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miércoles, julio 16, 2025
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La ciencia advierte sobre los riesgos de la moda de meterse en bañeras con hielo

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La inmersión en agua fría es una actividad que divide a las personas: a unos les encanta y otros la detestan. Pero, lo cierto es que son muchos los que la practican semanalmente, o incluso a diario, convencidos de que es positiva para su salud mental y física.

También llamada crioterapia, la inmersión en agua fría puede consistir en nadar al aire libre –en lagos, ríos o el océano–, darse duchas frías o incluso sumergirse en un baño de hielo. Desde hace tiempo, los deportistas la utilizan para reducir el dolor muscular y acelerar la recuperación, pasando alrededor de diez minutos después del ejercicio en agua fría a unos 10-15 °C.

Además, la inmersión en agua fría también se utilizó para ayudar a tratar los síntomas de la depresión, el dolor y la migraña. De hecho, hay muchos relatos de cómo la terapia con agua fría cambió vidas, curado corazones rotos y ayudado a la gente en momentos difíciles.

Aunque muchos estudios identificaron beneficios relacionados con los baños de hielo y la recuperación tras el ejercicio, un estudio de 2014 descubrió que podría tratarse de un efecto placebo.

En realidad, la investigación sobre los beneficios potenciales de la terapia con agua fría o la natación al aire libre está en sus primeras etapas y aún no hay datos científicos que la respalden. Para cualquier actividad que pretenda tener un efecto terapéutico, el requisito mínimo es que “no haga daño”. Pues bien, eso es algo que no podemos decir del agua fría, que conlleva bastantes riesgos.

De hecho, todo apunta a que menos es más cuando se trata de inmersión en agua fría. Dicho de otro modo, sumergirse en agua más fría o permanecer en ella durante más tiempo no es mejor para usted. De hecho, puede tener el efecto contrario.

Uno de los problemas poco conocidos asociados a la inmersión en agua fría es lo que se conoce como lesión por frío no congelante. Cuando nos exponemos al frío, es normal que las manos y los pies se sientan muy fríos o entumecidos y que sientan hormigueo o dolor al volver a calentarse. Para la mayoría de las personas, estos síntomas son transitorios, y las sensaciones normales vuelven en pocos minutos. Pero para las personas con lesiones por frío no glacial, estos síntomas (dolor, alteración de la sensibilidad y sensibilidad al frío) pueden persistir en las zonas afectadas durante muchos años debido a daños en los nervios y los vasos sanguíneos.

La inmersión en agua fría es una actividad que divide a las personas: a unos les encanta y otros la detestan. Pero, lo cierto es que son muchos los que la practican semanalmente, o incluso a diario, convencidos de que es positiva para su salud mental y física.

También llamada crioterapia, la inmersión en agua fría puede consistir en nadar al aire libre –en lagos, ríos o el océano–, darse duchas frías o incluso sumergirse en un baño de hielo. Desde hace tiempo, los deportistas la utilizan para reducir el dolor muscular y acelerar la recuperación, pasando alrededor de diez minutos después del ejercicio en agua fría a unos 10-15 °C.

Además, la inmersión en agua fría también se utilizó para ayudar a tratar los síntomas de la depresión, el dolor y la migraña. De hecho, hay muchos relatos de cómo la terapia con agua fría cambió vidas, curado corazones rotos y ayudado a la gente en momentos difíciles.

Aunque muchos estudios identificaron beneficios relacionados con los baños de hielo y la recuperación tras el ejercicio, un estudio de 2014 descubrió que podría tratarse de un efecto placebo.

En realidad, la investigación sobre los beneficios potenciales de la terapia con agua fría o la natación al aire libre está en sus primeras etapas y aún no hay datos científicos que la respalden. Para cualquier actividad que pretenda tener un efecto terapéutico, el requisito mínimo es que “no haga daño”. Pues bien, eso es algo que no podemos decir del agua fría, que conlleva bastantes riesgos.

De hecho, todo apunta a que menos es más cuando se trata de inmersión en agua fría. Dicho de otro modo, sumergirse en agua más fría o permanecer en ella durante más tiempo no es mejor para usted. De hecho, puede tener el efecto contrario.

Uno de los problemas poco conocidos asociados a la inmersión en agua fría es lo que se conoce como lesión por frío no congelante. Cuando nos exponemos al frío, es normal que las manos y los pies se sientan muy fríos o entumecidos y que sientan hormigueo o dolor al volver a calentarse. Para la mayoría de las personas, estos síntomas son transitorios, y las sensaciones normales vuelven en pocos minutos. Pero para las personas con lesiones por frío no glacial, estos síntomas (dolor, alteración de la sensibilidad y sensibilidad al frío) pueden persistir en las zonas afectadas durante muchos años debido a daños en los nervios y los vasos sanguíneos.

 Uno de los problemas no tan conocidos asociados a esta práctica es lo que se conoce como lesión por frío no congelante  LA NACION