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jueves, abril 24, 2025
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River estaba para hundirse, pero hizo de la escala previa al superclásico un trampolín anímico

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Pudo ser una derrota dura y terminó siendo un empate balsámico ante Independiente del Valle. River se vio al borde del abismo, que desde la altura de Quito se observa más profundo y oscuro, pero salió vivo cuando nadie apostaba dos pesos tras su desolador primer tiempo, cuando parecía encaminarse a una derrota (0-2) irreversible. Se despertó con los cambios en la segunda etapa y se trae un punto que vale más que lo que representa a simple vista. Porque le permite quedar primero en su grupo de la Copa Libertadores y le hace más placentera la espera del superclásico del próximo domingo.

“Siempre nos ha costado en la altura”, reconoció Gallardo en la previa, antes de meterse en el vestuario del estadio, rememorando sus malas experiencias en el ciclo anterior. Con esos antecedentes, River salió a hacer un partido cauteloso, parado en un bloque bajo y sin mucha distancia entre las líneas para economizar energías. En los 2850 metros de Quito, los 90 minutos suelen resultar demasiado largos para el depósito de oxígeno del que llega desde el llano.

El Muñeco también admitía que Independiente del Valle era peligroso por las bandas. Un diagnóstico acertado para el que no tuvo remedio, porque a los 10 segundos, Aron Rodríguez ya lo desbordaba a Bustos y le anunciaba la noche de pesadilla que le esperaba. Por ese sector también andaba Simón, que le prestó poca colaboración, en un panorama que se fue agravando cuando a los dos zagueros centrales les costó hacer pie en los cierres y coberturas.

River cedió la pelota y también la iniciativa. Se agrupó solo para hacer sombra, sin ajustar las marcas, con una línea media permeable y una defensa que se desestabilizó en cuanto la exigieron un poco. En Buenos Aires no solo se habían quedado Enzo Pérez y Marcos Acuña, preservados para enfrentar a Boca, sino también una postura más firme y determinada de un equipo que pretende llegar lejos en la Copa Libertadores.

River adoptó un plan muy peligroso: no proponía casi nada con la pelota y pronto se descubrió que su resistencia era de cristal. Independiente del Valle fue fiel a si mismo en su propuesta de abrir al rival con Ibarra y Rodríguez, dos pistones por los costados, a los que se agregaba el lateral Loor con las proyecciones.

River dejó crecer a su adversario, que ya de por sí se sabe fuerte en su casa. No se nutre de un gran apoyo popular, en un estadio solo ocupado por 7000 hinchas en su capacidad para 12.000. Lo de Independiente del Valle, un club joven, formador de promesas y racionalmente administrado, pasa por la cultura futbolística que adquirió desde que en 2019 obtuvo ante Colón el primero de sus tres títulos internacionales.

Por las copas continentales, Palmeiras es el único visitante que se llevó un triunfo allí. No había margen para que River se sorprendiera con algo desconocido, y sin embargo Independiente lo lastimó con lo previsible: subió la intensidad, lo quebró por las bandas y definió por adentro con un centro-delantero atento a lo que generaran sus compañeros. En seis minutos, entre los 24 y 30 del primer tiempo, Independiente le dio dos sopapos con la mano pesada que figura en su catálogo: desequilibrio por el costado, en este caso con dos subidas de Loor -Mastantuono no lo siguió- y centros que instalaron el pánico en el área visitante. Claudio Spinelli, un argentino que devino trotamundos, definió a un toque en ambas ocasiones. Pezzella y González Pirez nunca lo detectaron.

🗣️ “VAMOS A ENFRENTAR EL CLÁSICO CON UN PARTIDO MENOS, MIENTRAS QUE NUESTRO RIVAL VA A ESTAR FRESCO ESPERANDO EL PARTIDO”

Gallardo y la importancia del empate de River en Quito de cara al partido del domingo ante Boca.

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— ESPN Argentina (@ESPNArgentina) April 24, 2025

En menos de media hora, River se veía dos goles abajo, con las piernas más cansadas y el ánimo maltrecho. Hasta entonces, apenas si se había podido arrimar con un forcejeo físico que Colidio le ganó a Santamaría para sacar un remate que desvió al córner el arquero Villar. River estaba partido, con volantes que no achicaban en campo propio ni acompañaban a delanteros que quedaban aislados.

La hecatombe se insinuó con un disparo de Ibarra que dio en un palo. Ante un desarrollo que se le hacía insostenible, Gallardo intentó corregirlo en el segundo tiempo con los ingresos de Giuliano Galoppo, que acaba de salir de una lesión, y Manuel Lanzini, desterrado desde la derrota frente a Talleres por la Supercopa Internacional.

Independiente advirtió que otro tipo de partido, jugando al contraataque, también le podría ser beneficioso. Si River había sido permeable cuando se juntó en su campo, ahora que estaba obligado a salir iba a dejar preciosos espacios. Por ejemplo, por los que se filtró Juanito Cazares para sacar un remate que dio en un poste tras dar en los dedos salvadores de Armani. Iban 10 minutos y hubiera sido un mazazo final para un River que terminaba de modificar todo su medio campo, con las previsibles salidas de Simón y Castaño, a quienes ya no le daban las piernas y no acertaban un pase de cinco metros.

Con Nacho Fernández, River encontró algo de oficio, conectó mejor con el resto. Hubo otro contagio. Independiente aflojó, quizá pensó que River no estaba en condiciones de reaccionar, pero progresivamente el equipo de Gallardo plasmó lo más complejo: jugar en campo rival y no sufrir con los contraataques Había recibido dos goles en seis minutos y los devolvió en igual lapso de tiempo, con Galoppo y Driussi. River había recuperado aire y le volvió el alma al cuerpo.

Lo mejor del partido

Pudo ser una derrota dura y terminó siendo un empate balsámico ante Independiente del Valle. River se vio al borde del abismo, que desde la altura de Quito se observa más profundo y oscuro, pero salió vivo cuando nadie apostaba dos pesos tras su desolador primer tiempo, cuando parecía encaminarse a una derrota (0-2) irreversible. Se despertó con los cambios en la segunda etapa y se trae un punto que vale más que lo que representa a simple vista. Porque le permite quedar primero en su grupo de la Copa Libertadores y le hace más placentera la espera del superclásico del próximo domingo.

“Siempre nos ha costado en la altura”, reconoció Gallardo en la previa, antes de meterse en el vestuario del estadio, rememorando sus malas experiencias en el ciclo anterior. Con esos antecedentes, River salió a hacer un partido cauteloso, parado en un bloque bajo y sin mucha distancia entre las líneas para economizar energías. En los 2850 metros de Quito, los 90 minutos suelen resultar demasiado largos para el depósito de oxígeno del que llega desde el llano.

El Muñeco también admitía que Independiente del Valle era peligroso por las bandas. Un diagnóstico acertado para el que no tuvo remedio, porque a los 10 segundos, Aron Rodríguez ya lo desbordaba a Bustos y le anunciaba la noche de pesadilla que le esperaba. Por ese sector también andaba Simón, que le prestó poca colaboración, en un panorama que se fue agravando cuando a los dos zagueros centrales les costó hacer pie en los cierres y coberturas.

River cedió la pelota y también la iniciativa. Se agrupó solo para hacer sombra, sin ajustar las marcas, con una línea media permeable y una defensa que se desestabilizó en cuanto la exigieron un poco. En Buenos Aires no solo se habían quedado Enzo Pérez y Marcos Acuña, preservados para enfrentar a Boca, sino también una postura más firme y determinada de un equipo que pretende llegar lejos en la Copa Libertadores.

River adoptó un plan muy peligroso: no proponía casi nada con la pelota y pronto se descubrió que su resistencia era de cristal. Independiente del Valle fue fiel a si mismo en su propuesta de abrir al rival con Ibarra y Rodríguez, dos pistones por los costados, a los que se agregaba el lateral Loor con las proyecciones.

River dejó crecer a su adversario, que ya de por sí se sabe fuerte en su casa. No se nutre de un gran apoyo popular, en un estadio solo ocupado por 7000 hinchas en su capacidad para 12.000. Lo de Independiente del Valle, un club joven, formador de promesas y racionalmente administrado, pasa por la cultura futbolística que adquirió desde que en 2019 obtuvo ante Colón el primero de sus tres títulos internacionales.

Por las copas continentales, Palmeiras es el único visitante que se llevó un triunfo allí. No había margen para que River se sorprendiera con algo desconocido, y sin embargo Independiente lo lastimó con lo previsible: subió la intensidad, lo quebró por las bandas y definió por adentro con un centro-delantero atento a lo que generaran sus compañeros. En seis minutos, entre los 24 y 30 del primer tiempo, Independiente le dio dos sopapos con la mano pesada que figura en su catálogo: desequilibrio por el costado, en este caso con dos subidas de Loor -Mastantuono no lo siguió- y centros que instalaron el pánico en el área visitante. Claudio Spinelli, un argentino que devino trotamundos, definió a un toque en ambas ocasiones. Pezzella y González Pirez nunca lo detectaron.

🗣️ “VAMOS A ENFRENTAR EL CLÁSICO CON UN PARTIDO MENOS, MIENTRAS QUE NUESTRO RIVAL VA A ESTAR FRESCO ESPERANDO EL PARTIDO”

Gallardo y la importancia del empate de River en Quito de cara al partido del domingo ante Boca.

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En menos de media hora, River se veía dos goles abajo, con las piernas más cansadas y el ánimo maltrecho. Hasta entonces, apenas si se había podido arrimar con un forcejeo físico que Colidio le ganó a Santamaría para sacar un remate que desvió al córner el arquero Villar. River estaba partido, con volantes que no achicaban en campo propio ni acompañaban a delanteros que quedaban aislados.

La hecatombe se insinuó con un disparo de Ibarra que dio en un palo. Ante un desarrollo que se le hacía insostenible, Gallardo intentó corregirlo en el segundo tiempo con los ingresos de Giuliano Galoppo, que acaba de salir de una lesión, y Manuel Lanzini, desterrado desde la derrota frente a Talleres por la Supercopa Internacional.

Independiente advirtió que otro tipo de partido, jugando al contraataque, también le podría ser beneficioso. Si River había sido permeable cuando se juntó en su campo, ahora que estaba obligado a salir iba a dejar preciosos espacios. Por ejemplo, por los que se filtró Juanito Cazares para sacar un remate que dio en un poste tras dar en los dedos salvadores de Armani. Iban 10 minutos y hubiera sido un mazazo final para un River que terminaba de modificar todo su medio campo, con las previsibles salidas de Simón y Castaño, a quienes ya no le daban las piernas y no acertaban un pase de cinco metros.

Con Nacho Fernández, River encontró algo de oficio, conectó mejor con el resto. Hubo otro contagio. Independiente aflojó, quizá pensó que River no estaba en condiciones de reaccionar, pero progresivamente el equipo de Gallardo plasmó lo más complejo: jugar en campo rival y no sufrir con los contraataques Había recibido dos goles en seis minutos y los devolvió en igual lapso de tiempo, con Galoppo y Driussi. River había recuperado aire y le volvió el alma al cuerpo.

Lo mejor del partido

 Tras un flojísimo primer tiempo y un 0-2, mejoró con los cambios y llegó al empate frente a Independiente del Valle en la altura de Quito, en la Libertadores  LA NACION