
El viernes pasado el presidente de la Nación habló sobre la importancia del equilibrio fiscal, su correlato en términos de vetar toda iniciativa del Congreso que lo ponga en peligro, y las implicancias monetarias sobre, principalmente, la tasa de inflación. Le tiró con una sola bala a dos pajaritos diferentes: el público interesado en entender y los legisladores.
Comencemos por esto último. Cada uno actúa según su lógica y sus responsabilidades. En cuanto integrantes de un cuerpo colegiado, diputados y senadores se pueden dar lujos imposibles de aplicar por parte de quienes ejercen responsabilidades ejecutivas. Seamos claros: si todo “vuela por el aire”, porque el Ejecutivo no tiene más remedio que cumplir lo que acaba de aprobar el Congreso, la “culpa” será de Milei. Ergo, el Ejecutivo no tiene más remedio que actuar en consecuencia.
Milei podría decir: “No quiero un peso asignado al Garraham, pero que el aumento a los residentes surja de echar a los ñoquis; no quiero un peso asignado a la discapacidad, pero que la mejora a los verdaderamente necesitados surja de quitarles el curro a quienes reciben fondos sin merecerlo; no quiero un peso asignado a jubilaciones y pensiones, pero que el aumento a quienes aportaron surja de los millones que cobran sin haber aportado”. Agregando que, en el plano práctico, esta lucha es mucho más difícil de lo que parece.
Lo que el presidente de la Nación dijo el viernes pasado lo sabe (mejor dicho, lo debería saber) cualquier alumno de economía. Pero en política económica práctica no se trata de “saber”, sino de actuar, y esto es mucho más una cuestión de coraje que de inteligencia.
No hay que ser un monetarista furioso para advertir que si no hay emisión monetaria “de flujo”, por ejemplo, para financiar un déficit fiscal persistente, la tasa de inflación eventualmente desaparece. La inflexibilidad descendente de los precios monetarios, modelada en las décadas de 1960 y 1970 por Julio Olivera, es un supuesto.
No es, repito, no es, una hipótesis referida a la realidad. Que en la Argentina los precios absolutos no hayan disminuido durante un siglo, no prueba la inflexibilidad, toda vez que la política monetaria, de manera pasiva, acompañó las diferentes alzas. Hoy no existe tal convalidación monetaria, y tal como era de esperar, estamos observando flexibilidad de precios.ß
El viernes pasado el presidente de la Nación habló sobre la importancia del equilibrio fiscal, su correlato en términos de vetar toda iniciativa del Congreso que lo ponga en peligro, y las implicancias monetarias sobre, principalmente, la tasa de inflación. Le tiró con una sola bala a dos pajaritos diferentes: el público interesado en entender y los legisladores.
Comencemos por esto último. Cada uno actúa según su lógica y sus responsabilidades. En cuanto integrantes de un cuerpo colegiado, diputados y senadores se pueden dar lujos imposibles de aplicar por parte de quienes ejercen responsabilidades ejecutivas. Seamos claros: si todo “vuela por el aire”, porque el Ejecutivo no tiene más remedio que cumplir lo que acaba de aprobar el Congreso, la “culpa” será de Milei. Ergo, el Ejecutivo no tiene más remedio que actuar en consecuencia.
Milei podría decir: “No quiero un peso asignado al Garraham, pero que el aumento a los residentes surja de echar a los ñoquis; no quiero un peso asignado a la discapacidad, pero que la mejora a los verdaderamente necesitados surja de quitarles el curro a quienes reciben fondos sin merecerlo; no quiero un peso asignado a jubilaciones y pensiones, pero que el aumento a quienes aportaron surja de los millones que cobran sin haber aportado”. Agregando que, en el plano práctico, esta lucha es mucho más difícil de lo que parece.
Lo que el presidente de la Nación dijo el viernes pasado lo sabe (mejor dicho, lo debería saber) cualquier alumno de economía. Pero en política económica práctica no se trata de “saber”, sino de actuar, y esto es mucho más una cuestión de coraje que de inteligencia.
No hay que ser un monetarista furioso para advertir que si no hay emisión monetaria “de flujo”, por ejemplo, para financiar un déficit fiscal persistente, la tasa de inflación eventualmente desaparece. La inflexibilidad descendente de los precios monetarios, modelada en las décadas de 1960 y 1970 por Julio Olivera, es un supuesto.
No es, repito, no es, una hipótesis referida a la realidad. Que en la Argentina los precios absolutos no hayan disminuido durante un siglo, no prueba la inflexibilidad, toda vez que la política monetaria, de manera pasiva, acompañó las diferentes alzas. Hoy no existe tal convalidación monetaria, y tal como era de esperar, estamos observando flexibilidad de precios.ß
En su discurso del viernes, donde habló de la importancia del equilibrio fiscal, Milei tiró con una sola bala a dos pajaritos: el público interesado en entender y los legisladores LA NACION