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domingo, junio 22, 2025
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¿Qué hacemos, dado que el tipo de cambio es flotante?

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En una plaza, a determinada hora, se encuentran varios seres humanos, algunos de los cuales quieren desprenderse de dólares para adquirir pesos, y otros que pretenden hacer lo contrario. Uno de estos últimos representa al Tesoro Nacional, que necesita dólares para abonar los intereses de la deuda pública. El Banco Central anunció que comprará dólares a $1000, y venderá a $1400 (ignoremos el ajuste posterior). Lógicamente que quienes venden dólares intentarán conseguir alguien que esté dispuesto a pagar más de $1000, y quienes compran dólares intentarán conseguir alguien que esté dispuesto a cobrar menos de $1400. Cuando la coincidencia de precios ocurre dentro de los referidos límites, el tipo de cambio lo determinan la oferta y la demanda; es decir, el régimen cambiario es de flotación y no compromete las reservas del Banco Central. ¿Cómo operan quien tiene una fábrica, un estudio profesional, o quien quiere viajar al exterior cuando el tipo de cambio flota?

Al respecto, hablé con el norteamericano William Hoban Branson (1938-2006). Graduado en la Academia Naval de su país, fue oficial de la marina durante cinco años, mientras estudiaba en la Universidad de California–Berkeley y en el MIT. Enseñó en Princeton a partir de 1967, donde dictó cursos sobre macroeconomía, finanzas y comercio internacional, y desarrollo económico.

Al respecto, Laura Katseli, una de sus alumnas, testimonió lo siguiente: “Era mucho más que un economista brillante, pionero en la teoría de la determinación de los tipos de cambio. Tenía un agudo sentido para poner la teoría al servicio de la formulación de las políticas públicas. Inspiró y me atrevo a decir que modeló la forma de pensar de sus estudiantes, por su incansable insistencia en demandar rigor en el razonamiento y sistemáticos chequeos empíricos, apertura a nuevas ideas y fácil comunicación”.

Macroeconomía: teoría y política, fue un libro de texto muy popular en su época. Además de lo cual fue consultor del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el FED (Reserva Federal de Estados Unidos), la Tesorería de su país y la OECD, e investigador asociado en el NBER (la oficina nacional de investigaciones económicas estadounidense).

–¿Por qué la profesión lo recuerda?

–Según Ruth Stevens, porque con Dale William Henderson, desde fines de la década de 1970, desarrolló un enfoque basado en el “equilibrio de portafolios”, para explicar la determinación de los tipos de cambio. El enfoque enfatiza la importancia que tienen los cambios en las dotaciones relativas de activos denominados en diferentes monedas, en la determinación de los movimientos de los tipos de cambio. Una obviedad en la actualidad, pero no cuando lo plantearon, porque la literatura de entonces explicaba la evolución de los tipos de cambio en base a flujos, como las exportaciones y las importaciones de los países. .

–Tipo de cambio flotante, ¿es sinónimo de fluctuante?

–No necesariamente. En un país donde todos los días son iguales, porque la Naturaleza no se modifica y ningún ser humano, frustrado, pretende modificar su realidad adoptando decisiones, el tipo de cambio será siempre igual, aunque el régimen cambiario sea de flotación.

–Muy poco probable.

–Es una cuestión empírica. En un régimen de tipo de cambio fijo, en un mercado liberalizado, el equivalente de la fluctuación del tipo de cambio es la fluctuación en las reservas del Banco Central. En cualquiera de las dos situaciones existe incertidumbre sobre el tipo de cambio en un caso, sobre las reservas en el otro.

–Ya que mencionó las reservas, se habla mucho de la necesidad de que el Banco Central aumente sus reservas.

–No para intervenir en el mercado de cambios mientras se mantenga un régimen de flotación. Algunos economistas recomiendan esto para hacer frente a shocks externos, otros basados en el hecho de que quienes manejan fondos de inversión en el mundo no miran tanto los números fiscales cuanto las reservas del Banco Central. No entiendo cómo es que se prefiere prestarle a un país con déficit fiscal y reservas, que a otro con equilibrio fiscal y menos reservas. Pero en fin, parece que así funciona; al menos es lo que indica el riesgo país de los diferentes países.

–¿Qué le parece acumular reservas como medida preventiva?

–La cuestión es cómo se hace. ¿Emitir pesos como contrapartida al aumento de las reservas del BCRA? No gracias, dice el Poder Ejecutivo Nacional. Peor es endeudarse para aumentar las reservas ¡brutas!, típica operación de lo que los ingleses denominan “window dressing”, es decir, la cortina de la ventana de la casa que da a la calle es linda, para sugerir que la vivienda lo es.

–Algunos colegas nuestros sostienen que el actual nivel del tipo de cambio no es sostenible.

–Precisamente, para evitar callejones sin salida es que se prefiere un régimen de flotación. ¿La cantidad demandada de divisas superará a la cantidad ofrecida, al tipo de cambio que existió ayer? Subirá. Me parece que no todo el mundo está analizando la probable dinámica de la flotación cambiaria como se debe.

–¿Qué quiere decir?

–Se alude, por ejemplo, al peligro que significan los gastos en turismo, dado que la pasión de los argentinos por fotografiarse delante de la Torre Eiffel supera a la pasión de los extranjeros por fotografiarse en las Cataratas del Iguazú. Pero en un régimen de flotación cambiaria, el referido déficit (que no es todo turismo, porque también incluye compras que deberían contabilizarse como importaciones) no compromete las reservas del Banco Central, porque se financia con los dólares que los argentinos ya tienen, o los que consiguen vendidos por otros del sector privado.

–¿Cómo adopta decisiones cualquier productor de mercaderías y servicios, dado el régimen cambiario de flotación?

–Tomando la vida como viene, sin pretender que existan certezas donde no puede haberlas. Claro que la certeza es mejor que la incertidumbre, pero la pretensión de certeza es peor que la incertidumbre. El núcleo de la política económica sigue siendo el equilibrio fiscal, y en estas condiciones el salto del tipo de cambio podría originarse en una reducción súbita de la demanda de pesos, producto de algún susto mayúsculo por parte de la población. No lo descarto pero error tipo I, error tipo II, no es una buena base para adoptar las decisiones.

–Algunos analistas, cuidando sus espaldas, sostienen que para tomar decisiones hay que esperar el resultado de las próximas elecciones.

–En la lógica del asesoramiento siempre hay que esperar algo, porque la lista de posibles amenazas a la realidad actual es infinita. Afortunadamente, a la hora de las decisiones, quienes tienen responsabilidades ejecutivas actúan. Como debe ser.

–Don William, muchas gracias.

En una plaza, a determinada hora, se encuentran varios seres humanos, algunos de los cuales quieren desprenderse de dólares para adquirir pesos, y otros que pretenden hacer lo contrario. Uno de estos últimos representa al Tesoro Nacional, que necesita dólares para abonar los intereses de la deuda pública. El Banco Central anunció que comprará dólares a $1000, y venderá a $1400 (ignoremos el ajuste posterior). Lógicamente que quienes venden dólares intentarán conseguir alguien que esté dispuesto a pagar más de $1000, y quienes compran dólares intentarán conseguir alguien que esté dispuesto a cobrar menos de $1400. Cuando la coincidencia de precios ocurre dentro de los referidos límites, el tipo de cambio lo determinan la oferta y la demanda; es decir, el régimen cambiario es de flotación y no compromete las reservas del Banco Central. ¿Cómo operan quien tiene una fábrica, un estudio profesional, o quien quiere viajar al exterior cuando el tipo de cambio flota?

Al respecto, hablé con el norteamericano William Hoban Branson (1938-2006). Graduado en la Academia Naval de su país, fue oficial de la marina durante cinco años, mientras estudiaba en la Universidad de California–Berkeley y en el MIT. Enseñó en Princeton a partir de 1967, donde dictó cursos sobre macroeconomía, finanzas y comercio internacional, y desarrollo económico.

Al respecto, Laura Katseli, una de sus alumnas, testimonió lo siguiente: “Era mucho más que un economista brillante, pionero en la teoría de la determinación de los tipos de cambio. Tenía un agudo sentido para poner la teoría al servicio de la formulación de las políticas públicas. Inspiró y me atrevo a decir que modeló la forma de pensar de sus estudiantes, por su incansable insistencia en demandar rigor en el razonamiento y sistemáticos chequeos empíricos, apertura a nuevas ideas y fácil comunicación”.

Macroeconomía: teoría y política, fue un libro de texto muy popular en su época. Además de lo cual fue consultor del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), el FED (Reserva Federal de Estados Unidos), la Tesorería de su país y la OECD, e investigador asociado en el NBER (la oficina nacional de investigaciones económicas estadounidense).

–¿Por qué la profesión lo recuerda?

–Según Ruth Stevens, porque con Dale William Henderson, desde fines de la década de 1970, desarrolló un enfoque basado en el “equilibrio de portafolios”, para explicar la determinación de los tipos de cambio. El enfoque enfatiza la importancia que tienen los cambios en las dotaciones relativas de activos denominados en diferentes monedas, en la determinación de los movimientos de los tipos de cambio. Una obviedad en la actualidad, pero no cuando lo plantearon, porque la literatura de entonces explicaba la evolución de los tipos de cambio en base a flujos, como las exportaciones y las importaciones de los países. .

–Tipo de cambio flotante, ¿es sinónimo de fluctuante?

–No necesariamente. En un país donde todos los días son iguales, porque la Naturaleza no se modifica y ningún ser humano, frustrado, pretende modificar su realidad adoptando decisiones, el tipo de cambio será siempre igual, aunque el régimen cambiario sea de flotación.

–Muy poco probable.

–Es una cuestión empírica. En un régimen de tipo de cambio fijo, en un mercado liberalizado, el equivalente de la fluctuación del tipo de cambio es la fluctuación en las reservas del Banco Central. En cualquiera de las dos situaciones existe incertidumbre sobre el tipo de cambio en un caso, sobre las reservas en el otro.

–Ya que mencionó las reservas, se habla mucho de la necesidad de que el Banco Central aumente sus reservas.

–No para intervenir en el mercado de cambios mientras se mantenga un régimen de flotación. Algunos economistas recomiendan esto para hacer frente a shocks externos, otros basados en el hecho de que quienes manejan fondos de inversión en el mundo no miran tanto los números fiscales cuanto las reservas del Banco Central. No entiendo cómo es que se prefiere prestarle a un país con déficit fiscal y reservas, que a otro con equilibrio fiscal y menos reservas. Pero en fin, parece que así funciona; al menos es lo que indica el riesgo país de los diferentes países.

–¿Qué le parece acumular reservas como medida preventiva?

–La cuestión es cómo se hace. ¿Emitir pesos como contrapartida al aumento de las reservas del BCRA? No gracias, dice el Poder Ejecutivo Nacional. Peor es endeudarse para aumentar las reservas ¡brutas!, típica operación de lo que los ingleses denominan “window dressing”, es decir, la cortina de la ventana de la casa que da a la calle es linda, para sugerir que la vivienda lo es.

–Algunos colegas nuestros sostienen que el actual nivel del tipo de cambio no es sostenible.

–Precisamente, para evitar callejones sin salida es que se prefiere un régimen de flotación. ¿La cantidad demandada de divisas superará a la cantidad ofrecida, al tipo de cambio que existió ayer? Subirá. Me parece que no todo el mundo está analizando la probable dinámica de la flotación cambiaria como se debe.

–¿Qué quiere decir?

–Se alude, por ejemplo, al peligro que significan los gastos en turismo, dado que la pasión de los argentinos por fotografiarse delante de la Torre Eiffel supera a la pasión de los extranjeros por fotografiarse en las Cataratas del Iguazú. Pero en un régimen de flotación cambiaria, el referido déficit (que no es todo turismo, porque también incluye compras que deberían contabilizarse como importaciones) no compromete las reservas del Banco Central, porque se financia con los dólares que los argentinos ya tienen, o los que consiguen vendidos por otros del sector privado.

–¿Cómo adopta decisiones cualquier productor de mercaderías y servicios, dado el régimen cambiario de flotación?

–Tomando la vida como viene, sin pretender que existan certezas donde no puede haberlas. Claro que la certeza es mejor que la incertidumbre, pero la pretensión de certeza es peor que la incertidumbre. El núcleo de la política económica sigue siendo el equilibrio fiscal, y en estas condiciones el salto del tipo de cambio podría originarse en una reducción súbita de la demanda de pesos, producto de algún susto mayúsculo por parte de la población. No lo descarto pero error tipo I, error tipo II, no es una buena base para adoptar las decisiones.

–Algunos analistas, cuidando sus espaldas, sostienen que para tomar decisiones hay que esperar el resultado de las próximas elecciones.

–En la lógica del asesoramiento siempre hay que esperar algo, porque la lista de posibles amenazas a la realidad actual es infinita. Afortunadamente, a la hora de las decisiones, quienes tienen responsabilidades ejecutivas actúan. Como debe ser.

–Don William, muchas gracias.

 La relación dólar-peso depende de la oferta y demanda privadas y la demanda pública para pagar los intereses de la deuda  LA NACION