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viernes, junio 27, 2025
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Un “faro” de la danza de Cádiz que juega con las metáforas de su propio apellido

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Eduardo Guerrero nació en Cádiz, una ciudad de encuentro entre culturas fenicias, romanas y andaluzas. Y todo ello se cruza en el flamenco que Guerrero investiga para volverlo obras de danza.

Así fue como creó el espectáculo Guerrero, en el que, jugando con las metáforas de su propio apellido, la dramaturgia navegaba entre los vínculos interpersonales y las teorías bélicas del siglo cuarto antes de Cristo. Lo trajo de gira por Latinoamérica Desplante, un homenaje a los cantes mineros del siglo XIX de la Región de Murcia.

Guerrero baila con vestuario teatral o de alta costura, pero nunca desde los estereotipos asignados tradicionalmente a su género. Hasta hoy no se ha planteado jugar entre batas de cola o mantones de manila, pero puede enfundarse en botas altísimas o calzarse faldas de cuero para una postal ecuestre en el Museo del Prado. Busca contrastes y sombras efímeras. En sus espectáculos la luz tiene un lugar protagónico.

Será porque en la noche de Cádiz el mar y la ciudad se iluminan con un faro imponente. Y por eso creó hace unos años esta obra que agradece las luces protectoras en medio del abismo.

En el verano de 2017, la gira del espectáculo hizo una ruta entre los faros de Asturias y Cádiz, recalando en cada haz de luz de la costa española. Con ese proyecto regresa a Buenos Aires, para compartir su mirada sobre el cante y el baile “de ida y vuelta” entre América y la península ibérica. Con Rosario Heredia y Cristina Soler al cante y Álvaro Mora en guitarra, Guerrero baila diferentes palos que navegan entre anónimos populares y grandes clásicos oceánicos de Serrat o Ariel Ramírez.

Entonces “Alfonsina y el mar”, se vuelve bulería en compás de tres tiempos y sube la intensidad como la espuma.

Faro tiene alegrías “porque la alegría es la sal de Cádiz. Esa sal que brota entre las piedras del faro -recuerda Guerrero– y también tienen tientos, una versión lenta del cante por tangos. Pero nosotros utilizamos los tientos tangos en Cádiz para llevarlos a un rollo más sabrosón, que va a resultar más cercano aquí, por el tango de ustedes”.

“Mediterráneo”, de Joan Manuel Serrat, se vuelve un diálogo de percusión corporal y cante. “Y con la percusión de los pies hay una seguiriya que habla de lo más terrenal. De los cimientos de un faro, que lo anclan a la tierra”, sostiene Guerrero, en diálogo con LA NACION.

Sin poder evitar bailar cuando camina por la calle, desde su balcón en la pandemia o en la espera de un aeropuerto, Eduardo Guerrero explora las fronteras del sonido y el movimiento en su canal oficial de YouTube, donde registra momentos de gira y videodanza experimental.

Cuando regresa a su casa disfruta el silencio. Y encuentra poesía en el haz de luz que se mete en la ciudad como unas aspas quijotescas al límite del precipicio. “Los faros siempre están al borde de algo, como el artista al borde del escenario, al borde de caer. ¿Caer hacia dónde? -se pregunta en voz alta-. Hacia el máximo éxito. Hacia la peor función, hacia la mejor… O simplemente sobre ese vértigo mismo. Creo que hay mucho de la poesía del faro en lo artístico”.

Para agendar

Faro, de Eduardo Guerrero. Sábado 28, a las 20, en el Teatro Presidente Alvear (Av. Corrientes 1659). Entradas desde $17.000

Eduardo Guerrero nació en Cádiz, una ciudad de encuentro entre culturas fenicias, romanas y andaluzas. Y todo ello se cruza en el flamenco que Guerrero investiga para volverlo obras de danza.

Así fue como creó el espectáculo Guerrero, en el que, jugando con las metáforas de su propio apellido, la dramaturgia navegaba entre los vínculos interpersonales y las teorías bélicas del siglo cuarto antes de Cristo. Lo trajo de gira por Latinoamérica Desplante, un homenaje a los cantes mineros del siglo XIX de la Región de Murcia.

Guerrero baila con vestuario teatral o de alta costura, pero nunca desde los estereotipos asignados tradicionalmente a su género. Hasta hoy no se ha planteado jugar entre batas de cola o mantones de manila, pero puede enfundarse en botas altísimas o calzarse faldas de cuero para una postal ecuestre en el Museo del Prado. Busca contrastes y sombras efímeras. En sus espectáculos la luz tiene un lugar protagónico.

Será porque en la noche de Cádiz el mar y la ciudad se iluminan con un faro imponente. Y por eso creó hace unos años esta obra que agradece las luces protectoras en medio del abismo.

En el verano de 2017, la gira del espectáculo hizo una ruta entre los faros de Asturias y Cádiz, recalando en cada haz de luz de la costa española. Con ese proyecto regresa a Buenos Aires, para compartir su mirada sobre el cante y el baile “de ida y vuelta” entre América y la península ibérica. Con Rosario Heredia y Cristina Soler al cante y Álvaro Mora en guitarra, Guerrero baila diferentes palos que navegan entre anónimos populares y grandes clásicos oceánicos de Serrat o Ariel Ramírez.

Entonces “Alfonsina y el mar”, se vuelve bulería en compás de tres tiempos y sube la intensidad como la espuma.

Faro tiene alegrías “porque la alegría es la sal de Cádiz. Esa sal que brota entre las piedras del faro -recuerda Guerrero– y también tienen tientos, una versión lenta del cante por tangos. Pero nosotros utilizamos los tientos tangos en Cádiz para llevarlos a un rollo más sabrosón, que va a resultar más cercano aquí, por el tango de ustedes”.

“Mediterráneo”, de Joan Manuel Serrat, se vuelve un diálogo de percusión corporal y cante. “Y con la percusión de los pies hay una seguiriya que habla de lo más terrenal. De los cimientos de un faro, que lo anclan a la tierra”, sostiene Guerrero, en diálogo con LA NACION.

Sin poder evitar bailar cuando camina por la calle, desde su balcón en la pandemia o en la espera de un aeropuerto, Eduardo Guerrero explora las fronteras del sonido y el movimiento en su canal oficial de YouTube, donde registra momentos de gira y videodanza experimental.

Cuando regresa a su casa disfruta el silencio. Y encuentra poesía en el haz de luz que se mete en la ciudad como unas aspas quijotescas al límite del precipicio. “Los faros siempre están al borde de algo, como el artista al borde del escenario, al borde de caer. ¿Caer hacia dónde? -se pregunta en voz alta-. Hacia el máximo éxito. Hacia la peor función, hacia la mejor… O simplemente sobre ese vértigo mismo. Creo que hay mucho de la poesía del faro en lo artístico”.

Para agendar

Faro, de Eduardo Guerrero. Sábado 28, a las 20, en el Teatro Presidente Alvear (Av. Corrientes 1659). Entradas desde $17.000

 El bailaor gaditano Eduardo Guerrero visita Buenos Aires este fin de semana y se presenta en el Teatro Presidente Alvear con un repertorio muy familiar  LA NACION