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domingo, agosto 10, 2025
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Las lecciones de la última retirada de Gaza y la tormenta que desató

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Mucho antes de que Donald Trump expresara su sueño de convertir la Franja de Gaza en “la Riviera de Medio Oriente”, pasando de la devastación y la pobreza al lujo y la opulencia, hubo quienes tuvieron una visión por el estilo. Solo que la comparación era con Hong Kong.

¿Por qué Hong Kong? Quizás por el tamaño. Nada más podía emparentar a la Franja de Gaza con el enclave financiero chino. El símil reflejaba el optimismo reinante en 2005 sobre el futuro de Gaza cuando Israel, que la ocupaba militarmente desde 1967, decidió la retirada. Se decía que Gaza sería “el Hong Kong de Medio Oriente”. Otros quizás se ahorraban la metáfora, pero no el entusiasmo.

“El fin del control y la responsabilidad de Israel sobre la Franja de Gaza permite a los palestinos, si así lo desean, desarrollar su economía y construir una sociedad que busque la paz, que sea desarrollada, libre, respetuosa de la ley y transparente, y que se adhiera a los principios democráticos”, dijo el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, en la Asamblea General de la ONU, semanas después de la retirada.

Por estos días se cumplen veinte años de ese hito histórico, cuando Israel abandonó el territorio gazatí, entre los meses de agosto y septiembre de 2005. La fecha simbólica coincide con la intención bastante explícita del actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, de dominar cada metro cuadrado restante del enclave palestino, y más adelante entregárselo a una fuerza de países árabes. Otra conquista. Como si no hubiera corrido el reloj, una vuelta atrás a una estrategia que parecía superada.

¿Cómo fue esa primera conquista israelí, y por qué el gobierno de Ariel Sharon ordenó años más tarde la llamada “desconexión” o retirada? Cada detalle aporta pistas para entender qué podría esperarse en esta nueva fase del conflicto, en la que Israel busca completar su ofensiva y ocupar por completo un territorio del que ya controla el 75%.

Miles de tropas y colonos se asentaron en Gaza desde 1967, cuando el Ejército tomó posesión tras una de las múltiples guerras entre árabes e israelíes, en el constante vaivén que dejaban las recurrentes disputas.

Durante varios años, el clima en esa estrecha parte del mundo bajo administración militar fue de relativa calma, según explicó a LA NACION Shaul Bartal, investigador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat y del Instituto de Oriente de la Universidad de Lisboa. “Había mucho movimiento en las dos direcciones y era bastante pacífico. Había trabajo en Gaza y los árabes que lo querían podían viajar a las ciudades israelíes y trabajar en Israel”, señaló.

Los colonos israelíes, distribuidos en 21 asentamientos, se llevaban la mejor parte. Después de todo, seguía siendo una ocupación. Según Amnistía Internacional, por ejemplo, hubo palestinos que debieron abandonar sus tierras, se destruyeron hogares, y se reprimieron incluso las formas no violentas de disidencia política.

La Segunda Intifada o levantamiento palestino, que estalló en el año 2000, hizo cada vez más difícil mantener la presencia militar y civil. En ese nuevo contexto, la sociedad israelí no estaba de acuerdo con mantener a miles de colonos a cualquier costo y arriesgar la vida de sus soldados. Prevaleció el consenso de que extender la estadía en Gaza no valía la pena.

“En los últimos años, si querías viajar a los asentamientos necesitabas al menos dos jeeps militares que te escoltaran desde el check-point. Israel tenía patrullas en todos los caminos. Los terroristas disparaban desde los edificios y tiraban piedras y morteros. A veces había explosivos en el camino. Para los colonos era como vivir en un fuerte”, dijo Bartal al recordar sus visitas a la zona.

Del Premio Nobel al papel mojado

Israel ya se había retirado parcialmente de Gaza luego de los Acuerdos de Oslo de 1993. Eran los mismos acuerdos que ilusionaron al mundo con que la vida en común entre árabes e israelíes era posible, y cuando los líderes de los dos bandos enemigos, antes irreconciliables, que no se podían ver las caras, se dieron la mano frente a las cámaras y más adelante fueron recompensados con el Premio Nobel de la Paz.

Para 2005, los acuerdos de paz eran papel mojado. Nadie se daba la mano con nadie, no había fotos, no había premios. Lo que había era una animosidad hacia las fuerzas ocupantes que sellaron la suerte de los colonos, obligados por el mismo Ejército a dejar sus asentamientos, a veces por la fuerza, pese a protestas de última hora.

Hamas no tardó en hacerse con el poder. Inició el lanzamiento de cohetes contra Israel y siguieron varias guerras, la más devastadora de las cuales es la actual. Es un mundo aparte de la Franja de Gaza que Ariel Sharon describía en su discurso ante la ONU y de la que muchos imaginaban como la “Hong Kong de Medio Oriente”.

Lo que sucedió desde entonces hace ver a muchos que la desconexión de Gaza nunca debió pasar. Al menos no en esos términos. Entre ellos el exjefe del Ejército y líder del partido opositor Unidad Nacional, Benny Gantz, quien también integró el gabinete de Netanyahu. “El mayor error, en mi opinión, fue evacuar los asentamientos norteños de Dugit, Nissanit y Elei Sinai. Debimos quedarnos ahí para controlar el territorio”, dijo en mayo pasado.

Como Gantz, quienes añoran la tierra perdida lo hacen por razones de seguridad, más que por cuestiones históricas o de solidaridad con los viejos colonos expulsados. Al parecer son minoría los ultranacionalistas que abogan por la anexión del territorio o la vuelta al pago de los civiles. La salida de 2005 se percibe como una mala jugada del gobierno por el desastre que significó el ascenso de Gaza.

“En 1967 Israel se retiró de toda la Península del Sinaí y debía retirarse de Gaza. Claro, debería habérsela devuelto a Egipto, pero Egipto no la quiso. ¿Por qué no la quiso? Porque era un nido de terroristas. Contra Egipto también lo fue. Entonces Israel ocupó Gaza hasta su retirada unilateral de 2005. Sabiendo los hechos, se vio que esa retirada fue un terrible error”, dijo a LA NACION Ariel Horovitz, fundador y director del Moriah International Center, de Jerusalén.

Falta de garantías

Horovitz fue uno de los tantos que celebraron la retirada. Para él no había nada que hacer en ese territorio, nada que lo uniera a Israel. “Gaza no es un lugar histórico desde el punto de vista bíblico, desde el punto de vista judío. No hay nada que nos remita a la historia, digamos, milenaria. El error fue haber hecho una retirada unilateral. Había que salir de Gaza, sí, pero con aval internacional”, con garantías de no volverse un foco de violencia.

“Israel se retiró. ¿Y qué recibimos? Decenas de miles de misiles. Estoy hablando desde 2005 en adelante. Empezaron ese año, siguieron en 2006, 2007, y así hasta el ataque del 7 de octubre de 2023”, subrayó.

Horovitz dijo que son pocos proporcionalmente en Israel los que quieren que se conquiste la Franja de Gaza. “¿Pero qué alternativa hay?”, se pregunta. “Hamas está jugando, juega que va a negociar, en realidad no está con la intención de negociar. Occidente cree que si Israel se retira de Gaza, termina la guerra y Hamas devuelve a los secuestrados. Pero no es así. Hamas es un grupo macabro”.

Arie Kacowicz, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cree en una salida diplomática. “El Ejército está totalmente agotado, y esto va a terminar completamente con la legitimidad internacional de Israel, de lo poco que nos quedaba. Porque, dos años después de la masacre del 7 de octubre, ¿quién nos va a decir que lo que hacemos es porque Hamas representa una amenaza de seguridad?”, dijo Kacowicz a LA NACION.

Kacowicz compara lo que le está pasando a Israel y lo que le puede pasar de ahora en más con el estancamiento de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, cuando el formidable Ejército norteamericano se empantanó durante años en una guerra de guerrillas. Ve mucho más factible una salida, por poner solo un ejemplo, al estilo colombiano, el proceso de paz que llevó a la desmovilización de las FARC.

Y se pregunta: “Además, si Netanyahu dice que le quiere pasar el gobierno de Gaza a los países árabes, ¿por qué vamos a seguir esperando? ¿Por qué no ahora?”.

Mucho antes de que Donald Trump expresara su sueño de convertir la Franja de Gaza en “la Riviera de Medio Oriente”, pasando de la devastación y la pobreza al lujo y la opulencia, hubo quienes tuvieron una visión por el estilo. Solo que la comparación era con Hong Kong.

¿Por qué Hong Kong? Quizás por el tamaño. Nada más podía emparentar a la Franja de Gaza con el enclave financiero chino. El símil reflejaba el optimismo reinante en 2005 sobre el futuro de Gaza cuando Israel, que la ocupaba militarmente desde 1967, decidió la retirada. Se decía que Gaza sería “el Hong Kong de Medio Oriente”. Otros quizás se ahorraban la metáfora, pero no el entusiasmo.

“El fin del control y la responsabilidad de Israel sobre la Franja de Gaza permite a los palestinos, si así lo desean, desarrollar su economía y construir una sociedad que busque la paz, que sea desarrollada, libre, respetuosa de la ley y transparente, y que se adhiera a los principios democráticos”, dijo el entonces primer ministro israelí, Ariel Sharon, en la Asamblea General de la ONU, semanas después de la retirada.

Por estos días se cumplen veinte años de ese hito histórico, cuando Israel abandonó el territorio gazatí, entre los meses de agosto y septiembre de 2005. La fecha simbólica coincide con la intención bastante explícita del actual primer ministro, Benjamin Netanyahu, de dominar cada metro cuadrado restante del enclave palestino, y más adelante entregárselo a una fuerza de países árabes. Otra conquista. Como si no hubiera corrido el reloj, una vuelta atrás a una estrategia que parecía superada.

¿Cómo fue esa primera conquista israelí, y por qué el gobierno de Ariel Sharon ordenó años más tarde la llamada “desconexión” o retirada? Cada detalle aporta pistas para entender qué podría esperarse en esta nueva fase del conflicto, en la que Israel busca completar su ofensiva y ocupar por completo un territorio del que ya controla el 75%.

Miles de tropas y colonos se asentaron en Gaza desde 1967, cuando el Ejército tomó posesión tras una de las múltiples guerras entre árabes e israelíes, en el constante vaivén que dejaban las recurrentes disputas.

Durante varios años, el clima en esa estrecha parte del mundo bajo administración militar fue de relativa calma, según explicó a LA NACION Shaul Bartal, investigador del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat y del Instituto de Oriente de la Universidad de Lisboa. “Había mucho movimiento en las dos direcciones y era bastante pacífico. Había trabajo en Gaza y los árabes que lo querían podían viajar a las ciudades israelíes y trabajar en Israel”, señaló.

Los colonos israelíes, distribuidos en 21 asentamientos, se llevaban la mejor parte. Después de todo, seguía siendo una ocupación. Según Amnistía Internacional, por ejemplo, hubo palestinos que debieron abandonar sus tierras, se destruyeron hogares, y se reprimieron incluso las formas no violentas de disidencia política.

La Segunda Intifada o levantamiento palestino, que estalló en el año 2000, hizo cada vez más difícil mantener la presencia militar y civil. En ese nuevo contexto, la sociedad israelí no estaba de acuerdo con mantener a miles de colonos a cualquier costo y arriesgar la vida de sus soldados. Prevaleció el consenso de que extender la estadía en Gaza no valía la pena.

“En los últimos años, si querías viajar a los asentamientos necesitabas al menos dos jeeps militares que te escoltaran desde el check-point. Israel tenía patrullas en todos los caminos. Los terroristas disparaban desde los edificios y tiraban piedras y morteros. A veces había explosivos en el camino. Para los colonos era como vivir en un fuerte”, dijo Bartal al recordar sus visitas a la zona.

Del Premio Nobel al papel mojado

Israel ya se había retirado parcialmente de Gaza luego de los Acuerdos de Oslo de 1993. Eran los mismos acuerdos que ilusionaron al mundo con que la vida en común entre árabes e israelíes era posible, y cuando los líderes de los dos bandos enemigos, antes irreconciliables, que no se podían ver las caras, se dieron la mano frente a las cámaras y más adelante fueron recompensados con el Premio Nobel de la Paz.

Para 2005, los acuerdos de paz eran papel mojado. Nadie se daba la mano con nadie, no había fotos, no había premios. Lo que había era una animosidad hacia las fuerzas ocupantes que sellaron la suerte de los colonos, obligados por el mismo Ejército a dejar sus asentamientos, a veces por la fuerza, pese a protestas de última hora.

Hamas no tardó en hacerse con el poder. Inició el lanzamiento de cohetes contra Israel y siguieron varias guerras, la más devastadora de las cuales es la actual. Es un mundo aparte de la Franja de Gaza que Ariel Sharon describía en su discurso ante la ONU y de la que muchos imaginaban como la “Hong Kong de Medio Oriente”.

Lo que sucedió desde entonces hace ver a muchos que la desconexión de Gaza nunca debió pasar. Al menos no en esos términos. Entre ellos el exjefe del Ejército y líder del partido opositor Unidad Nacional, Benny Gantz, quien también integró el gabinete de Netanyahu. “El mayor error, en mi opinión, fue evacuar los asentamientos norteños de Dugit, Nissanit y Elei Sinai. Debimos quedarnos ahí para controlar el territorio”, dijo en mayo pasado.

Como Gantz, quienes añoran la tierra perdida lo hacen por razones de seguridad, más que por cuestiones históricas o de solidaridad con los viejos colonos expulsados. Al parecer son minoría los ultranacionalistas que abogan por la anexión del territorio o la vuelta al pago de los civiles. La salida de 2005 se percibe como una mala jugada del gobierno por el desastre que significó el ascenso de Gaza.

“En 1967 Israel se retiró de toda la Península del Sinaí y debía retirarse de Gaza. Claro, debería habérsela devuelto a Egipto, pero Egipto no la quiso. ¿Por qué no la quiso? Porque era un nido de terroristas. Contra Egipto también lo fue. Entonces Israel ocupó Gaza hasta su retirada unilateral de 2005. Sabiendo los hechos, se vio que esa retirada fue un terrible error”, dijo a LA NACION Ariel Horovitz, fundador y director del Moriah International Center, de Jerusalén.

Falta de garantías

Horovitz fue uno de los tantos que celebraron la retirada. Para él no había nada que hacer en ese territorio, nada que lo uniera a Israel. “Gaza no es un lugar histórico desde el punto de vista bíblico, desde el punto de vista judío. No hay nada que nos remita a la historia, digamos, milenaria. El error fue haber hecho una retirada unilateral. Había que salir de Gaza, sí, pero con aval internacional”, con garantías de no volverse un foco de violencia.

“Israel se retiró. ¿Y qué recibimos? Decenas de miles de misiles. Estoy hablando desde 2005 en adelante. Empezaron ese año, siguieron en 2006, 2007, y así hasta el ataque del 7 de octubre de 2023”, subrayó.

Horovitz dijo que son pocos proporcionalmente en Israel los que quieren que se conquiste la Franja de Gaza. “¿Pero qué alternativa hay?”, se pregunta. “Hamas está jugando, juega que va a negociar, en realidad no está con la intención de negociar. Occidente cree que si Israel se retira de Gaza, termina la guerra y Hamas devuelve a los secuestrados. Pero no es así. Hamas es un grupo macabro”.

Arie Kacowicz, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cree en una salida diplomática. “El Ejército está totalmente agotado, y esto va a terminar completamente con la legitimidad internacional de Israel, de lo poco que nos quedaba. Porque, dos años después de la masacre del 7 de octubre, ¿quién nos va a decir que lo que hacemos es porque Hamas representa una amenaza de seguridad?”, dijo Kacowicz a LA NACION.

Kacowicz compara lo que le está pasando a Israel y lo que le puede pasar de ahora en más con el estancamiento de Estados Unidos en la guerra de Vietnam, cuando el formidable Ejército norteamericano se empantanó durante años en una guerra de guerrillas. Ve mucho más factible una salida, por poner solo un ejemplo, al estilo colombiano, el proceso de paz que llevó a la desmovilización de las FARC.

Y se pregunta: “Además, si Netanyahu dice que le quiere pasar el gobierno de Gaza a los países árabes, ¿por qué vamos a seguir esperando? ¿Por qué no ahora?”.

 La Franja estuvo desde 1967 bajo ocupación israelí, hasta que el gobierno ordenó la vuelta a casa sin una buena estrategia  LA NACION