
Desde ayer, dos factores alteran el eje de la política argentina. Por un lado, la política internacional: con el conflicto Israel-Irán en alza, se está alterando el GPS de la política local. Después de casi diez días de una centralidad copada por Cristina Kichner, Javier Milei volvió al centro de la escena a través de un regreso al escenario global. El impensado “Viva la Libertad carajo” del canciller israelí Gideon Sa’ar en X marca un salto de escala del lugar que Milei ocupa en una globalidad en profunda reorganización. La centralidad mundial del outsider Milei es, precisamente, uno de los síntomas de ese proceso en marcha.
El modo en que el canciller Sa’ar usó ese grito de guerra mileísta es lo altamente significativo: un posteo celebratorio luego del ataque a la prisión de Evin, un punto crítico del régimen de represión de Irán, que siguió atacando blancos civiles en Israel. Es decir, un hombre clave del gobierno de Netanyahu eligió una cita al eslogan preferido de Milei, junto a imágenes del bombardeo a la prisión iraní, para dejar asentada su postura ante la audiencia mundial en un momento tan dramático: la acción contra Irán como una defensa de la libertad. Y el Presidente argentino convertido en la síntesis de una visión libertaria cueste lo que cueste, que va más allá de los dilemas argentinos.
Hay que profundizar el significado político del lema mileísta enunciado en semejante contexto. Lo novedoso es el alcance del imaginario Milei, una nube de significados que sintetiza como nadie: acaba de desembarcar en el campo bélico en Medio Oriente, nada menos, a partir de una identificación lineal y directa entre la visión de Israel y sus aspiraciones existenciales y geopolíticas y la visión libertaria. Es el punto culminante de una expansión de la figura de Milei y los significados que encierra: el grito libertario dotando de sentido un momento único de la historia con eje en el enfrentamiento entre Israel e Irán, con Estados Unidos subido también a ese escenario.
No es la primera vez que el libertario se vuelve una referencia que resume dilemas globales. Primero, ni bien llegó al poder en la Argentina, la motosierra mileísta se convirtió en un símbolo político-macroeconómico consumido en la interna política de otras naciones: el emblema de una forma de hacer política que desafía todos los cánones y los lugares comunes y gastados de la política doméstica clásica de corte progresista. Segundo, Milei asociado con Donald Trump y con Elon Musk como los contendientes de una gobernanza internacional en sepia cada vez más burocratizada e ineficaz: los tres, como los representantes globales de una gobernanza de nuevo cuño, por fuera de los organismos tradicionales y concentrada en la potencia del tecnocapitalismo, autopercibido como más veloz y eficiente, tomando atajos para sortear las demandas de una deliberación republicana tradicional tanto nacional como supranacional. Ahora, el grito mileísta como grito liberador y civilizatorio en la guerra real en Medio Oriente.
Ese lugar es más grande que el apoyo explícito de Milei a Israel y su condena abierta a Irán. “Irán es enemigo de Argentina porque quiere destruir la única democracia libre en Medio Oriente”, dijo el Presidente la semana pasada. El lugar de Milei se deriva sin dudas de la incondicionalidad geopolítica y emocional del libertario hacia Israel y el judaísmo, pero también es el resultado de un cambio de época global en el que un recién llegado a la política argentina dispuesto a deshacerlo todo también se vuelve símbolo global: una mileización del mundo a la que Milei, o Trump o Musk, o ahora Netanyahu, representan más acabadamente.
“Cambios de régimen”
En la práctica, ese crecimiento exponencial de la marca Milei acarrea preguntas inquietantes para la Argentina. Se acumulan una serie de hechos concretos que sitúan a al país en el nuevo mapa de conflicto: los antecedentes de los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel en la Argentina; la justicia argentina que considera a Irán como “un Estado que organiza, financia y ejecuta una acción terrorista en contra de otro Estado soberano”; la decisión del gobierno de Milei de mudar la embajada argentina a Jerusalén; la ruptura con Venezuela, suerte de proxy de Irán en América Latina; la actividad de Hezbollah en la región y el riesgo de que Irán opte por una “guerra asimétrica”, basada en ataque a objetivos civiles en otras naciones; y también, los cuestionamientos del gobierno de Irán al argentino Rafael Grossi, director general de la OIEA, además de la amenaza directa a Grossi por parte de fuentes del gobierno iraní. Se acaba de abrir un debate sobre la centralidad de Milei y los riesgos que depara: una polémica que recién empieza.
Pero sin dudas, el conflicto Israel-Irán vuelve a colocar a Milei en una posición dominante de la política argentina por estas horas. Está más allá de la aclaración del gobierno de Milei que hizo Guillermo Francos: “El tipo de conflicto nos supera. Es una confrontación entre naciones que tienen un poderío militar por encima del nuestro. No estamos en esa posición, ninguno de los contendientes nos lo han solicitado”.
Desde la Argentina, las acciones de Israel también empiezan a cumplir su rol en la construcción de sentido de la política mileísta. Uno de los conceptos centrales del conflicto actual en Medio Oriente encuentra su espejo en la política mileista: “cambio de régimen”. En el conflicto Israel-Irán, supone la caída del régimen de los ayatollah y una republicanización y/o democratización de Irán y la consolidación de los valores occidentales. Lo sintetizó el posteo de Marcos Galperín, que Milei retuiteó: “Hoy es un gran día para la civilización occidental”.
En la Argentina, el cambio de régimen tiene escalas nacionales: se refiere a la superación absoluta del modelo kirchnerista, saltar por arriba el laberinto del péndulo que siempre vuelve al otro extremo. En los últimas horas, la que llevó más lejos el paralelismo entre el cambio de régimen, un cambio cultural del kirchnerismo a una Argentina libertaria duradera, y el cambio de régimen en Irán, fue la diputada libertaria Lilia Lemoine: comparó la posible caída del régimen iraní con la caída del régimen kirchnerista que se dio con el triunfo de Milei.
Fue en la Second Free Iran World Summit 2025 que se realizó a fines de mayo. “Sé que ustedes ganarán porque yo he visto suceder lo imposible. Hace cinco años en Argentina teníamos poca o ninguna esperanza de poder cambiar el destino de nuestro país”. Un exceso interpretativo pero que es clarificador para entender el modo en que Milei y la causa de Israel se entrecruzan en sus autopercepciones y en las percepciones que se les adosan.
Cristina y el retorno de Irán
Ese cambio de escenario también impacta sobre el kirchnerismo, con el tema Irán como otro de los fantasmas judiciales que se cierne sobre Cristina Kirchner. El presente repone en la memoria los vínculos del kirchnerismo con Irán y su relación con Venezuela. En un año electoral, los legados más oscuros del kirchnerismo afloran y pueden terminar beneficiando al oficialismo mileísta.
Pero además, a la expresidenta le juega en contra el otro factor, muy menor en comparación con la crisis global pero con consecuencias: el frío intenso quitó entusiasmo en sus seguidores y el balcón de su prisión domiciliaria enfrenta una merma brutal de espectadores. ¿Una aceleración de una pérdida de centralidad política o un borroneado sólo estacional? ¿La ola polar que enfría voluntades implica la aceleración de un proceso de pérdida influencia de la figura de Cristina Kirchner ya en marcha?
En medio del conflicto en Medio Oriente y del alto perfil de la figura de Milei, la escala de los asuntos con los que debe lidiar Cristina Kirchner en su nueva condición de presa hacen mella en su peso político: el listado de las visitas autorizadas a San José 1111 vs. Milei convertido en referencia global. Está claro que hay riesgos enormes para Milei y para la Argentina en esa sobreexposición. Pero es la contracara de una centralidad global que el kirchnerismo nunca logró alcanzar, más allá de la Patria Grande latinoamericana, y de una liga que ha quedado vedada para Cristina Kirchner. Y para cualquiera de sus eventuales sucesores en las próximas elecciones.
Según cómo evolucione el conflicto de Medio Oriente que hoy tiene a los dos aliados centrales de Milei, Estados Unidos e Israel, dominando la atención global, también impactará en las próximas semanas en la imagen del gobierno de Milei. A apenas once días de comenzado la etapa más crítica, el debate sobre la oportunidad de la nueva estrategia atraviesa al mundo. Si el alto el fuego “completo y total” entre Israel e Irán, anunciado ayer por Trump, se concreta realmente, dejará a Milei bien parado. Por el momento, todo es provisorio.
Desde ayer, dos factores alteran el eje de la política argentina. Por un lado, la política internacional: con el conflicto Israel-Irán en alza, se está alterando el GPS de la política local. Después de casi diez días de una centralidad copada por Cristina Kichner, Javier Milei volvió al centro de la escena a través de un regreso al escenario global. El impensado “Viva la Libertad carajo” del canciller israelí Gideon Sa’ar en X marca un salto de escala del lugar que Milei ocupa en una globalidad en profunda reorganización. La centralidad mundial del outsider Milei es, precisamente, uno de los síntomas de ese proceso en marcha.
El modo en que el canciller Sa’ar usó ese grito de guerra mileísta es lo altamente significativo: un posteo celebratorio luego del ataque a la prisión de Evin, un punto crítico del régimen de represión de Irán, que siguió atacando blancos civiles en Israel. Es decir, un hombre clave del gobierno de Netanyahu eligió una cita al eslogan preferido de Milei, junto a imágenes del bombardeo a la prisión iraní, para dejar asentada su postura ante la audiencia mundial en un momento tan dramático: la acción contra Irán como una defensa de la libertad. Y el Presidente argentino convertido en la síntesis de una visión libertaria cueste lo que cueste, que va más allá de los dilemas argentinos.
Hay que profundizar el significado político del lema mileísta enunciado en semejante contexto. Lo novedoso es el alcance del imaginario Milei, una nube de significados que sintetiza como nadie: acaba de desembarcar en el campo bélico en Medio Oriente, nada menos, a partir de una identificación lineal y directa entre la visión de Israel y sus aspiraciones existenciales y geopolíticas y la visión libertaria. Es el punto culminante de una expansión de la figura de Milei y los significados que encierra: el grito libertario dotando de sentido un momento único de la historia con eje en el enfrentamiento entre Israel e Irán, con Estados Unidos subido también a ese escenario.
No es la primera vez que el libertario se vuelve una referencia que resume dilemas globales. Primero, ni bien llegó al poder en la Argentina, la motosierra mileísta se convirtió en un símbolo político-macroeconómico consumido en la interna política de otras naciones: el emblema de una forma de hacer política que desafía todos los cánones y los lugares comunes y gastados de la política doméstica clásica de corte progresista. Segundo, Milei asociado con Donald Trump y con Elon Musk como los contendientes de una gobernanza internacional en sepia cada vez más burocratizada e ineficaz: los tres, como los representantes globales de una gobernanza de nuevo cuño, por fuera de los organismos tradicionales y concentrada en la potencia del tecnocapitalismo, autopercibido como más veloz y eficiente, tomando atajos para sortear las demandas de una deliberación republicana tradicional tanto nacional como supranacional. Ahora, el grito mileísta como grito liberador y civilizatorio en la guerra real en Medio Oriente.
Ese lugar es más grande que el apoyo explícito de Milei a Israel y su condena abierta a Irán. “Irán es enemigo de Argentina porque quiere destruir la única democracia libre en Medio Oriente”, dijo el Presidente la semana pasada. El lugar de Milei se deriva sin dudas de la incondicionalidad geopolítica y emocional del libertario hacia Israel y el judaísmo, pero también es el resultado de un cambio de época global en el que un recién llegado a la política argentina dispuesto a deshacerlo todo también se vuelve símbolo global: una mileización del mundo a la que Milei, o Trump o Musk, o ahora Netanyahu, representan más acabadamente.
“Cambios de régimen”
En la práctica, ese crecimiento exponencial de la marca Milei acarrea preguntas inquietantes para la Argentina. Se acumulan una serie de hechos concretos que sitúan a al país en el nuevo mapa de conflicto: los antecedentes de los atentados contra la AMIA y la Embajada de Israel en la Argentina; la justicia argentina que considera a Irán como “un Estado que organiza, financia y ejecuta una acción terrorista en contra de otro Estado soberano”; la decisión del gobierno de Milei de mudar la embajada argentina a Jerusalén; la ruptura con Venezuela, suerte de proxy de Irán en América Latina; la actividad de Hezbollah en la región y el riesgo de que Irán opte por una “guerra asimétrica”, basada en ataque a objetivos civiles en otras naciones; y también, los cuestionamientos del gobierno de Irán al argentino Rafael Grossi, director general de la OIEA, además de la amenaza directa a Grossi por parte de fuentes del gobierno iraní. Se acaba de abrir un debate sobre la centralidad de Milei y los riesgos que depara: una polémica que recién empieza.
Pero sin dudas, el conflicto Israel-Irán vuelve a colocar a Milei en una posición dominante de la política argentina por estas horas. Está más allá de la aclaración del gobierno de Milei que hizo Guillermo Francos: “El tipo de conflicto nos supera. Es una confrontación entre naciones que tienen un poderío militar por encima del nuestro. No estamos en esa posición, ninguno de los contendientes nos lo han solicitado”.
Desde la Argentina, las acciones de Israel también empiezan a cumplir su rol en la construcción de sentido de la política mileísta. Uno de los conceptos centrales del conflicto actual en Medio Oriente encuentra su espejo en la política mileista: “cambio de régimen”. En el conflicto Israel-Irán, supone la caída del régimen de los ayatollah y una republicanización y/o democratización de Irán y la consolidación de los valores occidentales. Lo sintetizó el posteo de Marcos Galperín, que Milei retuiteó: “Hoy es un gran día para la civilización occidental”.
En la Argentina, el cambio de régimen tiene escalas nacionales: se refiere a la superación absoluta del modelo kirchnerista, saltar por arriba el laberinto del péndulo que siempre vuelve al otro extremo. En los últimas horas, la que llevó más lejos el paralelismo entre el cambio de régimen, un cambio cultural del kirchnerismo a una Argentina libertaria duradera, y el cambio de régimen en Irán, fue la diputada libertaria Lilia Lemoine: comparó la posible caída del régimen iraní con la caída del régimen kirchnerista que se dio con el triunfo de Milei.
Fue en la Second Free Iran World Summit 2025 que se realizó a fines de mayo. “Sé que ustedes ganarán porque yo he visto suceder lo imposible. Hace cinco años en Argentina teníamos poca o ninguna esperanza de poder cambiar el destino de nuestro país”. Un exceso interpretativo pero que es clarificador para entender el modo en que Milei y la causa de Israel se entrecruzan en sus autopercepciones y en las percepciones que se les adosan.
Cristina y el retorno de Irán
Ese cambio de escenario también impacta sobre el kirchnerismo, con el tema Irán como otro de los fantasmas judiciales que se cierne sobre Cristina Kirchner. El presente repone en la memoria los vínculos del kirchnerismo con Irán y su relación con Venezuela. En un año electoral, los legados más oscuros del kirchnerismo afloran y pueden terminar beneficiando al oficialismo mileísta.
Pero además, a la expresidenta le juega en contra el otro factor, muy menor en comparación con la crisis global pero con consecuencias: el frío intenso quitó entusiasmo en sus seguidores y el balcón de su prisión domiciliaria enfrenta una merma brutal de espectadores. ¿Una aceleración de una pérdida de centralidad política o un borroneado sólo estacional? ¿La ola polar que enfría voluntades implica la aceleración de un proceso de pérdida influencia de la figura de Cristina Kirchner ya en marcha?
En medio del conflicto en Medio Oriente y del alto perfil de la figura de Milei, la escala de los asuntos con los que debe lidiar Cristina Kirchner en su nueva condición de presa hacen mella en su peso político: el listado de las visitas autorizadas a San José 1111 vs. Milei convertido en referencia global. Está claro que hay riesgos enormes para Milei y para la Argentina en esa sobreexposición. Pero es la contracara de una centralidad global que el kirchnerismo nunca logró alcanzar, más allá de la Patria Grande latinoamericana, y de una liga que ha quedado vedada para Cristina Kirchner. Y para cualquiera de sus eventuales sucesores en las próximas elecciones.
Según cómo evolucione el conflicto de Medio Oriente que hoy tiene a los dos aliados centrales de Milei, Estados Unidos e Israel, dominando la atención global, también impactará en las próximas semanas en la imagen del gobierno de Milei. A apenas once días de comenzado la etapa más crítica, el debate sobre la oportunidad de la nueva estrategia atraviesa al mundo. Si el alto el fuego “completo y total” entre Israel e Irán, anunciado ayer por Trump, se concreta realmente, dejará a Milei bien parado. Por el momento, todo es provisorio.
Desde la Argentina, las acciones de Israel también empiezan a cumplir su rol en la construcción de sentido de la política libertaria LA NACION