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viernes, junio 6, 2025
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La increíble historia de cómo se robaron de un palacio británico un inodoro de oro de US$6 millones

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En la madrugada del 14 de septiembre de 2019, Eleanor Paice se despertó sobresaltada por el sonido de cristales rotos. Como vivía en un apartamento para personal del Palacio de Blenheim, en Woodstock, Inglaterra, la supervisora de servicios al huésped estaba acostumbrada a ruidos extraños. Pero cuando las alarmas de incendios empezaron a sonar, supo que algo andaba mal. Rápidamente, salió hacia el patio principal. Pero, sin saberlo, se dirigía hacia el desenlace de un audaz robo.

Cinco hombres habían irrumpido en el palacio para robar un inodoro de oro macizo valorado en US$6 millones y huían en un Volkswagen Golf hurtado. El inodoro, titulado América, llevaba solo dos días en exhibición en la majestuosa mansión del siglo XVIII, instalado como parte de una exposición del artista conceptual italiano Maurizio Cattelan.

Más de cinco años después, tres hombres fueron condenados por el robo. James Sheen, de 40 años y residente de Oxford, Inglaterra, se declaró culpable de robo y transferencia de propiedad ilícita en 2024, mientras que Michael Jones, de 39 años y también residente de Oxford, fue declarado culpable de robo en el tribunal de Oxford el 18 de marzo. Fred Doe, de 36 años y residente de Windsor, fue declarado culpable de conspiración para transferir propiedad ilícita. Bora Guccuk, de 41 años y residente del oeste de Londres, fue absuelto del mismo cargo.

Fue un delito que intrigó a los amantes del arte, deleitó a la prensa y dio lugar a innumerables bromas con temática urinaria. La BBC obtuvo acceso exclusivo a lo que ocurrió tras bambalinas desde la perspectiva del personal del Palacio de Blenheim para comprender el robo y las fallas de seguridad.

“Nos robaron”

La noche anterior, el director ejecutivo de Blenheim, Dominic Hare, asistía a una glamurosa fiesta de inauguración de la exposición en el palacio, organizada por el propio Cattelan. Era la primera vez que América se exhibía fuera de Nueva York y la presencia de la obra de arte estaba causando sensación.

Hare recuerda haberse escabullido de la fiesta con la esperanza de poder usar el baño, que estaba completamente funcional. Pero al encontrarse con una fila, pensó: “No importa, no tiene sentido hacer cola. Puedo volver mañana y echar un vistazo”.

Pero pocas horas después, su colega, Eleanor Paice, era testigo de los momentos finales del robo cuando la obra de arte de 98 kg era trasladada a un auto. Recuerda una escena confusa y rápida: “Solo había sombras y movimientos rápidos. Los vi acercarse al coche, subirse… y luego el coche salió disparado”.

Desde el momento en que los ladrones entraron y salieron del patio, el audaz robo duró solo cinco minutos. La Policía llegó poco después, y solo cuando el personal registró el palacio se dieron cuenta de lo que había sido robado. “Fue entonces cuando… sentí un vuelco en el estómago”, señala Paice. “Y pensé: ‘Esto es grave’”.

Al poco tiempo, el director ejecutivo se despertó con el zumbido de su teléfono: “Dom, nos robaron”. Comentó que tardó unos instantes en darse cuenta de que no estaba soñando antes de correr al palacio. Su alivio al ver que el personal estaba ileso se mezcló con el horror de ver la escena del crimen inundada y destrozada. “Si el inodoro dorado que había allí se veía hermoso, perfecto, majestuoso e inmaculado, esto era todo lo contrario”, señala Hare. “Esto fue brutalizado, destrozado. Esto es un palacio. Los palacios no se destrozan”.

Cuando el palacio reabrió sus puertas un día después, la controversia fue abordada con un gesto triunfal. El personal volvió a colocar cinta policial sobre el cubículo destrozado, a pocos metros de la casa natal de Winston Churchill, y exhibió la escena del crimen como parte de la exposición de Cattelan, ahora sin inodoro.

Hare dijo que, a pesar de su vergüenza, su ira lo impulsó a mantener la escena visible, pero también se dio cuenta de que podría ser un atractivo para el público. Funcionó. En los días siguientes, Paice dijo que el palacio estaba “abarrotado”, con multitudes que querían ver la destrucción. “La gente estaba más interesada en ver en dónde habían robado el inodoro de oro que en venir a ver el propio artefacto”, añadió.

Fallas de seguridad

El personal del palacio afirma que tuvo gracia la forma en que la prensa y el público abordaron el crimen, pero que el asalto los inquietó profundamente. Paice comentó que Blenheim, que era un hogar seguro para ella, “no se sintió en calma” durante mucho tiempo. “Siempre había una gran ansiedad. Si eso había ocurrido, cualquier cosa podría pasar”, afirmó.

Hare expresó su conmoción y agradecimiento de que nadie resultara herido, calificando a los ladrones como “las personas más peligrosas que jamás hayan visitado el Palacio de Blenheim”. “Ese inodoro sobrevivió a Nueva York. Y si sobrevivió a Nueva York, debería haber sobrevivido al Palacio de Blenheim”, afirma Christopher Marinello, abogado especializado en recuperación de obras de arte que fue contratado por las aseguradoras para analizar el caso. En su opinión, la seguridad de Blenheim “falló completamente”.

Lo que queda muy claro en las entrevistas con el personal del palacio es que el inodoro de oro de 18 quilates no se había considerado un riesgo para la seguridad. Un mes antes del robo, Edward Spencer-Churchill, fundador de la Fundación de Arte de Blenheim, le dijo al Sunday Times: “No va a ser fácil de robar. En primer lugar, está conectado a la red de agua y, en segundo lugar, un potencial ladrón no tendrá ni idea de quién lo usó por última vez ni de qué comió. Así que no, no pienso vigilarlo”.

Hare afirmó que estaban “mucho más preocupados” por otras obras de arte controvertidas de la exposición: una estatua de un Papa golpeado por un meteorito, banderas de Reino Unido sobre las que el público caminaba y una estatua de Adolf Hitler rezando. Admitió que la condición del inodoro como peculiar objeto de arte había eclipsado el hecho de que valía US$3,6 millones solo en oro. Se dejó sin vigilancia durante el horario de cierre, sin circuito cerrado de televisión que vigilara la puerta del cubículo.

Pero, la banda aprovechó otras fallas de seguridad esa noche, como la ausencia de patrullas y puertas fáciles de forzar. Incluso después del asalto, el personal no se dio cuenta de inmediato de que el inodoro había sido el objetivo. Paice señala que imaginó brevemente que habían venido por el mechón de pelo de la infancia de Churchill, que se exhibe en el palacio.

“Ya no somos vulnerables”

En las semanas siguientes, Hare comenzó a revisar la seguridad a toda velocidad. Y asumió toda la responsabilidad por los fallos de esa noche. “No fue una decisión democrática que tuviéramos cierto nivel de seguridad; en realidad fue mi decisión. En ese sentido, hice a Blenheim vulnerable. Y ya no somos vulnerables”, dijo. El palacio renovó su seguridad con una “mejora muy significativa”, y a la vez, el robo fue una llamada de atención para otras casas señoriales.

El oro robado nunca se recuperó, pero la historia perdurará como una peculiar nota sobre uno de los palacios más populares de Reino Unido. “Tiene una historia importante y seria, guerras que cambiaron el curso de la historia de un continente. En contraste, el robo es poca cosa”, comentó Hare. “Pero, en las historias de la gente de Blenheim, la gente que vivió aquí y dio vida a este lugar, fue un momento muy amenazante. Me imagino a los guías dentro de 150 años; es el tipo de historia que podrán contar”.

*Por Clodagh Stenson, Jonathan Eden y William McLennan

En la madrugada del 14 de septiembre de 2019, Eleanor Paice se despertó sobresaltada por el sonido de cristales rotos. Como vivía en un apartamento para personal del Palacio de Blenheim, en Woodstock, Inglaterra, la supervisora de servicios al huésped estaba acostumbrada a ruidos extraños. Pero cuando las alarmas de incendios empezaron a sonar, supo que algo andaba mal. Rápidamente, salió hacia el patio principal. Pero, sin saberlo, se dirigía hacia el desenlace de un audaz robo.

Cinco hombres habían irrumpido en el palacio para robar un inodoro de oro macizo valorado en US$6 millones y huían en un Volkswagen Golf hurtado. El inodoro, titulado América, llevaba solo dos días en exhibición en la majestuosa mansión del siglo XVIII, instalado como parte de una exposición del artista conceptual italiano Maurizio Cattelan.

Más de cinco años después, tres hombres fueron condenados por el robo. James Sheen, de 40 años y residente de Oxford, Inglaterra, se declaró culpable de robo y transferencia de propiedad ilícita en 2024, mientras que Michael Jones, de 39 años y también residente de Oxford, fue declarado culpable de robo en el tribunal de Oxford el 18 de marzo. Fred Doe, de 36 años y residente de Windsor, fue declarado culpable de conspiración para transferir propiedad ilícita. Bora Guccuk, de 41 años y residente del oeste de Londres, fue absuelto del mismo cargo.

Fue un delito que intrigó a los amantes del arte, deleitó a la prensa y dio lugar a innumerables bromas con temática urinaria. La BBC obtuvo acceso exclusivo a lo que ocurrió tras bambalinas desde la perspectiva del personal del Palacio de Blenheim para comprender el robo y las fallas de seguridad.

“Nos robaron”

La noche anterior, el director ejecutivo de Blenheim, Dominic Hare, asistía a una glamurosa fiesta de inauguración de la exposición en el palacio, organizada por el propio Cattelan. Era la primera vez que América se exhibía fuera de Nueva York y la presencia de la obra de arte estaba causando sensación.

Hare recuerda haberse escabullido de la fiesta con la esperanza de poder usar el baño, que estaba completamente funcional. Pero al encontrarse con una fila, pensó: “No importa, no tiene sentido hacer cola. Puedo volver mañana y echar un vistazo”.

Pero pocas horas después, su colega, Eleanor Paice, era testigo de los momentos finales del robo cuando la obra de arte de 98 kg era trasladada a un auto. Recuerda una escena confusa y rápida: “Solo había sombras y movimientos rápidos. Los vi acercarse al coche, subirse… y luego el coche salió disparado”.

Desde el momento en que los ladrones entraron y salieron del patio, el audaz robo duró solo cinco minutos. La Policía llegó poco después, y solo cuando el personal registró el palacio se dieron cuenta de lo que había sido robado. “Fue entonces cuando… sentí un vuelco en el estómago”, señala Paice. “Y pensé: ‘Esto es grave’”.

Al poco tiempo, el director ejecutivo se despertó con el zumbido de su teléfono: “Dom, nos robaron”. Comentó que tardó unos instantes en darse cuenta de que no estaba soñando antes de correr al palacio. Su alivio al ver que el personal estaba ileso se mezcló con el horror de ver la escena del crimen inundada y destrozada. “Si el inodoro dorado que había allí se veía hermoso, perfecto, majestuoso e inmaculado, esto era todo lo contrario”, señala Hare. “Esto fue brutalizado, destrozado. Esto es un palacio. Los palacios no se destrozan”.

Cuando el palacio reabrió sus puertas un día después, la controversia fue abordada con un gesto triunfal. El personal volvió a colocar cinta policial sobre el cubículo destrozado, a pocos metros de la casa natal de Winston Churchill, y exhibió la escena del crimen como parte de la exposición de Cattelan, ahora sin inodoro.

Hare dijo que, a pesar de su vergüenza, su ira lo impulsó a mantener la escena visible, pero también se dio cuenta de que podría ser un atractivo para el público. Funcionó. En los días siguientes, Paice dijo que el palacio estaba “abarrotado”, con multitudes que querían ver la destrucción. “La gente estaba más interesada en ver en dónde habían robado el inodoro de oro que en venir a ver el propio artefacto”, añadió.

Fallas de seguridad

El personal del palacio afirma que tuvo gracia la forma en que la prensa y el público abordaron el crimen, pero que el asalto los inquietó profundamente. Paice comentó que Blenheim, que era un hogar seguro para ella, “no se sintió en calma” durante mucho tiempo. “Siempre había una gran ansiedad. Si eso había ocurrido, cualquier cosa podría pasar”, afirmó.

Hare expresó su conmoción y agradecimiento de que nadie resultara herido, calificando a los ladrones como “las personas más peligrosas que jamás hayan visitado el Palacio de Blenheim”. “Ese inodoro sobrevivió a Nueva York. Y si sobrevivió a Nueva York, debería haber sobrevivido al Palacio de Blenheim”, afirma Christopher Marinello, abogado especializado en recuperación de obras de arte que fue contratado por las aseguradoras para analizar el caso. En su opinión, la seguridad de Blenheim “falló completamente”.

Lo que queda muy claro en las entrevistas con el personal del palacio es que el inodoro de oro de 18 quilates no se había considerado un riesgo para la seguridad. Un mes antes del robo, Edward Spencer-Churchill, fundador de la Fundación de Arte de Blenheim, le dijo al Sunday Times: “No va a ser fácil de robar. En primer lugar, está conectado a la red de agua y, en segundo lugar, un potencial ladrón no tendrá ni idea de quién lo usó por última vez ni de qué comió. Así que no, no pienso vigilarlo”.

Hare afirmó que estaban “mucho más preocupados” por otras obras de arte controvertidas de la exposición: una estatua de un Papa golpeado por un meteorito, banderas de Reino Unido sobre las que el público caminaba y una estatua de Adolf Hitler rezando. Admitió que la condición del inodoro como peculiar objeto de arte había eclipsado el hecho de que valía US$3,6 millones solo en oro. Se dejó sin vigilancia durante el horario de cierre, sin circuito cerrado de televisión que vigilara la puerta del cubículo.

Pero, la banda aprovechó otras fallas de seguridad esa noche, como la ausencia de patrullas y puertas fáciles de forzar. Incluso después del asalto, el personal no se dio cuenta de inmediato de que el inodoro había sido el objetivo. Paice señala que imaginó brevemente que habían venido por el mechón de pelo de la infancia de Churchill, que se exhibe en el palacio.

“Ya no somos vulnerables”

En las semanas siguientes, Hare comenzó a revisar la seguridad a toda velocidad. Y asumió toda la responsabilidad por los fallos de esa noche. “No fue una decisión democrática que tuviéramos cierto nivel de seguridad; en realidad fue mi decisión. En ese sentido, hice a Blenheim vulnerable. Y ya no somos vulnerables”, dijo. El palacio renovó su seguridad con una “mejora muy significativa”, y a la vez, el robo fue una llamada de atención para otras casas señoriales.

El oro robado nunca se recuperó, pero la historia perdurará como una peculiar nota sobre uno de los palacios más populares de Reino Unido. “Tiene una historia importante y seria, guerras que cambiaron el curso de la historia de un continente. En contraste, el robo es poca cosa”, comentó Hare. “Pero, en las historias de la gente de Blenheim, la gente que vivió aquí y dio vida a este lugar, fue un momento muy amenazante. Me imagino a los guías dentro de 150 años; es el tipo de historia que podrán contar”.

*Por Clodagh Stenson, Jonathan Eden y William McLennan

 Ocurrió el 14 de septiembre de 2019; más de cinco años después, tres hombres fueron condenados por el hurto  LA NACION