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domingo, julio 6, 2025
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PSG derrotó a Bayern Munich en un partidazo: mantuvo la esencia y festejó pese a terminar con 9 jugadores

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El fútbol suele ser tan injusto como la vida misma, y no solo por las abismales diferencias que el dinero establece entre clubes y países -tal como pudo comprobarse en este Mundial de Clubes-, sino por cuestiones mucho más sencillas de apreciar a simple vista. París Saint-Germain y Bayern Munich disputaron un partido de esos que no abundan, de los que no admiten el mínimo pestañeo porque puede implicar perderse detalles de alta calidad. Un duelo vibrante y emotivo de punta a punta, repleto de sutilezas técnicas y tácticas para deleite de los gustadores del buen juego. Y sin embargo, más allá del 2-0 que plantó al conjunto francés en semifinales, y hasta del gol postrero de Ousmane Dembélé en tiempo de descuento y cuando su equipo tenía dos hombres menos en la cancha, la bisagra hay que buscarla en un segundo maldito, en una acción fortuita, en una desgracia.

Se jugaba el tercer minuto de descuento de la primera mitad cuando Jamal Musiala, el talentosísimo enganche del Bayern que recuperaba la titularidad después de tres meses lesionado, fue a buscar una pelota que William Pacho pretendía que se fuese por la línea de fondo o que la tomara Gigi Donnarumma. El arquero del París Saint-Germain dudó un instante y cuando notó que podía llegar tarde se lanzó decidido con toda la potencia de su corpachón. Capturó el balón, pero su ímpetu provocó de manera involuntaria el choque con el jugador alemán. La consecuencia fue terrible. Musiala enganchó su pie izquierdo en el cuerpo del italiano y se fracturó el tobillo. El gesto desconsolado y el llanto inmediato de Donnarumma certificaron el diagnóstico incluso antes de que los médicos del Bayern se acercaran a atender a su jugador.

La desafortunada acción desfiguró un partido que, hasta ese segundo fatídico, era el de mayor vuelo futbolístico del Mundial. Anthony Taylor, el árbitro inglés de muy floja actuación, adelantó un minuto el final de la etapa. Al regreso de los vestuarios, y de manera incomprensible, parte del público comenzó a abuchear a Donnarumma cada vez que tocaba la pelota. El Bayern, que dentro de un desarrollo parejo había impuesto su plan en los 45 iniciales, demoró un cuarto de hora en volver a enchufarse, y cuando lo hizo extrañó la frescura que le brindan el toque y la gambeta de Musiala en el ataque.

El campeón de Europa, si bien continuó sin poder desplegar el juego que lo alzó a la cumbre, se sintió menos agobiado por la presión asfixiante y las marcas individuales dispuestas por Vincent Company como fórmula para trabarle la circulación fluida en la mitad de la cancha.

Lo mejor del partido

El duelo no perdió su voltaje, pero ya no fue el mismo. Había sorprendido el Bayern con sus persecuciones hombre a hombre por toda la cancha que implicaban la aparición de algunos de sus jugadores en lugares insospechados. De pronto, el central Tah quedaba parado como puntero derecho porque hasta allá se lo llevaba Fabián Ruiz; el lateral izquierdo Stanisic hacía lo mismo del otro lado para no despegarse de Barcola; el grandote Upamecano actuaba de lateral, donde padecía la velocidad del georgiano Kvaratskhelia, y Joshua Kimmich se adelantaba para tapar a Vitinha en la salida. La táctica funcionó. No pudo evitarle sustos a Manuel Neuer, que vio pasar cerca de su arco un par de disparos de Doué y Fabián, además de lucirse tapándole dos veces el remate a Kvaratskhelia en la misma jugada. Pero alcanzó para intranquilizar a Donnarumma, que debió estirar toda su osamenta para desviar un derechazo cruzado de Olise y un exquisito pase en profundidad de Pavlovic que Musiala apenas rozó y buscaba el palo izquierdo.

Incómodo por no sentirse dueño del encuentro, el PSG mostró en ese lapso las razones por las que acabaría festejando: no retrocedió ni renunció a su manera de entender el fútbol. Apoyado en la firmeza de Pacho (el planchazo sobre la tibia de Goretzka que le valió la roja directa a 8 minutos del final arruinó una actuación que era memorable), el incansable despliegue de Joao Neves y la capacidad de Vitinha para encontrar líneas abiertas de pase hasta en las peores condiciones, los de Luis Enrique aceptaron el desafío sin perder la compostura, conscientes de que llegaría su momento.

No se equivocó el PSG, que al final tuvo tres. Falló Barcola el primero en un mano a mano con Neuer, en el minuto 3 de la reanudación; lo perdió por centímetros Dembélé a los 28 aprovechando un blooper del veterano arquero alemán; y acertó Doué a los 34, con un zurdazo abajo desde el borde del área que sorprendió a Neuer y se metió contra el primer palo luego de una gran acción de Neves.

Lo que siguió desde ese instante hasta el final entra en el terreno de la emoción desbordada. A los 37 fue expulsado Pacho, apenas un minuto después que Luis Enrique modificara el esquema de los suyos para incluir tres centrales. A los 41 le anularon correctamente un gol de cabeza a Harry Kane por offside. Y a los 45 también se fue a las duchas Lucas Hernández por un codazo absurdo a Raphael Guerreiro.

Los minutos de descuento parecían condenados a ser un asedio total del Bayern. Lo intentó el conjunto bávaro, pero otra vez se encontró con la personalidad y la confianza en sí mismo de un equipo que atraviesa un presente luminoso. 9 contra 11, el PSG puso sobre la cancha los argumentos que lo han instalado en la cima. En lugar de quitarse la pelota de encima como sea y lo más lejos posible, no dejó de intentar la salida coordinada desde su área. Lo hizo una vez, Vitinha dejó solo a Dembélé y el travesaño devolvió su disparo. Lo hizo una segunda, el inagotable Ashraf Hakimi se quitó tres adversarios de encima sobre la derecha del área germana, asistió a Dembélé y el derechazo cruzado cerró el espectáculo con el 2-0.

Se fue del Mundial el Bayern Munich, pagando muy caro aquella derrota contra el Benfica que lo llevó a la parte más dura del cuadro. Sigue adelante el PSG, agregando su capacidad de resiliencia a las múltiples herramientas que posee para mantener su senda exitosa. El fútbol, a veces tan injusto como la vida misma, quiso opacar con una acción desgraciada el valor de un partido fantástico. Esta vez, por suerte, fracasó en el intento.

El fútbol suele ser tan injusto como la vida misma, y no solo por las abismales diferencias que el dinero establece entre clubes y países -tal como pudo comprobarse en este Mundial de Clubes-, sino por cuestiones mucho más sencillas de apreciar a simple vista. París Saint-Germain y Bayern Munich disputaron un partido de esos que no abundan, de los que no admiten el mínimo pestañeo porque puede implicar perderse detalles de alta calidad. Un duelo vibrante y emotivo de punta a punta, repleto de sutilezas técnicas y tácticas para deleite de los gustadores del buen juego. Y sin embargo, más allá del 2-0 que plantó al conjunto francés en semifinales, y hasta del gol postrero de Ousmane Dembélé en tiempo de descuento y cuando su equipo tenía dos hombres menos en la cancha, la bisagra hay que buscarla en un segundo maldito, en una acción fortuita, en una desgracia.

Se jugaba el tercer minuto de descuento de la primera mitad cuando Jamal Musiala, el talentosísimo enganche del Bayern que recuperaba la titularidad después de tres meses lesionado, fue a buscar una pelota que William Pacho pretendía que se fuese por la línea de fondo o que la tomara Gigi Donnarumma. El arquero del París Saint-Germain dudó un instante y cuando notó que podía llegar tarde se lanzó decidido con toda la potencia de su corpachón. Capturó el balón, pero su ímpetu provocó de manera involuntaria el choque con el jugador alemán. La consecuencia fue terrible. Musiala enganchó su pie izquierdo en el cuerpo del italiano y se fracturó el tobillo. El gesto desconsolado y el llanto inmediato de Donnarumma certificaron el diagnóstico incluso antes de que los médicos del Bayern se acercaran a atender a su jugador.

La desafortunada acción desfiguró un partido que, hasta ese segundo fatídico, era el de mayor vuelo futbolístico del Mundial. Anthony Taylor, el árbitro inglés de muy floja actuación, adelantó un minuto el final de la etapa. Al regreso de los vestuarios, y de manera incomprensible, parte del público comenzó a abuchear a Donnarumma cada vez que tocaba la pelota. El Bayern, que dentro de un desarrollo parejo había impuesto su plan en los 45 iniciales, demoró un cuarto de hora en volver a enchufarse, y cuando lo hizo extrañó la frescura que le brindan el toque y la gambeta de Musiala en el ataque.

El campeón de Europa, si bien continuó sin poder desplegar el juego que lo alzó a la cumbre, se sintió menos agobiado por la presión asfixiante y las marcas individuales dispuestas por Vincent Company como fórmula para trabarle la circulación fluida en la mitad de la cancha.

Lo mejor del partido

El duelo no perdió su voltaje, pero ya no fue el mismo. Había sorprendido el Bayern con sus persecuciones hombre a hombre por toda la cancha que implicaban la aparición de algunos de sus jugadores en lugares insospechados. De pronto, el central Tah quedaba parado como puntero derecho porque hasta allá se lo llevaba Fabián Ruiz; el lateral izquierdo Stanisic hacía lo mismo del otro lado para no despegarse de Barcola; el grandote Upamecano actuaba de lateral, donde padecía la velocidad del georgiano Kvaratskhelia, y Joshua Kimmich se adelantaba para tapar a Vitinha en la salida. La táctica funcionó. No pudo evitarle sustos a Manuel Neuer, que vio pasar cerca de su arco un par de disparos de Doué y Fabián, además de lucirse tapándole dos veces el remate a Kvaratskhelia en la misma jugada. Pero alcanzó para intranquilizar a Donnarumma, que debió estirar toda su osamenta para desviar un derechazo cruzado de Olise y un exquisito pase en profundidad de Pavlovic que Musiala apenas rozó y buscaba el palo izquierdo.

Incómodo por no sentirse dueño del encuentro, el PSG mostró en ese lapso las razones por las que acabaría festejando: no retrocedió ni renunció a su manera de entender el fútbol. Apoyado en la firmeza de Pacho (el planchazo sobre la tibia de Goretzka que le valió la roja directa a 8 minutos del final arruinó una actuación que era memorable), el incansable despliegue de Joao Neves y la capacidad de Vitinha para encontrar líneas abiertas de pase hasta en las peores condiciones, los de Luis Enrique aceptaron el desafío sin perder la compostura, conscientes de que llegaría su momento.

No se equivocó el PSG, que al final tuvo tres. Falló Barcola el primero en un mano a mano con Neuer, en el minuto 3 de la reanudación; lo perdió por centímetros Dembélé a los 28 aprovechando un blooper del veterano arquero alemán; y acertó Doué a los 34, con un zurdazo abajo desde el borde del área que sorprendió a Neuer y se metió contra el primer palo luego de una gran acción de Neves.

Lo que siguió desde ese instante hasta el final entra en el terreno de la emoción desbordada. A los 37 fue expulsado Pacho, apenas un minuto después que Luis Enrique modificara el esquema de los suyos para incluir tres centrales. A los 41 le anularon correctamente un gol de cabeza a Harry Kane por offside. Y a los 45 también se fue a las duchas Lucas Hernández por un codazo absurdo a Raphael Guerreiro.

Los minutos de descuento parecían condenados a ser un asedio total del Bayern. Lo intentó el conjunto bávaro, pero otra vez se encontró con la personalidad y la confianza en sí mismo de un equipo que atraviesa un presente luminoso. 9 contra 11, el PSG puso sobre la cancha los argumentos que lo han instalado en la cima. En lugar de quitarse la pelota de encima como sea y lo más lejos posible, no dejó de intentar la salida coordinada desde su área. Lo hizo una vez, Vitinha dejó solo a Dembélé y el travesaño devolvió su disparo. Lo hizo una segunda, el inagotable Ashraf Hakimi se quitó tres adversarios de encima sobre la derecha del área germana, asistió a Dembélé y el derechazo cruzado cerró el espectáculo con el 2-0.

Se fue del Mundial el Bayern Munich, pagando muy caro aquella derrota contra el Benfica que lo llevó a la parte más dura del cuadro. Sigue adelante el PSG, agregando su capacidad de resiliencia a las múltiples herramientas que posee para mantener su senda exitosa. El fútbol, a veces tan injusto como la vida misma, quiso opacar con una acción desgraciada el valor de un partido fantástico. Esta vez, por suerte, fracasó en el intento.

 Se clasificó a las semifinales tras vencer 2-0; la noticia negativa fue la terrible lesión de Jamal Musiala en el equipo alemán, sobre el final del primer tiempo  LA NACION