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sábado, junio 14, 2025
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River y las finales intercontinentales: una gloria que va a cumplir 40 años, seguida de tres frustraciones

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Las copas intercontinentales o los mundiales de clubes en su versión reducida quedaron como parientes muy lejanos de este formato ampliado con 32 equipos, que se pondrá en práctica por primera vez. La esencia es siempre la misma: competir para quedar en lo más alto de la escala global. Este Mundial fue concebido como una mega-estructura de periodicidad cuatrienal, que inclusive no eliminará a la histórica Copa Intercontinental.

Pero hasta la reciente creación de la FIFA, los parámetros son las finales que en sus primeras décadas se disputaban en partidos de local y visitante, luego pasó a Japón y más tarde a países árabes. En el revisionismo, River tiene un saldo negativo. Ganó una Copa Intercontinental, en 1986, y quedó en el camino en las otras tres oportunidades en las que había llegado como campeón de la Copa Libertadores (1996, 2015 y 2018, las dos últimas con Marcelo Gallardo en el banco). Entre los clubes argentinos está por detrás de Boca, con tres títulos, e Independiente, con dos, y en la misma línea que Racing, Estudiantes y Vélez (uno).

La única alegría remite al 1-0 ante Steaua Bucarest, con gol de Antonio Alzamendi luego de que el “Beto” Alonso jugara rápido un tiro libre, en un encuentro disputado en el estadio Nacional de Tokio.

Mudado hace cinco meses desde su Cardona natal a Piriápolis, el uruguayo Alzamendi rememora la victoria ante la consulta de LA NACION: “Recuerdo todo de aquella final. Pongo ese partido como el más importante de mi carrera a nivel de club. Muchos le quieren quitar prestigio a aquel título, pero Steaua Bucarest era el campeón de Europa, le había ganado la final a Barcelona, era casi la selección de Rumania que después llegó al Mundial ’90. Un partido muy difícil, ellos tenían un juego muy duro, pero supimos controlarlo. Para mí fue algo maravilloso, por primera vez River salió campeón del mundo. Tuve la suerte de hacer el gol gracias a todos mis compañeros. Fue el triunfo de todo un grupo”.

Recientemente entrevistado por este diario, Norberto Alonso fue concluyente: “El mejor River de la historia fue el de 1986. El Bambino Veira armó una selección con los muchachos del ’86 [Pumpido, Ruggeri, Héctor Enrique], más el Tolo [Gallego] y yo del ’78 y los uruguayos Enzo [Francéscoli], Nelson Gutiérrez y Alzamendi. Era una selección a la que no le podía ganar nadie. Y fuimos campeones del mundo, algo que nunca más pudo conseguir River. Uno, como hincha, esa es la copa que quiere, la del mundo, la Intercontinental o como se llame ahora… En River tenés que estar para ganar todo, eso te exige River”.

Como rara vez sucede ahora cuando un equipo sudamericano enfrenta a uno europeo, aquella vez River llegaba como favorito. Alzamendi responde sobre si se sentían candidatos: “Nosotros sabíamos que éramos un gran equipo frente al campeón que le había ganado al Barcelona. Nos sentíamos seguros. Nos tocó sufrir al final, a ellos le anularon un gol por off-side. Nosotros también pudimos meter el 2-0 con Roque Alfaro, era un gol cantado, le entró mal a la pelota. Tuvimos que luchar hasta el final. Sacamos a relucir todo lo que tenía ese equipo, con campeones del mundo con la selección argentina y jugadores de gran calidad técnica. Ganamos con mucha personalidad”.

El exwing derecho establece una diferencia entre el plantel que le tocó integrar con los actuales: “Yo atrás tenía a Caniggia, el Negro Enrique a Troglio, el Beto Alonso a Patricio Hernández, Alfaro a Gorosito. Hoy es difícil encontrar 15 jugadores de alto nivel en un equipo. Costaba más ser titular. Hoy, cualquier jugador que hace cinco o seis goles pasa a valer enseguida dos millones de dólares. Nosotros teníamos que pasar varios años de buen nivel para lograr una transferencia, que inclusive no era por los valores que se manejan ahora. Llegar a Europa era muy difícil. Ahora es distinto, convierten en fenómeno a un futbolista que tiene 10 partidos. Y no lo digo por Mastantuono, ese pibe rompió el molde, es un fenómeno”.

Pasaron 10 años para que River volviera a jugar una Copa Intercontinental. Fue en 1996, después de obtener la Copa Libertadores con goles de Hernán Crespo contra América de Cali. Esa gloria le valió una inmediata transferencia a Parma, por poco más de cuatro millones de euros. El centro-delantero no integró el plantel que unos meses más tarde perdió 1-0 la final contra Juventus.

El conjunto italiano que dirigía Marcelo Lippi tenía grandes jugadores: Ciro Ferrara, Didier Deschamps, Zinedine Zidane y Alessandro Del Piero, autor del 1-0, a los 36 minutos del segundo tiempo. El desarrollo del encuentro fue ampliamente favorable a la Vecchia Signora, impuso un ritmo difícil de sostener para River, que igual estuvo cerca del empate con un tiro de Ariel Ortega en el travesaño.

Dirigió el brasileño Marcio Rezende, señalado por haber favorecido a Juventus con varias sanciones polémicas. Pero lo más controvertido vendría tiempo más tarde, cuando un informe de la TV pública de los Países Bajos reveló una serie de documentos confiscados que acreditan el consumo de la droga EPO (eritropoyetina) por parte de Juventus. Por entonces, esa hormona que incrementa la producción de glóbulos rojos no estaba dentro de las sustancias prohibidas.

Ramón Díaz, entrenador de aquel River, también abonó la sospecha: “Pasaron muchos años, pero había una diferencia enorme. No sólo con nosotros, sino también en el campeonato italiano se veía una enorme diferencia física con respecto a los otros equipos. No tanto en el juego, sino en la parte física”. River cayó con una formación que tenía a Celso Ayala, Berizzo, Sorin, Ortega, Francescoli y Cruz; en el final ingresó Marcelo Salas.

Los últimos dos capítulos de River en el nivel intercontinental corresponden al primer ciclo de Gallardo. Campeón de la Copa Libertadores 2015 que tuvo el episodio del gas pimienta en la Bombonera, River viajó a Japón, donde en las semifinales superó 1-0 a Sanfrecce (Japón) y en la final quedó muy lejos del Barcelona de Messi, Luis Suárez y Neymar que dirigía Luis Enrique. Fue 3-0 (un gol de Messi y dos de Suárez) en un partido que en situaciones de gol fue favorable a los catalanes por 12-4. Todo estaba definido cuando todavía faltaban 25 minutos, momento en el que Barcelona bajó el ritmo, no buscó más goles.

Respecto del equipo que había vencido a Tigres (México) en la final de la Libertadores, River ya no contaba con Ramiro Funes Mori, transferido a Everton. Mantenía la base con Barovero, Maidana, Ponzio, Kranevitter, Mora y Alario.

Gallardo hizo el balance tras la goleada: “Tuvimos un plan de juego que pudimos ejecutar durante 36 minutos, hasta el primer gol. A partir de ahí, empezamos a disolvernos. Jugamos con amor propio y orgullo, pero contra jugadores tan excepcionales, porque es un equipo que sabe lo que quiere y lo ejecuta de manera perfecta, no nos alcanzó. Quisimos tapar a Busquets, que para los que nos gusta el fútbol es una debilidad, pero se impuso porque es un futbolista extraordinario”. Alario era el encargado de empezar a bloquear a Busquets y Ponzio le hizo una especie de marca personal a Iniesta. Nada desactivó el fluido juego de Barcelona.

De la mano de Gallardo, River obtuvo la cuarta Copa Libertadores en el período más corto entre una conquista y la siguiente. Apenas tres años, cuando antes hubo un intervalo de 10 y 29 años. Al Mundial de Clubes que se realizó en los Emiratos Árabes asistió en circunstancias muy especiales, seguramente irrepetibles. El 9 de diciembre de 2018 venció en el suplementario 3-1 a Boca en la célebre final de Madrid, que abrió las puertas del Santiago Bernabéu para recibir el encuentro que no se disputó en el Monumental por el ataque sufrido por el ómnibus de Boca en su llegada al estadio. Tras semanas de deliberaciones sobre la elección de un nuevo escenario (ante tantas dilaciones, D’Onofrio le dijo a Angelici: “Vení a jugar, no somos tan buenos, nos pueden ganar”), finalmente Conmebol fijó la insólita sede europea para el partido más importante de clubes a nivel sudamericano.

Entre el 2-2 en la Bombonera y el 3-1 en Madrid transcurrió casi un mes. La postergación encimó la definición de la Copa Libertadores con el comienzo del Mundial de Clubes, en el que River se presentó nueve días después de la consagración, con toda la descarga de adrenalina y tensiones que supuso aquel superclásico. Una despresurización perjudicial. En las semifinales, River ni siquiera pudo aprovechar las facilidades de un rival inferior como Al Ain (Emiratos Árabes), que está clasificado para el actual Mundial. Cayó 5-4 en la definición por penales (falló Enzo Pérez) tras empatar 2-2, con dos goles de Rafael Borré, el jugador más en forma, ausente frente a Boca por una suspensión. “Descargó [Borré] toda la energía e intensidad que en varios de sus compañeros parecían en niveles muy bajos, al borde de estar consumidas. En el suplementario, River dio la imagen de equipo fundido”, reflejó una crónica de LA NACION.

River estuvo 2-1 hasta los seis minutos del segundo tiempo y a los 23 desperdició la oportunidad de ponerse 3-2 con un penal de “Pity” Martínez que dio en el travesaño. Fue la primera vez que un equipo argentino no accedió a la final de un Mundial de Clubes.

La inesperada derrota llevó a replantear si se había adoptado la logística correcta. Gallardo descartó volver a Buenos Aires tras Madrid por la dispersión que hubiese supuesto. El Muñeco trazó una radiografía de aquel momento: “El gran tema era cómo hacíamos para enfocarnos. Nos faltó esa determinación ante un rival que parecía inferior. Ganas y entusiasmo había, el tema era la concentración. Lo que se logró hace una semana es histórico. ¿Queda manchado por esta derrota? No”. River reaccionó en el encuentro por el tercer puesto, con un 4-0 sobre Kashima Antlers (Japón).

Desde el martes 17, River empieza otra aventura, con el debut frente a Urawa Red Diamonds. Gallardo fijó el rumbo a seguir: “No me gusta mucho la palabra competir porque parece una frase hecha. ¿Qué significa competir? Todos quieren competir, el tema es cómo te preparás para intentar ganar. Eso es lo que a mí me desafía. Yo quiero ganar, no quiere ir a competir y ver qué pasa“.

Las copas intercontinentales o los mundiales de clubes en su versión reducida quedaron como parientes muy lejanos de este formato ampliado con 32 equipos, que se pondrá en práctica por primera vez. La esencia es siempre la misma: competir para quedar en lo más alto de la escala global. Este Mundial fue concebido como una mega-estructura de periodicidad cuatrienal, que inclusive no eliminará a la histórica Copa Intercontinental.

Pero hasta la reciente creación de la FIFA, los parámetros son las finales que en sus primeras décadas se disputaban en partidos de local y visitante, luego pasó a Japón y más tarde a países árabes. En el revisionismo, River tiene un saldo negativo. Ganó una Copa Intercontinental, en 1986, y quedó en el camino en las otras tres oportunidades en las que había llegado como campeón de la Copa Libertadores (1996, 2015 y 2018, las dos últimas con Marcelo Gallardo en el banco). Entre los clubes argentinos está por detrás de Boca, con tres títulos, e Independiente, con dos, y en la misma línea que Racing, Estudiantes y Vélez (uno).

La única alegría remite al 1-0 ante Steaua Bucarest, con gol de Antonio Alzamendi luego de que el “Beto” Alonso jugara rápido un tiro libre, en un encuentro disputado en el estadio Nacional de Tokio.

Mudado hace cinco meses desde su Cardona natal a Piriápolis, el uruguayo Alzamendi rememora la victoria ante la consulta de LA NACION: “Recuerdo todo de aquella final. Pongo ese partido como el más importante de mi carrera a nivel de club. Muchos le quieren quitar prestigio a aquel título, pero Steaua Bucarest era el campeón de Europa, le había ganado la final a Barcelona, era casi la selección de Rumania que después llegó al Mundial ’90. Un partido muy difícil, ellos tenían un juego muy duro, pero supimos controlarlo. Para mí fue algo maravilloso, por primera vez River salió campeón del mundo. Tuve la suerte de hacer el gol gracias a todos mis compañeros. Fue el triunfo de todo un grupo”.

Recientemente entrevistado por este diario, Norberto Alonso fue concluyente: “El mejor River de la historia fue el de 1986. El Bambino Veira armó una selección con los muchachos del ’86 [Pumpido, Ruggeri, Héctor Enrique], más el Tolo [Gallego] y yo del ’78 y los uruguayos Enzo [Francéscoli], Nelson Gutiérrez y Alzamendi. Era una selección a la que no le podía ganar nadie. Y fuimos campeones del mundo, algo que nunca más pudo conseguir River. Uno, como hincha, esa es la copa que quiere, la del mundo, la Intercontinental o como se llame ahora… En River tenés que estar para ganar todo, eso te exige River”.

Como rara vez sucede ahora cuando un equipo sudamericano enfrenta a uno europeo, aquella vez River llegaba como favorito. Alzamendi responde sobre si se sentían candidatos: “Nosotros sabíamos que éramos un gran equipo frente al campeón que le había ganado al Barcelona. Nos sentíamos seguros. Nos tocó sufrir al final, a ellos le anularon un gol por off-side. Nosotros también pudimos meter el 2-0 con Roque Alfaro, era un gol cantado, le entró mal a la pelota. Tuvimos que luchar hasta el final. Sacamos a relucir todo lo que tenía ese equipo, con campeones del mundo con la selección argentina y jugadores de gran calidad técnica. Ganamos con mucha personalidad”.

El exwing derecho establece una diferencia entre el plantel que le tocó integrar con los actuales: “Yo atrás tenía a Caniggia, el Negro Enrique a Troglio, el Beto Alonso a Patricio Hernández, Alfaro a Gorosito. Hoy es difícil encontrar 15 jugadores de alto nivel en un equipo. Costaba más ser titular. Hoy, cualquier jugador que hace cinco o seis goles pasa a valer enseguida dos millones de dólares. Nosotros teníamos que pasar varios años de buen nivel para lograr una transferencia, que inclusive no era por los valores que se manejan ahora. Llegar a Europa era muy difícil. Ahora es distinto, convierten en fenómeno a un futbolista que tiene 10 partidos. Y no lo digo por Mastantuono, ese pibe rompió el molde, es un fenómeno”.

Pasaron 10 años para que River volviera a jugar una Copa Intercontinental. Fue en 1996, después de obtener la Copa Libertadores con goles de Hernán Crespo contra América de Cali. Esa gloria le valió una inmediata transferencia a Parma, por poco más de cuatro millones de euros. El centro-delantero no integró el plantel que unos meses más tarde perdió 1-0 la final contra Juventus.

El conjunto italiano que dirigía Marcelo Lippi tenía grandes jugadores: Ciro Ferrara, Didier Deschamps, Zinedine Zidane y Alessandro Del Piero, autor del 1-0, a los 36 minutos del segundo tiempo. El desarrollo del encuentro fue ampliamente favorable a la Vecchia Signora, impuso un ritmo difícil de sostener para River, que igual estuvo cerca del empate con un tiro de Ariel Ortega en el travesaño.

Dirigió el brasileño Marcio Rezende, señalado por haber favorecido a Juventus con varias sanciones polémicas. Pero lo más controvertido vendría tiempo más tarde, cuando un informe de la TV pública de los Países Bajos reveló una serie de documentos confiscados que acreditan el consumo de la droga EPO (eritropoyetina) por parte de Juventus. Por entonces, esa hormona que incrementa la producción de glóbulos rojos no estaba dentro de las sustancias prohibidas.

Ramón Díaz, entrenador de aquel River, también abonó la sospecha: “Pasaron muchos años, pero había una diferencia enorme. No sólo con nosotros, sino también en el campeonato italiano se veía una enorme diferencia física con respecto a los otros equipos. No tanto en el juego, sino en la parte física”. River cayó con una formación que tenía a Celso Ayala, Berizzo, Sorin, Ortega, Francescoli y Cruz; en el final ingresó Marcelo Salas.

Los últimos dos capítulos de River en el nivel intercontinental corresponden al primer ciclo de Gallardo. Campeón de la Copa Libertadores 2015 que tuvo el episodio del gas pimienta en la Bombonera, River viajó a Japón, donde en las semifinales superó 1-0 a Sanfrecce (Japón) y en la final quedó muy lejos del Barcelona de Messi, Luis Suárez y Neymar que dirigía Luis Enrique. Fue 3-0 (un gol de Messi y dos de Suárez) en un partido que en situaciones de gol fue favorable a los catalanes por 12-4. Todo estaba definido cuando todavía faltaban 25 minutos, momento en el que Barcelona bajó el ritmo, no buscó más goles.

Respecto del equipo que había vencido a Tigres (México) en la final de la Libertadores, River ya no contaba con Ramiro Funes Mori, transferido a Everton. Mantenía la base con Barovero, Maidana, Ponzio, Kranevitter, Mora y Alario.

Gallardo hizo el balance tras la goleada: “Tuvimos un plan de juego que pudimos ejecutar durante 36 minutos, hasta el primer gol. A partir de ahí, empezamos a disolvernos. Jugamos con amor propio y orgullo, pero contra jugadores tan excepcionales, porque es un equipo que sabe lo que quiere y lo ejecuta de manera perfecta, no nos alcanzó. Quisimos tapar a Busquets, que para los que nos gusta el fútbol es una debilidad, pero se impuso porque es un futbolista extraordinario”. Alario era el encargado de empezar a bloquear a Busquets y Ponzio le hizo una especie de marca personal a Iniesta. Nada desactivó el fluido juego de Barcelona.

De la mano de Gallardo, River obtuvo la cuarta Copa Libertadores en el período más corto entre una conquista y la siguiente. Apenas tres años, cuando antes hubo un intervalo de 10 y 29 años. Al Mundial de Clubes que se realizó en los Emiratos Árabes asistió en circunstancias muy especiales, seguramente irrepetibles. El 9 de diciembre de 2018 venció en el suplementario 3-1 a Boca en la célebre final de Madrid, que abrió las puertas del Santiago Bernabéu para recibir el encuentro que no se disputó en el Monumental por el ataque sufrido por el ómnibus de Boca en su llegada al estadio. Tras semanas de deliberaciones sobre la elección de un nuevo escenario (ante tantas dilaciones, D’Onofrio le dijo a Angelici: “Vení a jugar, no somos tan buenos, nos pueden ganar”), finalmente Conmebol fijó la insólita sede europea para el partido más importante de clubes a nivel sudamericano.

Entre el 2-2 en la Bombonera y el 3-1 en Madrid transcurrió casi un mes. La postergación encimó la definición de la Copa Libertadores con el comienzo del Mundial de Clubes, en el que River se presentó nueve días después de la consagración, con toda la descarga de adrenalina y tensiones que supuso aquel superclásico. Una despresurización perjudicial. En las semifinales, River ni siquiera pudo aprovechar las facilidades de un rival inferior como Al Ain (Emiratos Árabes), que está clasificado para el actual Mundial. Cayó 5-4 en la definición por penales (falló Enzo Pérez) tras empatar 2-2, con dos goles de Rafael Borré, el jugador más en forma, ausente frente a Boca por una suspensión. “Descargó [Borré] toda la energía e intensidad que en varios de sus compañeros parecían en niveles muy bajos, al borde de estar consumidas. En el suplementario, River dio la imagen de equipo fundido”, reflejó una crónica de LA NACION.

River estuvo 2-1 hasta los seis minutos del segundo tiempo y a los 23 desperdició la oportunidad de ponerse 3-2 con un penal de “Pity” Martínez que dio en el travesaño. Fue la primera vez que un equipo argentino no accedió a la final de un Mundial de Clubes.

La inesperada derrota llevó a replantear si se había adoptado la logística correcta. Gallardo descartó volver a Buenos Aires tras Madrid por la dispersión que hubiese supuesto. El Muñeco trazó una radiografía de aquel momento: “El gran tema era cómo hacíamos para enfocarnos. Nos faltó esa determinación ante un rival que parecía inferior. Ganas y entusiasmo había, el tema era la concentración. Lo que se logró hace una semana es histórico. ¿Queda manchado por esta derrota? No”. River reaccionó en el encuentro por el tercer puesto, con un 4-0 sobre Kashima Antlers (Japón).

Desde el martes 17, River empieza otra aventura, con el debut frente a Urawa Red Diamonds. Gallardo fijó el rumbo a seguir: “No me gusta mucho la palabra competir porque parece una frase hecha. ¿Qué significa competir? Todos quieren competir, el tema es cómo te preparás para intentar ganar. Eso es lo que a mí me desafía. Yo quiero ganar, no quiere ir a competir y ver qué pasa“.

 El historial destaca el 1-0 a Steaua Bucarest, con gol de Alzamendi; luego no pudo ante Juventus, Barcelona y Al Ain  LA NACION