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miércoles, junio 25, 2025
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Benfica se aprovechó de un Bayern “B” para meterse en octavos y dejar a Boca fuera de juego

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Dicen las estadísticas que el promedio de las temperaturas máximas del mes de junio en Charlotte es de 31 grados. Pero como se sabe, la Estadística, así, con mayúscula, es una ciencia bastante mentirosa y los promedios no tienen en cuenta ni los extremos ni las excepciones. Quedó demostrado en una tarde de sol abrasador en el ardiente interior de Carolina del Norte. 36 grados en el termómetro, 40 en la sensación térmica, cien o mil, de acuerdo a como cada uno lo sienta, sobre cuerpos y piernas de unos futbolistas que a estas alturas del año cargan con una larga temporada a sus espaldas.

A Charlotte debe volver el sábado Benfica para jugar su partido de octavos de final contra el segundo del grupo D. Bayern Munich, en cambio, tiene la cita pactada contra Flamengo para el domingo en Miami, donde el clima es algo más amable. En el caso del Bayern, además, la ciudad de Florida le queda muchísimo más cerca de Orlando, su “hogar” durante la Copa del Mundo. Los mal pensados que nunca faltan podían agregarle un argumento más a quienes sospechaban que el equipo germano no iba a esforzarse al máximo en el choque frente al Benfica del cual dependía el destino de Boca en el torneo: los bávaros llegaban con la clasificación en el bolsillo y hasta podían elegir rival en octavos de final: Flamengo, si perdían y quedaban segundos; casi seguramente Chelsea, si eran primeros.

Vincent Kompany, el entrenador belga que dirige al equipo bávaro, sin duda tenía motivos para darles descanso a sus figuras, pero no hizo más que aumentar los resquemores con la alineación inicial que plantó sobre el césped. Solo él sabe si en el fondo de su mente anidaba la idea de una derrota “entendible” mirando al futuro inmediato, pero lo único concreto es que en su decisión se esconde el mayor porcentaje de la explicación de la victoria del Benfica que dejó a los xeneizes sin chances de continuar en el torneo mucho antes de que la tormenta permitiera la continuación del duelo ante Auckland City en Nashville.

Kompany llenó de ilustres ausentes el banco de suplentes del Bayern: Kimmich, Kane, Olise, Coman, Goretzka, Musiala, Laimer y Tah estuvieron 45 minutos sentados bajo la sombra mirando cómo sus compañeros se movían al trotecito, a mitad de camino entre la desmotivación y el ahorro de energías. Cuando más tarde devolvió a la mayoría de ellos a la cancha, la combinación de errores propios, aciertos ajenos y un toque de mala fortuna sentenciaron un resultado que ya se había escrito antes.

El mayor mérito del Benfica fue no desaprovechar el regalo. El plus de necesidad le otorgó la convicción suficiente como para ponerle una marcha más a su ritmo de juego en el arranque. Ese simple factor le bastó para adueñarse del encuentro durante un buen rato, comandado por el despliegue de Renato Sanches y la jerarquía de Ángel Di María, y de paso conseguir el tanto que le daría tranquilidad desde el minuto 10 hasta el final. Fue una acción que comenzó por izquierda, se prolongó con la llegada del noruego Aursnes hasta el fondo por derecha y terminó su compatriota Schjelderup rematando el centro atrás que atravesó toda el área sin que nadie lo despeje. Incluso pudo estirar la ventaja el equipo portugués a los 17, pero el griego Pavlidis se demoró en el disparo y permitió la recuperación de Upamecano.

Hasta ahí llegaría el espíritu ofensivo del Benfica. No hubo más, con la excepción de una diagonal del centro hacia la derecha del turco Akturkoglu a los 10 de la segunda mitad que Neuer ahogó con unos de sus célebres achiques. El resto consistió en agruparse en los últimos 25 metros de la cancha y esperar a que el calor le quite piernas y motivación al Bayern para ir a buscar el empate.

No pareció un mal plan. El estadio era un horno y ni siquiera la pausa para hidratarse alcanzaba para quitarles el sofocón a los futbolistas. Este aspecto lo expuso con total claridad Gianluca Prestianni. Iban 38 minutos cuando se derrumbó sobre el césped después de una larga acción individual. El hielo en la nuca, el agua fría en la cara y algún gel milagroso que le acercaron a la nariz le ayudaron al pibe surgido de Vélez a recomponer la figura y volver a jugar, aunque poco tiempo después del regreso del vestuario fue sustituido. También promovieron la pregunta de qué pasará a partir de octavos, cuando los partidos se jueguen en horarios vespertinos.

Por entonces, Bayern Munich ya había acumulado méritos para el empate. Antes del partido, Kompany había puesto el énfasis en la histórica seriedad competitiva del club como para despejar dudas sobre sus intenciones. En la segunda parte, con algunas nubes tapando el sol y el ambiente algo menos agobiante, quiso ser fiel a su discurso. Kane, Kimmich y Olise dejaron la comodidad del banco y en un abrir y cerrar de ojos dieron vuelta el desarrollo. Fue el turno para los otros dos nombres que redondearon el resultado final y de paso despidieron a Boca antes de tiempo: Leroy Sané y Anatoliy Trubin.

Con cualidades como para ser estrella del firmamento futbolístico mundial, al delantero que jugará la próxima temporada en el Galatasaray turco siempre le han faltado los detalles que separan a los muy buenos de los cracks. Le pasó en el Manchester City, en la selección alemana, y por supuesto en Bayern. En Charlotte se empeñó en demostrar las razones por las que el club bávaro decidió prescindir de sus servicios. Desperdició un centro atrás de Gnabry en una acción idéntica a la del tanto del Benfica antes del entretiempo, y falló dos definiciones en soledad frente al arquero en los 45 finales. Mucho menos conocido, el ucraniano Trubin no solo ganó esos dos duelos. También le quitó con las piernas un gol a Pavlovic y se hizo dueño de cuanto centro cruzó el área. Solo se equivocó en uno, el último: se quedó corto en la salida, Kane se le anticipó y el cabezazo se fue rozando el palo izquierdo.

La agilidad de Trubin, los desaciertos de Sané, las decisiones de Kompany y la certeza del Benfica para aprovechar su cuarto de hora certificaron el 1-0 final que, casualmente, le otorgó al Bayern un día más de descanso y una sede más relajada para su próximo partido. En Charlotte, la mayor preocupación fue el calor. Unos y otros lo afrontaron como mejor les vino a sus intereses y los dos se fueron contentos. El futuro de Boca, aunque quedó sellado por ese resultado, no formaba parte de las prioridades de alemanes y portugueses. El propio Boca ya se había ocupado de complicárselo.

Dicen las estadísticas que el promedio de las temperaturas máximas del mes de junio en Charlotte es de 31 grados. Pero como se sabe, la Estadística, así, con mayúscula, es una ciencia bastante mentirosa y los promedios no tienen en cuenta ni los extremos ni las excepciones. Quedó demostrado en una tarde de sol abrasador en el ardiente interior de Carolina del Norte. 36 grados en el termómetro, 40 en la sensación térmica, cien o mil, de acuerdo a como cada uno lo sienta, sobre cuerpos y piernas de unos futbolistas que a estas alturas del año cargan con una larga temporada a sus espaldas.

A Charlotte debe volver el sábado Benfica para jugar su partido de octavos de final contra el segundo del grupo D. Bayern Munich, en cambio, tiene la cita pactada contra Flamengo para el domingo en Miami, donde el clima es algo más amable. En el caso del Bayern, además, la ciudad de Florida le queda muchísimo más cerca de Orlando, su “hogar” durante la Copa del Mundo. Los mal pensados que nunca faltan podían agregarle un argumento más a quienes sospechaban que el equipo germano no iba a esforzarse al máximo en el choque frente al Benfica del cual dependía el destino de Boca en el torneo: los bávaros llegaban con la clasificación en el bolsillo y hasta podían elegir rival en octavos de final: Flamengo, si perdían y quedaban segundos; casi seguramente Chelsea, si eran primeros.

Vincent Kompany, el entrenador belga que dirige al equipo bávaro, sin duda tenía motivos para darles descanso a sus figuras, pero no hizo más que aumentar los resquemores con la alineación inicial que plantó sobre el césped. Solo él sabe si en el fondo de su mente anidaba la idea de una derrota “entendible” mirando al futuro inmediato, pero lo único concreto es que en su decisión se esconde el mayor porcentaje de la explicación de la victoria del Benfica que dejó a los xeneizes sin chances de continuar en el torneo mucho antes de que la tormenta permitiera la continuación del duelo ante Auckland City en Nashville.

Kompany llenó de ilustres ausentes el banco de suplentes del Bayern: Kimmich, Kane, Olise, Coman, Goretzka, Musiala, Laimer y Tah estuvieron 45 minutos sentados bajo la sombra mirando cómo sus compañeros se movían al trotecito, a mitad de camino entre la desmotivación y el ahorro de energías. Cuando más tarde devolvió a la mayoría de ellos a la cancha, la combinación de errores propios, aciertos ajenos y un toque de mala fortuna sentenciaron un resultado que ya se había escrito antes.

El mayor mérito del Benfica fue no desaprovechar el regalo. El plus de necesidad le otorgó la convicción suficiente como para ponerle una marcha más a su ritmo de juego en el arranque. Ese simple factor le bastó para adueñarse del encuentro durante un buen rato, comandado por el despliegue de Renato Sanches y la jerarquía de Ángel Di María, y de paso conseguir el tanto que le daría tranquilidad desde el minuto 10 hasta el final. Fue una acción que comenzó por izquierda, se prolongó con la llegada del noruego Aursnes hasta el fondo por derecha y terminó su compatriota Schjelderup rematando el centro atrás que atravesó toda el área sin que nadie lo despeje. Incluso pudo estirar la ventaja el equipo portugués a los 17, pero el griego Pavlidis se demoró en el disparo y permitió la recuperación de Upamecano.

Hasta ahí llegaría el espíritu ofensivo del Benfica. No hubo más, con la excepción de una diagonal del centro hacia la derecha del turco Akturkoglu a los 10 de la segunda mitad que Neuer ahogó con unos de sus célebres achiques. El resto consistió en agruparse en los últimos 25 metros de la cancha y esperar a que el calor le quite piernas y motivación al Bayern para ir a buscar el empate.

No pareció un mal plan. El estadio era un horno y ni siquiera la pausa para hidratarse alcanzaba para quitarles el sofocón a los futbolistas. Este aspecto lo expuso con total claridad Gianluca Prestianni. Iban 38 minutos cuando se derrumbó sobre el césped después de una larga acción individual. El hielo en la nuca, el agua fría en la cara y algún gel milagroso que le acercaron a la nariz le ayudaron al pibe surgido de Vélez a recomponer la figura y volver a jugar, aunque poco tiempo después del regreso del vestuario fue sustituido. También promovieron la pregunta de qué pasará a partir de octavos, cuando los partidos se jueguen en horarios vespertinos.

Por entonces, Bayern Munich ya había acumulado méritos para el empate. Antes del partido, Kompany había puesto el énfasis en la histórica seriedad competitiva del club como para despejar dudas sobre sus intenciones. En la segunda parte, con algunas nubes tapando el sol y el ambiente algo menos agobiante, quiso ser fiel a su discurso. Kane, Kimmich y Olise dejaron la comodidad del banco y en un abrir y cerrar de ojos dieron vuelta el desarrollo. Fue el turno para los otros dos nombres que redondearon el resultado final y de paso despidieron a Boca antes de tiempo: Leroy Sané y Anatoliy Trubin.

Con cualidades como para ser estrella del firmamento futbolístico mundial, al delantero que jugará la próxima temporada en el Galatasaray turco siempre le han faltado los detalles que separan a los muy buenos de los cracks. Le pasó en el Manchester City, en la selección alemana, y por supuesto en Bayern. En Charlotte se empeñó en demostrar las razones por las que el club bávaro decidió prescindir de sus servicios. Desperdició un centro atrás de Gnabry en una acción idéntica a la del tanto del Benfica antes del entretiempo, y falló dos definiciones en soledad frente al arquero en los 45 finales. Mucho menos conocido, el ucraniano Trubin no solo ganó esos dos duelos. También le quitó con las piernas un gol a Pavlovic y se hizo dueño de cuanto centro cruzó el área. Solo se equivocó en uno, el último: se quedó corto en la salida, Kane se le anticipó y el cabezazo se fue rozando el palo izquierdo.

La agilidad de Trubin, los desaciertos de Sané, las decisiones de Kompany y la certeza del Benfica para aprovechar su cuarto de hora certificaron el 1-0 final que, casualmente, le otorgó al Bayern un día más de descanso y una sede más relajada para su próximo partido. En Charlotte, la mayor preocupación fue el calor. Unos y otros lo afrontaron como mejor les vino a sus intereses y los dos se fueron contentos. El futuro de Boca, aunque quedó sellado por ese resultado, no formaba parte de las prioridades de alemanes y portugueses. El propio Boca ya se había ocupado de complicárselo.

 Las Águilas aprovecharon la decisión de Kompany de jugar con suplentes y ganaron con una gran actuación de su arquero  LA NACION