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viernes, agosto 8, 2025
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Casas de barro modernas: ¿cuánto cuestan y cómo se construyen?

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En la fábula infantil de Los tres chanchitos, la casa de paja es la del cerdito más holgazán y, por ende, la más vulnerable a los embates del lobo. La de material, la más resistente y eficiente. Sin embargo, ese cuento “aleccionador” hoy no sería el que mejor refleja la realidad, por lo menos en el mundo de la construcción.

Las casas de barro modernas son hoy una opción que, de a poco, van dejando atrás ese espíritu excéntrico que las rodea, para convertirse en una solución ecológica y económica. La bioconstrucción es una disciplina dentro de la arquitectura que utiliza recursos del lugar donde se construye, como materiales naturales propios de ese entorno.

Así está la tabla de precios de la construcción en agosto 2025

Aunque basadas en muchos casos en técnicas de construcción ancestrales, el mundo de las casas de barro modernas ofrece tantas opciones como artesanos dispuestos a construirlas. Y un recorrido por los distintos ejemplos que pueden encontrarse alrededor del planeta es una aventura sorprendente.

Uno de ellos es el de la casa que construyeron Daniel y Katherine Ray en Montana, Estados Unidos. La vivienda tiene 220 metros cuadrados y les costó solo US$20.000. Hecha con arcilla, arena y paja, se inspiraron en unas construcciones de adobe que descubrieron en una visita a Gales. Sin ningún tipo de experiencia ni títulos en el rubro de la construcción (ambos son antropólogos), consultaron libros y tutoriales antes de ponerse manos a la obra. En una tierra que era propiedad familiar, primero construyeron una casa de 91 metros cuadrados. Y tres años más tarde se “mudaron” a una mucho más amplia y cómoda, que levantaron en un lote que lograron adquirir.

Daniel y Katherine trabajaron en la propiedad durante casi tres años, destinando unas 40 horas por semana a contra turno, pues los dos tenían otro empleo. Con sus pies mezclaron tierra, arcilla, paja y agua para hacer la mazorca, el material esencial para levantar las paredes. Incluso, diseñaron y construyeron los muebles que hoy le dan forma al hogar que hoy disfrutan con su hija.

Qué hacer si un inquilino no paga el alquiler

Mucho más cerca que Montana, queda Agrelo, en Luján de Cuyo, Mendoza. Allí, en pleno desierto mendocino, Chozos Resort es un complejo turístico ideado por el artista Sergio Roggerone inspirado en la arquitectura de los pueblos originarios de la región. Las “habitaciones” del hotel evocan las antiguas chozas de barro y paja, con techos circulares y cúpulas abovedadas. Para su construcción se utilizaron materiales de la zona. Cada unidad está revestida con totora trenzada y barro y los ladrillos fueron cocidos en hornos de cerámica tradicionales. El resultado es un singular proyecto de “chozas glam” que se ajustan perfectamente al paisaje andino.

También en la Argentina hay una casa de barro ubicada en el Valle de Calamuchita, en las sierras de Córdoba, que es un ejemplo notable de las construcciones con tierra estabilizada porque se utilizó el suelo local para crear un refugio que resulta tanto sostenible como acogedor.

Construida por el Estudio de Bioarquitectura Hombre de Barro, esta vivienda es un refugio térmicamente eficiente, que incorpora diseño bioclimático, energías renovables y procesos constructivos de bajo impacto, reflejando una sinergia entre la arquitectura contemporánea y el respeto por el medio ambiente.

Estos casos revelan la gran diversidad que puede encontrarse en el mundo de la bioconstrucción. Sin embargo, pueden encontrarse algunas técnicas medianamente estandarizadas. Para la construcción de paredes, por ejemplo, pueden hacerse con barro extraído del segundo perfil de la tierra, alguna fibra para soportar las tracciones (paja, lana de oveja, hilo de coco, hoja de caña, retazos de tela o pasto seco) y arena y agua para la mezcla. Para la construcción del techo, por su parte, la opción del techo vivo es un machimbrado con plástico y una tela con un sustrato por encima para que crezcan plantas, y la opción del techo de paja puede hacerse con entramado (dura muchos más años) o en fascículos (tiene menos vida útil, entre unos cinco a ocho años).

La versión más futurista

De barro y en 3D. La tecnología se combina con el material más antiguo y elemental de todos para dar forma a la primera vivienda sostenible construida 100% con tierra cruda del mismo lugar donde se implanta, y en tiempo récord. En otras palabras: el eterno e infalible adobe en su versión más sofisticada.Tecla es el nombre de este proyecto, resultado de una profunda investigación sobre las antiguas prácticas constructivas y las posibilidades de la tecnología del siglo XXI, y desarrollado en conjunto por el arquitecto italiano Mario Cucinellay Massimo Moretti, fundador del estudio Wasp de impresión 3D.

Ubicada en la localidad de Massa Lombarda (Ravenna, Italia), en total la ejecución de Tecla demandó 200 horas de impresión, 7000 códigos máquina (código G), 350 capas de barro de 12 mm, 150 km de extrusión y 60 metros cúbicos de materiales naturales para un consumo medio inferior a los 6 kW. Durante el proceso se usaron dos brazos de impresora sincronizados en simultáneo gracias a un software capaz de optimizar los movimientos, evitar colisiones y garantizar un funcionamiento ágil.

En la fábula infantil de Los tres chanchitos, la casa de paja es la del cerdito más holgazán y, por ende, la más vulnerable a los embates del lobo. La de material, la más resistente y eficiente. Sin embargo, ese cuento “aleccionador” hoy no sería el que mejor refleja la realidad, por lo menos en el mundo de la construcción.

Las casas de barro modernas son hoy una opción que, de a poco, van dejando atrás ese espíritu excéntrico que las rodea, para convertirse en una solución ecológica y económica. La bioconstrucción es una disciplina dentro de la arquitectura que utiliza recursos del lugar donde se construye, como materiales naturales propios de ese entorno.

Así está la tabla de precios de la construcción en agosto 2025

Aunque basadas en muchos casos en técnicas de construcción ancestrales, el mundo de las casas de barro modernas ofrece tantas opciones como artesanos dispuestos a construirlas. Y un recorrido por los distintos ejemplos que pueden encontrarse alrededor del planeta es una aventura sorprendente.

Uno de ellos es el de la casa que construyeron Daniel y Katherine Ray en Montana, Estados Unidos. La vivienda tiene 220 metros cuadrados y les costó solo US$20.000. Hecha con arcilla, arena y paja, se inspiraron en unas construcciones de adobe que descubrieron en una visita a Gales. Sin ningún tipo de experiencia ni títulos en el rubro de la construcción (ambos son antropólogos), consultaron libros y tutoriales antes de ponerse manos a la obra. En una tierra que era propiedad familiar, primero construyeron una casa de 91 metros cuadrados. Y tres años más tarde se “mudaron” a una mucho más amplia y cómoda, que levantaron en un lote que lograron adquirir.

Daniel y Katherine trabajaron en la propiedad durante casi tres años, destinando unas 40 horas por semana a contra turno, pues los dos tenían otro empleo. Con sus pies mezclaron tierra, arcilla, paja y agua para hacer la mazorca, el material esencial para levantar las paredes. Incluso, diseñaron y construyeron los muebles que hoy le dan forma al hogar que hoy disfrutan con su hija.

Qué hacer si un inquilino no paga el alquiler

Mucho más cerca que Montana, queda Agrelo, en Luján de Cuyo, Mendoza. Allí, en pleno desierto mendocino, Chozos Resort es un complejo turístico ideado por el artista Sergio Roggerone inspirado en la arquitectura de los pueblos originarios de la región. Las “habitaciones” del hotel evocan las antiguas chozas de barro y paja, con techos circulares y cúpulas abovedadas. Para su construcción se utilizaron materiales de la zona. Cada unidad está revestida con totora trenzada y barro y los ladrillos fueron cocidos en hornos de cerámica tradicionales. El resultado es un singular proyecto de “chozas glam” que se ajustan perfectamente al paisaje andino.

También en la Argentina hay una casa de barro ubicada en el Valle de Calamuchita, en las sierras de Córdoba, que es un ejemplo notable de las construcciones con tierra estabilizada porque se utilizó el suelo local para crear un refugio que resulta tanto sostenible como acogedor.

Construida por el Estudio de Bioarquitectura Hombre de Barro, esta vivienda es un refugio térmicamente eficiente, que incorpora diseño bioclimático, energías renovables y procesos constructivos de bajo impacto, reflejando una sinergia entre la arquitectura contemporánea y el respeto por el medio ambiente.

Estos casos revelan la gran diversidad que puede encontrarse en el mundo de la bioconstrucción. Sin embargo, pueden encontrarse algunas técnicas medianamente estandarizadas. Para la construcción de paredes, por ejemplo, pueden hacerse con barro extraído del segundo perfil de la tierra, alguna fibra para soportar las tracciones (paja, lana de oveja, hilo de coco, hoja de caña, retazos de tela o pasto seco) y arena y agua para la mezcla. Para la construcción del techo, por su parte, la opción del techo vivo es un machimbrado con plástico y una tela con un sustrato por encima para que crezcan plantas, y la opción del techo de paja puede hacerse con entramado (dura muchos más años) o en fascículos (tiene menos vida útil, entre unos cinco a ocho años).

La versión más futurista

De barro y en 3D. La tecnología se combina con el material más antiguo y elemental de todos para dar forma a la primera vivienda sostenible construida 100% con tierra cruda del mismo lugar donde se implanta, y en tiempo récord. En otras palabras: el eterno e infalible adobe en su versión más sofisticada.Tecla es el nombre de este proyecto, resultado de una profunda investigación sobre las antiguas prácticas constructivas y las posibilidades de la tecnología del siglo XXI, y desarrollado en conjunto por el arquitecto italiano Mario Cucinellay Massimo Moretti, fundador del estudio Wasp de impresión 3D.

Ubicada en la localidad de Massa Lombarda (Ravenna, Italia), en total la ejecución de Tecla demandó 200 horas de impresión, 7000 códigos máquina (código G), 350 capas de barro de 12 mm, 150 km de extrusión y 60 metros cúbicos de materiales naturales para un consumo medio inferior a los 6 kW. Durante el proceso se usaron dos brazos de impresora sincronizados en simultáneo gracias a un software capaz de optimizar los movimientos, evitar colisiones y garantizar un funcionamiento ágil.

 Amigables con el entorno y basadas en técnicas ancestrales, la bioconstrucción gana cada vez más adeptos.  LA NACION