tocaba mi padre y que llegaba desde la otra punta de la casa.

De chico, una luz vocacional se había encendido, pero, rápidamente, ese faro mutó por el deseo de convertirse en jugador de fútbol. Una aventura que rápidamente fue desterrada y cuyo lugar vacante fue rápidamente habitado por la posibilidad de la vida musical. “Cuando llegó el piano de cola me zambullí en esas teclas, aunque, desde siempre, en mi casa hubo muchos teclados sonando”.

Se desarrolló en ese micromundo de inventiva. A diferencia del universo en el que creció su progenitor, formado en una familia con padre tornero y madre maestra. “Supongo que habrá sido la oveja negra de la familia”.

-Ángel Mahler, ¿fue tu primer docente de piano?

-Sí, hasta que comenzamos a agarrarnos de los pelos, entonces le pedí que me mandara a una profesora particular.

La docente fue María Sangrígoli, una prestigiosa pianista, quien, rápidamente, le indicó un rumbo posible y saludable: “Fue muy inteligente, con sus clases me dijo, de una u otra manera ´está muy bien que lo admires a tu viejo, pero vamos a hacer el camino que tenés que hacer´. Ese camino era aprender a tocar el piano. Me formó muy exhaustivamente, me hizo entender la disciplina”.

-¿A qué te referís?

-Formarte en la ejecución de un instrumento es lo más parecido a entrenarte para una disciplina deportiva.

-¿Por qué?

-Para el jugador de fútbol lo más importante no es el partido del domingo, sino todo lo que hace en su entrenamiento de años, complementado en la disciplina en la alimentación y el sueño.

-¿Cómo era tu “entrenamiento”?

-Me pasaba ocho horas por día tocando el piano. Uno desafía sus límites todo el tiempo y hay que trabajar con la frustración. Es subir una escalera sin saber cómo hacerlo, aprendiendo paso a paso.

-Tu padre y vos tuvieron formaciones diferentes.

-Tal vez accedí a la formación que a él le hubiera gustado tener. Él estudió como pudo y con quién pudo, aunque siempre estuvo muy agradecido a sus maestros. En realidad, fue un gran autodidacta. Él no sabía cómo se dirigía un gran musical, lo hizo.

-Aprendió en el ejercicio, en la praxis.

-Mucho de lo que desarrolló en su música, son cosas que yo estudié en la facultad y que encontraba en Wagner o Puccini y yo me preguntaba desde dónde él había aprendido eso, si no tenía formación académica.

-Intuición, sensibilidad.

-Volvía de la facultad y le decía “pá, lo que estás haciendo se llama de tal forma”, por eso siempre celebró y era curioso de todo lo que yo aprendía. Incluso llegamos a compartir maestra.

Damián Mahler se recibió de licenciado en composición, título obtenido en la Universidad Católica Argentina. “Mi viejo siempre escuchaba lo que le contaba sobre la carrera”. En cierta forma, el hijo estructuraba formal y académicamente aquello que su padre ejercía en su rol de pianista, compositor y director.

-Tu hermano y vos continúan su camino y la vigencia del apellido artístico.

-Con mi hermano, haciendo música, honramos la memoria de nuestro padre.

-¿Se comunicó con vos Pepe Cibrián, quien fuera socio de tu padre en diversas obras y, sobre todo, en el fenómeno Drácula?

-No.

-¿No?

-No.

-Te vio nacer.

-Sí.

-Pepe Cibrián hizo declaraciones públicas a partir de la partida de tu padre. A este cronista le dijo que, a pesar de los distanciamientos, había partido “la mitad de su vida”. Ante eso, ¿qué sentís al respecto?

-No quiero hablar sobre el tema.

El músico evita quebrarse, aunque se le percibe el dolor de la pérdida de su padre y mentor artístico. Un consuelo, si es que cabe el término, merodea en él: “Todo fue muy rápido y, en cierta forma, lo agradezco. Mi padre no hubiese soportado subir a un escenario con bastón, era muy coqueto”.

 El pianista, compositor y director recuerda a Ángel Mahler a una semana del sorpresivo fallecimiento que enlutó al mundo del espectáculo  LA NACION