
A bordo del Indomable —según recuerda el Capitán Vere, comandante del navío de guerra a las órdenes de la corona británica en 1797—, ocurre la tragedia de Billy Budd. Una ópera notable por su elenco de voces masculinas y por una historia basada en la novela póstuma del famoso escritor estadounidense Herman Melville, autor de Moby Dick, según libreto del poeta inglés E.M. Forster en colaboración con Erik Krozier. La ópera explora la temática predilecta de Benjamin Britten: su denuncia de la maldad sobre la inocencia. Billy es un joven y apuesto marinero, dueño de una bondad y belleza excepcionales, querido por todos sus compañeros excepto por uno, el maestro de armas John Claggart quien, con un odio inexplicable, lo acusa falsamente y desata así el drama que, en la voz del narrador —el capitán—, se resume en el imperativo del orden por sobre la justicia, y un deseo: la luz del cielo para discernir entre el bien y el mal.
A partir del 1º de julio y a lo largo de ocho funciones, el Teatro Colón presenta su nueva producción lírica en calidad de estreno argentino: Billy Budd, la gran ópera del compositor británico creada hace tres cuartos de siglo en el Covent Garden, la Royal Opera House de Londres. En entrevista con LA NACION, los responsables de este esperado título —el director norteamericano-alemán Erik Nielsen en el podio musical y el regisseur argentino Marcelo Lombardero en la producción escénica—, ofrecen una introducción a una obra imprescindible de la pasada centuria.
“Billy Budd es una obra gigante que, aunque solo la protagonizan hombres, tiene una gran cantidad de solistas, más de 20 roles y coros en los que, por ejemplo, en la escena de la batalla, cantan y actúan hasta ocho grupos de coros en situaciones diferentes”, explica Lombardero, actual director artístico de la Ópera Nacional de México. “Es una ópera de trazo épico. Por lo tanto, y por las características de la historia (el barco, el motín, la batalla y la época) nuestra elección es una puesta hiperrealista, una reconstrucción histórica meticulosa y detallada, que utiliza elementos virtuales y corpóreos para generar una sensación tridimensional de precisión cinematográfica”, agrega el regisseur acerca de este diseño creado en 2013 para el centenario del nacimiento de Britten, estrenado originalmente en Chile y realizado hoy con tecnologías más modernas en los talleres del Teatro Colón para su estreno argentino el martes próximo. “Y porque aquí se verá por primera vez, es importante generar un buen espectáculo que nos ubique en la historia.”
Un orden imperfecto
Como una parábola bíblica. Así interpreta Lombardero el gran tema y universalidad de esta trama sucedida en alta mar, a finales del siglo XVIII, en los albores de las guerras napoleónicas. “Es la lucha del bien y el mal lo que está en la superficie. Pero no es solo eso. Es también la diferencia entre lo legal y lo justo. El orden legal, establecido por los seres humanos y por lo tanto imperfecto, que se aplica con rigor sobre unos, pero no sobre todos. Billy Budd es una ópera de una profundidad impresionante porque trata todos los tópicos de interés de Britten, que era un humanista: el abuso sobre el más débil y la estigmatización del que es diferente.”
-“He contemplado la verdad y tengo miedo”, dice el Capitán al final…
Marcelo Lombardero: -Porque queda atrapado en esta historia para siempre. A partir de la culpa o la responsabilidad, sabiendo que tuvo que cumplir con un mandato terrible. Lo que lo aterra en realidad no es la maldad, sino esa bondad que ha visto de frente. De allí la parábola bíblica: Billy es el chivo expiatorio, el que expía los pecados de una sociedad a partir de su muerte. ¡Es una obra sensacional! Yo creo que a veces los directores de escena le exigimos demasiado al público (que siga la historia, que escuche la música y entienda lo que nosotros queremos contar). Pero a veces los elementos son escasos y yo, que no soy el creador sino solo un intérprete que ofrece el marco estético por donde pasa la historia de la obra, creo que en este caso lo que mejor nos sirve es el realismo.
-¿Pensás que el público operístico es reacio a títulos que no conoce o que están fuera del repertorio tradicional?
M.L: -Creo que el público melómano es una especie en extinción. Entonces ¿a qué público apelo? Al de un espectador general con la capacidad de asombro que el melómano no tiene porque busca lo que ya conoce. Hace años que intento captar la atención de otros y esta obra tiene lo necesario para eso: el carácter épico, la inmensidad, el océano, la batalla naval, los cañones, las armas… todo estudiado a fondo, al igual que las relaciones jerárquicas adentro de un buque, para brindarle al público una experiencia hiperrealista. Billy Budd tiene todos los condimentos de las grandes óperas: arias y dúos fantásticos, escenas de conjuntos y concertantes, un lenguaje operístico utilizado sin prejuicios, construido sobre la base de una tradición lírica que va desde Mozart y Verdi hasta Alban Berg y Shostakovich. Es una obra de la plenitud creativa de dos genios del siglo XX, Britten y Forster, que con su pluma poética construye un libreto magistral a partir de la historia de Melville. Juntos para, como dije al comienzo, crear una parábola de la lucha entre el bien y el mal, lo legal y lo justo. Es muy probable que, entre las canciones y los sonidos marineros, la gente salga del teatro tarareando las melodías ¡Y eso es algo extraordinario para una ópera del siglo XX!
El color de la disonancia
Por su parte, el director musical le aporta una lectura de actualidad y polémica a la propuesta. “Es un tema de lo más actual del debate político: las migraciones y los nacionalismos, el ser extranjero en alguna parte, ser una persona no bienvenida en una sociedad determinada”, señala Nielsen, de amplia trayectoria como músico de orquesta y luego director, haciendo su debut en el Colón con esta partitura que considera “la mejor obra lírica de Britten” y al compositor, “el más importante del Reino Unido desde Purcell”. “En Billy Budd —afirma el maestro— está siempre presente la cuestión del outsider, el que no es bienvenido, el que busca insertarse en el sistema de una sociedad hostil representada en este caso por el barco y por alguien (Claggart), al que nadie hace nada pero que sin embargo odia desmedidamente.”
-Para el público del Colón que acaba de apreciar una ópera de voces femeninas (Suor Angelica), Billy Budd ofrece un contraste de solo voces masculinas. ¿Es todavía lejano el melodismo de Britten?
Erik Nielsen: -Él utiliza mucho las segundas [N. de la R.: intervalo a un tono de distancia], que ejecutadas simultáneamente provocan disonancia. Le encanta ese color que utiliza como constante. Esos intervalos disonantes le dan un sonido moderno. Su orquestación avanzada y compleja demanda virtuosismo, no solo para los solistas sino para todos los instrumentos de la orquesta. Es un lenguaje moderno, sí, pero no en el sentido de Schönberg, porque aquí es tonal y porque Britten viene de la tradición operística de Wagner con un mundo sonoro absolutamente propio. Sus melodías son en sí consonantes, son agradables al oído tanto para escuchar como para cantar con la técnica belcantista. De modo que es un canto consonante. ¡Eso sí: no son melodías simples! Son diferentes, tienen saltos enormes y están conectadas con el idioma, la expresión y los personajes. Creo que pueden cautivar al público. Los intervalos de cuarta que canta Claggart son como una charla de café, tienen carácter y, superpuestos, se convierten en una obsesión. Él canta “bondad y belleza” con ese intervalo. Pero cuando decide la destrucción de Billy, aparece el acorde de fa menor. Incluso después de muerto, en la escena del tribunal cuando los oficiales anuncian el veredicto a Billy ¡Boom! Escuchamos de nuevo el acorde en fa menor ¡Culpable! Sentenciado a muerte. La naturaleza malvada de siempre suena asociada a esa armonía.
-¿Cuál es la motivación verdadera y recóndita de su sadismo? Porque cuando Claggart conoce a Billy canta “la belleza del cuerpo, la belleza del alma”. ¿Puede esa fascinación ser interpretada como un amor-odio en sentido romántico?
E.N.: -No es algo que surja del libro ni de la puesta de Marcelo. Pero creo que, en nuestra psicología actual, esa obsesión se vincula con la vida personal de Britten y su relación con Peter Bears. Claggart ama a Billy, pero como no puede aceptar ese amor, entonces lo ama de tal manera que lo odia y necesita verlo morir. El amor romántico no está expuesto de manera evidente en el libreto. Sin embargo, yo creo que sí está en la música, en este sentimiento terriblemente desafortunado que acaba en tragedia.
-¿En qué momentos clave surge la belleza poética de esta música?
E.N.: -En algo importante, como el principio y el final. Sabemos que la historia viene del pasado porque es el Capitán quien la trae como recuerdo. Hay muchos momentos musicalmente emocionantes. El final del primer acto, cuando Dansker intenta explicar a Billy que Jimmy Claggart es una persona peligrosa ¡y Britten escribe una passacaglia! Me encanta la escena del juicio, cuando los oficiales cantan un trío hermoso que escuchamos luego de mucho canto individual, una escena del coro y muchas líneas en solitario. Toda la música de Claggart que es profundamente conmovedora y abarca una gama de emociones tremendas. Y el aria de Billy… Cuando asume que esa es la última noche que va a vivir e imagina su cuerpo flotando en el mar infinito. Luego Vere cuenta, atormentado, que no hubo una celebración real para despedirlo, pero que los pájaros cantaron. Y en esa suerte de llanto de pájaros que creemos oír en la música de Britten, encontramos la inspiración para el réquiem verdadero que despide a Billy Budd.
Para agendar
Billy Budd, nueva producción del Teatro Colón. Ópera en dos actos de Benjamin Britten con libreto en inglés de Edward Morgan Forster y Eric Crozier basado en la novela homónima de Herman Melville. Dirección musical: Erik Nielsen. Dirección de escena Marcelo Lombardero. Escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Orquesta y Coro Estable y Coro de niños del Teatro Colón. Dirección del Coro Estable: Miguel Martínez. Reparto: Toby Spence (Capitán Edward Vere), John Chest (Billy Budd), Hernán Iturralde (John Claggart) y elenco. Estreno 1º de julio. Próximas funciones: 2, 3, 5, 6, 8, 10, 12 de julio. En el Teatro Colón (Libertad 621).
A bordo del Indomable —según recuerda el Capitán Vere, comandante del navío de guerra a las órdenes de la corona británica en 1797—, ocurre la tragedia de Billy Budd. Una ópera notable por su elenco de voces masculinas y por una historia basada en la novela póstuma del famoso escritor estadounidense Herman Melville, autor de Moby Dick, según libreto del poeta inglés E.M. Forster en colaboración con Erik Krozier. La ópera explora la temática predilecta de Benjamin Britten: su denuncia de la maldad sobre la inocencia. Billy es un joven y apuesto marinero, dueño de una bondad y belleza excepcionales, querido por todos sus compañeros excepto por uno, el maestro de armas John Claggart quien, con un odio inexplicable, lo acusa falsamente y desata así el drama que, en la voz del narrador —el capitán—, se resume en el imperativo del orden por sobre la justicia, y un deseo: la luz del cielo para discernir entre el bien y el mal.
A partir del 1º de julio y a lo largo de ocho funciones, el Teatro Colón presenta su nueva producción lírica en calidad de estreno argentino: Billy Budd, la gran ópera del compositor británico creada hace tres cuartos de siglo en el Covent Garden, la Royal Opera House de Londres. En entrevista con LA NACION, los responsables de este esperado título —el director norteamericano-alemán Erik Nielsen en el podio musical y el regisseur argentino Marcelo Lombardero en la producción escénica—, ofrecen una introducción a una obra imprescindible de la pasada centuria.
“Billy Budd es una obra gigante que, aunque solo la protagonizan hombres, tiene una gran cantidad de solistas, más de 20 roles y coros en los que, por ejemplo, en la escena de la batalla, cantan y actúan hasta ocho grupos de coros en situaciones diferentes”, explica Lombardero, actual director artístico de la Ópera Nacional de México. “Es una ópera de trazo épico. Por lo tanto, y por las características de la historia (el barco, el motín, la batalla y la época) nuestra elección es una puesta hiperrealista, una reconstrucción histórica meticulosa y detallada, que utiliza elementos virtuales y corpóreos para generar una sensación tridimensional de precisión cinematográfica”, agrega el regisseur acerca de este diseño creado en 2013 para el centenario del nacimiento de Britten, estrenado originalmente en Chile y realizado hoy con tecnologías más modernas en los talleres del Teatro Colón para su estreno argentino el martes próximo. “Y porque aquí se verá por primera vez, es importante generar un buen espectáculo que nos ubique en la historia.”
Un orden imperfecto
Como una parábola bíblica. Así interpreta Lombardero el gran tema y universalidad de esta trama sucedida en alta mar, a finales del siglo XVIII, en los albores de las guerras napoleónicas. “Es la lucha del bien y el mal lo que está en la superficie. Pero no es solo eso. Es también la diferencia entre lo legal y lo justo. El orden legal, establecido por los seres humanos y por lo tanto imperfecto, que se aplica con rigor sobre unos, pero no sobre todos. Billy Budd es una ópera de una profundidad impresionante porque trata todos los tópicos de interés de Britten, que era un humanista: el abuso sobre el más débil y la estigmatización del que es diferente.”
-“He contemplado la verdad y tengo miedo”, dice el Capitán al final…
Marcelo Lombardero: -Porque queda atrapado en esta historia para siempre. A partir de la culpa o la responsabilidad, sabiendo que tuvo que cumplir con un mandato terrible. Lo que lo aterra en realidad no es la maldad, sino esa bondad que ha visto de frente. De allí la parábola bíblica: Billy es el chivo expiatorio, el que expía los pecados de una sociedad a partir de su muerte. ¡Es una obra sensacional! Yo creo que a veces los directores de escena le exigimos demasiado al público (que siga la historia, que escuche la música y entienda lo que nosotros queremos contar). Pero a veces los elementos son escasos y yo, que no soy el creador sino solo un intérprete que ofrece el marco estético por donde pasa la historia de la obra, creo que en este caso lo que mejor nos sirve es el realismo.
-¿Pensás que el público operístico es reacio a títulos que no conoce o que están fuera del repertorio tradicional?
M.L: -Creo que el público melómano es una especie en extinción. Entonces ¿a qué público apelo? Al de un espectador general con la capacidad de asombro que el melómano no tiene porque busca lo que ya conoce. Hace años que intento captar la atención de otros y esta obra tiene lo necesario para eso: el carácter épico, la inmensidad, el océano, la batalla naval, los cañones, las armas… todo estudiado a fondo, al igual que las relaciones jerárquicas adentro de un buque, para brindarle al público una experiencia hiperrealista. Billy Budd tiene todos los condimentos de las grandes óperas: arias y dúos fantásticos, escenas de conjuntos y concertantes, un lenguaje operístico utilizado sin prejuicios, construido sobre la base de una tradición lírica que va desde Mozart y Verdi hasta Alban Berg y Shostakovich. Es una obra de la plenitud creativa de dos genios del siglo XX, Britten y Forster, que con su pluma poética construye un libreto magistral a partir de la historia de Melville. Juntos para, como dije al comienzo, crear una parábola de la lucha entre el bien y el mal, lo legal y lo justo. Es muy probable que, entre las canciones y los sonidos marineros, la gente salga del teatro tarareando las melodías ¡Y eso es algo extraordinario para una ópera del siglo XX!
El color de la disonancia
Por su parte, el director musical le aporta una lectura de actualidad y polémica a la propuesta. “Es un tema de lo más actual del debate político: las migraciones y los nacionalismos, el ser extranjero en alguna parte, ser una persona no bienvenida en una sociedad determinada”, señala Nielsen, de amplia trayectoria como músico de orquesta y luego director, haciendo su debut en el Colón con esta partitura que considera “la mejor obra lírica de Britten” y al compositor, “el más importante del Reino Unido desde Purcell”. “En Billy Budd —afirma el maestro— está siempre presente la cuestión del outsider, el que no es bienvenido, el que busca insertarse en el sistema de una sociedad hostil representada en este caso por el barco y por alguien (Claggart), al que nadie hace nada pero que sin embargo odia desmedidamente.”
-Para el público del Colón que acaba de apreciar una ópera de voces femeninas (Suor Angelica), Billy Budd ofrece un contraste de solo voces masculinas. ¿Es todavía lejano el melodismo de Britten?
Erik Nielsen: -Él utiliza mucho las segundas [N. de la R.: intervalo a un tono de distancia], que ejecutadas simultáneamente provocan disonancia. Le encanta ese color que utiliza como constante. Esos intervalos disonantes le dan un sonido moderno. Su orquestación avanzada y compleja demanda virtuosismo, no solo para los solistas sino para todos los instrumentos de la orquesta. Es un lenguaje moderno, sí, pero no en el sentido de Schönberg, porque aquí es tonal y porque Britten viene de la tradición operística de Wagner con un mundo sonoro absolutamente propio. Sus melodías son en sí consonantes, son agradables al oído tanto para escuchar como para cantar con la técnica belcantista. De modo que es un canto consonante. ¡Eso sí: no son melodías simples! Son diferentes, tienen saltos enormes y están conectadas con el idioma, la expresión y los personajes. Creo que pueden cautivar al público. Los intervalos de cuarta que canta Claggart son como una charla de café, tienen carácter y, superpuestos, se convierten en una obsesión. Él canta “bondad y belleza” con ese intervalo. Pero cuando decide la destrucción de Billy, aparece el acorde de fa menor. Incluso después de muerto, en la escena del tribunal cuando los oficiales anuncian el veredicto a Billy ¡Boom! Escuchamos de nuevo el acorde en fa menor ¡Culpable! Sentenciado a muerte. La naturaleza malvada de siempre suena asociada a esa armonía.
-¿Cuál es la motivación verdadera y recóndita de su sadismo? Porque cuando Claggart conoce a Billy canta “la belleza del cuerpo, la belleza del alma”. ¿Puede esa fascinación ser interpretada como un amor-odio en sentido romántico?
E.N.: -No es algo que surja del libro ni de la puesta de Marcelo. Pero creo que, en nuestra psicología actual, esa obsesión se vincula con la vida personal de Britten y su relación con Peter Bears. Claggart ama a Billy, pero como no puede aceptar ese amor, entonces lo ama de tal manera que lo odia y necesita verlo morir. El amor romántico no está expuesto de manera evidente en el libreto. Sin embargo, yo creo que sí está en la música, en este sentimiento terriblemente desafortunado que acaba en tragedia.
-¿En qué momentos clave surge la belleza poética de esta música?
E.N.: -En algo importante, como el principio y el final. Sabemos que la historia viene del pasado porque es el Capitán quien la trae como recuerdo. Hay muchos momentos musicalmente emocionantes. El final del primer acto, cuando Dansker intenta explicar a Billy que Jimmy Claggart es una persona peligrosa ¡y Britten escribe una passacaglia! Me encanta la escena del juicio, cuando los oficiales cantan un trío hermoso que escuchamos luego de mucho canto individual, una escena del coro y muchas líneas en solitario. Toda la música de Claggart que es profundamente conmovedora y abarca una gama de emociones tremendas. Y el aria de Billy… Cuando asume que esa es la última noche que va a vivir e imagina su cuerpo flotando en el mar infinito. Luego Vere cuenta, atormentado, que no hubo una celebración real para despedirlo, pero que los pájaros cantaron. Y en esa suerte de llanto de pájaros que creemos oír en la música de Britten, encontramos la inspiración para el réquiem verdadero que despide a Billy Budd.
Para agendar
Billy Budd, nueva producción del Teatro Colón. Ópera en dos actos de Benjamin Britten con libreto en inglés de Edward Morgan Forster y Eric Crozier basado en la novela homónima de Herman Melville. Dirección musical: Erik Nielsen. Dirección de escena Marcelo Lombardero. Escenografía: Diego Siliano. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: José Luis Fiorruccio. Orquesta y Coro Estable y Coro de niños del Teatro Colón. Dirección del Coro Estable: Miguel Martínez. Reparto: Toby Spence (Capitán Edward Vere), John Chest (Billy Budd), Hernán Iturralde (John Claggart) y elenco. Estreno 1º de julio. Próximas funciones: 2, 3, 5, 6, 8, 10, 12 de julio. En el Teatro Colón (Libertad 621).
Antes del estreno en el Teatro Colón, el director musical Erik Nielsen y el regisseur Marcelo Lombardero anticipan detalles de la nueva producción y evocan la profundidad de esta obra imprescindible de la pasada centuria LA NACION