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jueves, julio 17, 2025
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“Te movés al ritmo del viento”: cómo es volar sin motor ni control de dirección

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En Cinco semanas en globo (1863), el escritor francés Julio Verne relata las hazañas del doctor Samuel Fergusson, un viajero y periodista aventurero que se propone sobrevolar en un globo hinchado con hidrógeno el territorio del África medio oriental, acompañado por su criado Joe y su amigo Dick Kennedy. Los tres exploradores inician su viaje en la isla de Zanzíbar y durante las cinco semanas subsiguientes atraviesan los Montes de la Luna, el lago Victoria, el Nilo, los montes Auríferos, el lago Chad, el desierto del Sahara y el Río Níger hasta llegar a las cataratas de Gouina, cuando emprenden el viaje de regreso a Inglaterra.

Transcurría el siglo XIX y volar en globo aerostático era una proeza reservada para algunos pocos aventureros. Sin embargo, más de un siglo y medio después, es una experiencia realizable muy cerca de la ciudad de Buenos Aires y en distintos puntos del país.

Al igual que en las páginas de Julio Verne, esta travesía no está exenta de una buena dosis de aventura, ya que el piloto controlará la altura del globo y se guiará por las corrientes de aire, pero no podrá determinar de antemano el lugar de aterrizaje.

Los despegues se realizan al amanecer o al atardecer, cuando los vientos se calman y el cielo ofrece las mejores condiciones para elevarse y volar como aquellos intrépidos aventureros.

Un viaje con Flotar en globo

“Los vuelos nunca son iguales y se realizan con un vehículo de apoyo, que se encargará de recoger a los aventureros una vez que aterricen. Pueden durar entre 20 a 45 minutos aproximadamente, de acuerdo a condiciones climáticas. Y para el descenso el piloto buscará elegir un campo, cerca de un camino, preferentemente sin siembras ni animales”, explica Adrián Barozza, de Flotar en Globo, piloto con más de 2000 vuelos en su haber, instructor y fabricante de globos.

Y añade que “son vuelo son grupales (de cuatro o cinco personas) y para ciertas ocasiones se puede contratar el globo en modalidad cautivo, es decir, amarrado para que permanezca en el sitio y ascienda unos metros. En cualquier caso, recomendamos tener disponibilidad en días de semana para aumentar las posibilidades de vuelo, ya que para volar necesitamos vientos menores a 15 kilómetros por hora”.

Y añade: “Como requisitos, los pasajeros deben pesar hasta 100 kilos (cada uno), tener entre 6 y 70 años y buena aptitud física. Se recomienda llevar ropa cómoda (buzo, pantalón largo, calzado fuerte), repelente para insectos y cámara para sacarse fotos y hacer videos”.

El paseo comienza a cobrar forma la noche anterior al vuelo, cuando el piloto se comunica para confirmar que las condiciones meteorológicas son propicias.

“Fue un regalo de cumpleaños para Flor, mi esposa. Ella siempre soñó con la posibilidad de viajar en globo, y después de contactar a los chicos de Lujan acordamos el día para hacer el vuelo. Fuimos con nuestros hijos Pedro (8) y Lola (15) y una vez que llegamos al campo de vuelo, a medida que nos iban explicando cómo sería fuimos armando con ellos el globo. Subirnos fue una locura, algo inexplicable, una experiencia hermosa, con una vista maravillosa del amanecer. Nos sentimos seguros desde el principio, lo disfrutamos mucho y en el aterrizaje nos morimos de risa. Una experiencia espectacular, desde el comienzo hasta el final”, recuerda Roger el bautismo que hicieron junto a su familia unas semanas atrás.

Ya en el aeródromo, se despliega la envoltura del globo y se procede al inflado con ayuda de los pasajeros. Primero se utilizan ventiladores para llenarlo de aire frío, luego se calienta con quemadores de gas propano hasta que el globo se alza completamente sobre su eje y rompe el punto de equilibrio, listo para despegar. El tiempo de inflado varía entre 10 y 20 minutos y el resultado es asombroso. De repente, la envoltura del globo, de unos 3000 metros cúbicos de aire, mide 26 metros de altura, el equivalente a un edificio de siete pisos.

Acto seguido, los participantes ingresan al interior de la barquilla de mimbre y ratán, listos para navegar. Entonces, el capitán ordena soltar amarras y muy lentamente, comienza el ascenso, muy suave, a razón de un metro o un metro y medio por segundo. Y así continúa hasta alcanzar una altura de 200 metros, como un balcón privilegiado para asomarse y disfrutar del crepúsculo del amanecer, con una magnífica vista aérea de 360 grados, combinada con el placer de flotar en el aire, la vista de un horizonte sin límites y la sensación de libertad que inspira la pampa.

Un vuelo con Rosario En Globo

“El globo no tiene motor ni control direccional, te movés al ritmo del viento. Eso genera una conexión muy profunda con la naturaleza y el momento presente. No hay vértigo ni ruido. Es una experiencia tan suave como poderosa: flotás en silencio, con una vista 360° del paisaje… y de vos mismo. Lo describiría no solo como un vuelo, sino como una pausa en el tiempo. La mayor virtud es la sensación de libertad absoluta”, señala por su parte Fernando Cescato, piloto y fundador de EnGlobo, empresa dedicada a vuelos turísticos y publicitarios en globo aerostático en la ciudad de Rosario.

Y añade: “Cada vuelo es distinto. Cambia la luz, cambia el viento, cambia la gente que llevás. Y eso te mantiene vivo. Hay días que sigo mirando el amanecer desde el aire como si fuera la primera vez. La adrenalina no se pierde: simplemente se transforma en una sensación de plenitud. En una época donde todo es pantalla, un vuelo en globo es volver a mirar el mundo con otros ojos. Ese es el verdadero combustible que nos hace seguir volando”.

Luego de cubrir una distancia de aproximadamente 10 kilómetros, el descenso es tan suave como el ascenso. Al entrar en contacto con tierra, la barquilla termina por arrastrarse unos cuantos metros sobre la superficie del campo hasta detenerse completamente. Ha llegado el final del vuelo.

En Cinco semanas en globo (1863), el escritor francés Julio Verne relata las hazañas del doctor Samuel Fergusson, un viajero y periodista aventurero que se propone sobrevolar en un globo hinchado con hidrógeno el territorio del África medio oriental, acompañado por su criado Joe y su amigo Dick Kennedy. Los tres exploradores inician su viaje en la isla de Zanzíbar y durante las cinco semanas subsiguientes atraviesan los Montes de la Luna, el lago Victoria, el Nilo, los montes Auríferos, el lago Chad, el desierto del Sahara y el Río Níger hasta llegar a las cataratas de Gouina, cuando emprenden el viaje de regreso a Inglaterra.

Transcurría el siglo XIX y volar en globo aerostático era una proeza reservada para algunos pocos aventureros. Sin embargo, más de un siglo y medio después, es una experiencia realizable muy cerca de la ciudad de Buenos Aires y en distintos puntos del país.

Al igual que en las páginas de Julio Verne, esta travesía no está exenta de una buena dosis de aventura, ya que el piloto controlará la altura del globo y se guiará por las corrientes de aire, pero no podrá determinar de antemano el lugar de aterrizaje.

Los despegues se realizan al amanecer o al atardecer, cuando los vientos se calman y el cielo ofrece las mejores condiciones para elevarse y volar como aquellos intrépidos aventureros.

Un viaje con Flotar en globo

“Los vuelos nunca son iguales y se realizan con un vehículo de apoyo, que se encargará de recoger a los aventureros una vez que aterricen. Pueden durar entre 20 a 45 minutos aproximadamente, de acuerdo a condiciones climáticas. Y para el descenso el piloto buscará elegir un campo, cerca de un camino, preferentemente sin siembras ni animales”, explica Adrián Barozza, de Flotar en Globo, piloto con más de 2000 vuelos en su haber, instructor y fabricante de globos.

Y añade que “son vuelo son grupales (de cuatro o cinco personas) y para ciertas ocasiones se puede contratar el globo en modalidad cautivo, es decir, amarrado para que permanezca en el sitio y ascienda unos metros. En cualquier caso, recomendamos tener disponibilidad en días de semana para aumentar las posibilidades de vuelo, ya que para volar necesitamos vientos menores a 15 kilómetros por hora”.

Y añade: “Como requisitos, los pasajeros deben pesar hasta 100 kilos (cada uno), tener entre 6 y 70 años y buena aptitud física. Se recomienda llevar ropa cómoda (buzo, pantalón largo, calzado fuerte), repelente para insectos y cámara para sacarse fotos y hacer videos”.

El paseo comienza a cobrar forma la noche anterior al vuelo, cuando el piloto se comunica para confirmar que las condiciones meteorológicas son propicias.

“Fue un regalo de cumpleaños para Flor, mi esposa. Ella siempre soñó con la posibilidad de viajar en globo, y después de contactar a los chicos de Lujan acordamos el día para hacer el vuelo. Fuimos con nuestros hijos Pedro (8) y Lola (15) y una vez que llegamos al campo de vuelo, a medida que nos iban explicando cómo sería fuimos armando con ellos el globo. Subirnos fue una locura, algo inexplicable, una experiencia hermosa, con una vista maravillosa del amanecer. Nos sentimos seguros desde el principio, lo disfrutamos mucho y en el aterrizaje nos morimos de risa. Una experiencia espectacular, desde el comienzo hasta el final”, recuerda Roger el bautismo que hicieron junto a su familia unas semanas atrás.

Ya en el aeródromo, se despliega la envoltura del globo y se procede al inflado con ayuda de los pasajeros. Primero se utilizan ventiladores para llenarlo de aire frío, luego se calienta con quemadores de gas propano hasta que el globo se alza completamente sobre su eje y rompe el punto de equilibrio, listo para despegar. El tiempo de inflado varía entre 10 y 20 minutos y el resultado es asombroso. De repente, la envoltura del globo, de unos 3000 metros cúbicos de aire, mide 26 metros de altura, el equivalente a un edificio de siete pisos.

Acto seguido, los participantes ingresan al interior de la barquilla de mimbre y ratán, listos para navegar. Entonces, el capitán ordena soltar amarras y muy lentamente, comienza el ascenso, muy suave, a razón de un metro o un metro y medio por segundo. Y así continúa hasta alcanzar una altura de 200 metros, como un balcón privilegiado para asomarse y disfrutar del crepúsculo del amanecer, con una magnífica vista aérea de 360 grados, combinada con el placer de flotar en el aire, la vista de un horizonte sin límites y la sensación de libertad que inspira la pampa.

Un vuelo con Rosario En Globo

“El globo no tiene motor ni control direccional, te movés al ritmo del viento. Eso genera una conexión muy profunda con la naturaleza y el momento presente. No hay vértigo ni ruido. Es una experiencia tan suave como poderosa: flotás en silencio, con una vista 360° del paisaje… y de vos mismo. Lo describiría no solo como un vuelo, sino como una pausa en el tiempo. La mayor virtud es la sensación de libertad absoluta”, señala por su parte Fernando Cescato, piloto y fundador de EnGlobo, empresa dedicada a vuelos turísticos y publicitarios en globo aerostático en la ciudad de Rosario.

Y añade: “Cada vuelo es distinto. Cambia la luz, cambia el viento, cambia la gente que llevás. Y eso te mantiene vivo. Hay días que sigo mirando el amanecer desde el aire como si fuera la primera vez. La adrenalina no se pierde: simplemente se transforma en una sensación de plenitud. En una época donde todo es pantalla, un vuelo en globo es volver a mirar el mundo con otros ojos. Ese es el verdadero combustible que nos hace seguir volando”.

Luego de cubrir una distancia de aproximadamente 10 kilómetros, el descenso es tan suave como el ascenso. Al entrar en contacto con tierra, la barquilla termina por arrastrarse unos cuantos metros sobre la superficie del campo hasta detenerse completamente. Ha llegado el final del vuelo.

 Los despegues se realizan al amanecer o al atardecer, cuando los vientos se calman y el cielo ofrece las mejores condiciones para elevarse  LA NACION