Miguel Mateos y los 40 años de Rockas vivas: los clásicos, su emoción y los covers ochentosos que sorprendieron al público

La frase de la canción viene así: “Corriendo taxis sin saber qué hacer. Nadie tiene fuego, ni siquiera un cospel”. Por supuesto que no. Hoy nadie corre taxis, porque pide autos desde una app; nadie fuma en lugares cerrados ni necesita hacer llamadas. Casi no se habla por teléfono, y cuando se habla, jamás se usa un dispositivo situado dentro de una cabina que funciona con un tipo de moneda que en tiempos antediluvianos se conocían como cospel. Nada de eso existe hoy, pero pervive en canciones como “Tengo que parar”, que Miguel Mateos grabó con su grupo Zas hace más de cuatro décadas. Nada de eso existe, pero revive, cada vez que un músico hace un autohomenaje y celebra un acuerdo tácito con su público. Eso fue lo que pasó el jueves 3 por la noche en el Movistar Arena, cuando Miguel Mateos festejó los 40 años de su álbum Rockas vivas y el cancionero de los tres discos anteriores (de estudio). En definitiva, fue una retrospectiva 1981-1985 para recrear no solo los grandes éxitos del álbum en vivo; también fue una manera de desempolvar varias piezas que habían quedado en el olvido, quizás por no haber entrado en la selección final de Rockas vivas.
Además, vale aclarar que en aquellos tiempos el éxito masivo no llegaba con la viralización de una canción en redes sociales sino con muchos años de trabajo. El hecho de que Zas fuera, en 1981, la banda telonera de Queen en los conciertos que la banda de Mercury dio en el estadio de Vélez resultó apenas una carta de presentación que no le dio ventaja sobre el resto de los grupos del rock argentino. Debieron pasar esos tres discos -ZAS (1982), Huevos (1983) y Tengo que parar (1984)- para que llegara el momento consagratorio, con Rockas vivas; con conciertos en el Teatro Coliseo, donde se grabó el disco, y una serie posterior en el Luna Park, que ofició de presentación del álbum.
Dicho esto, se puede agregar que (más allá del acuerdo tácito entre público y artista para hacer un viaje en el tiempo y reencontrarse con emociones añoradas, durante las dos horas que puede durar un recital) la vida también es un suceso cíclico. Y a pesar de que no haya cospeles para usar en teléfono públicos ni alguien que pida fuego para encender un cigarrillo en medio de un recital, surgen historias contadas en aquellas canciones que calzan en el presente argentino. Malvinas es una deuda siempre pendiente, por eso el tema “Su, me robaste todo” fue dedicado a los muertos de la guerra, en 1982.
Más allá de que el diario publicado en papel sea una costumbre menguante, “Extra, extra” dispara frases de clara actualidad, en estos tiempos en los que todo suena a un ataque al que mira de enfrente. “Puedo pedirle una limosna al presidente, puedo morirme de hambre con la gente (…). Puedo acabar con el machismo argentino, ya lo vas a ver (…). Nos dicen que el futuro es de nuestros hijos, entonces vos y yo, qué hacemos vos y yo (…). En este tiempo nos han hecho olvidar que en este país se puede ser feliz (…). Y no tengo dinero para un mísero café en la popular”. Hay canciones que son inclementes con la historia de un país. Y está bien que así lo sean.
Señas particulares
Con todo esto a cuestas, en algo más de dos horas, Mateos y su banda echaron a rodar una veintena de canciones, de absolutas señas particulares, de aquella época (1981-1985), pero con una reverberación que les permite recodificarse en este presente.
Seguramente, para el público (el estadio estuvo colmado) fue más que nada un reencuentro con su propia historia, lo cual no está nada mal. Y esa lista funcionó como un recorrido de canciones imbatibles para los más fans. Las de Rockas vivas, más un par de éxitos que quedaron afuera, resultaron las más coreadas: “Va por vos, para vos”, “Perdiendo el control”, “Tengo que parar”, “Solo una noche más”, “Un poco de satisfacción”, “Ana, la dulce” y el hit de hits: “Tirá para arriba”.
También fueron muy bien recibidas aquellas que llevan más de cuatro décadas alejadas del repertorio en vivo de Mateos, como “Bulldog”, “Luces en el mar”, “Solo fuego” y “Mujer sin ley”, y una licencia que se tomó al apartarse de su catálogo, para largar dos covers ochentosos en inglés: “The Power Of Love”, de Huey Lewis & The News, y “Everybody Wants to Rule the World”, de Tears for Fears.
Y, como merece todo show evocativo y de estas características, el último tramo fue un gran envión, concentrado en esa excepcional cuarteta que representa los más medular de la composición de Mateos: “Un poco de Satisfacción”, “Extra, Extra”, “Un gato en la ciudad” y “En la cocina (Huevos)”, interpretada del mismo modo que fue publicada en Rockas vivas.
La banda fue implacable y la voz de Miguel sonó impecable. Porque, más allá del vértigo del debut de una gira, de que los años no vienen solos y que este cantor necesitó ciertas pausas para contar algunas historias de ovnis como excusa de una impostergable renovación de aire, hay un dato curioso que revela su garganta: la voz de Mateos, a los 71, está mejor timbrada (incluso, más precisa y con mayor fluidez de fiato) que la del treintañero que grabó los míticos conciertos del Teatro Coliseo y el cincuentón del álbum Primera fila.
En la ruta
Mateos había llegado de una serie de conciertos en los Estados Unidos y con el show del Movistar Arena comenzó su gira retrospectiva por el país junto con su hermano y compañero de escenarios de toda la vida, Alejandro Mateos (Bateria), Ariel Pozzo (guitarra), Juan Oliver Mateos (guitarra), Carlos Giardina (bajo) y Leonardo Bernstein (Teclado). Además, una sección de vientos integrada por Santiago Benitez, Alejo Von der Pahlen, Ricardo Stutz y Alejandro Martin. En el show del Movistar participaron como invitados el guitarrista Roly Ureta y el coro gospel Joy.
Ahora el grupo tiene por delante 22 actuaciones en salas argentinas de Córdoba, Rosario, Santa Fe, Mendoza, San Juan, San Luis, Neuquén, Mar del Plata, Posadas, Santiago del Estero, Corrientes, Olavarría, Junín, Catamarca, La Rioja, Salta, Comodoro Rivadavia, Trelew, Río Cuarto y La Plata. También se presentará en Perú y en Uruguay. Según prometió Mateos, apenas comenzado su show, el cierre de gira volverá a ser en Buenos Aires, con otra función en el Arena, con fecha a confirmar.
La frase de la canción viene así: “Corriendo taxis sin saber qué hacer. Nadie tiene fuego, ni siquiera un cospel”. Por supuesto que no. Hoy nadie corre taxis, porque pide autos desde una app; nadie fuma en lugares cerrados ni necesita hacer llamadas. Casi no se habla por teléfono, y cuando se habla, jamás se usa un dispositivo situado dentro de una cabina que funciona con un tipo de moneda que en tiempos antediluvianos se conocían como cospel. Nada de eso existe hoy, pero pervive en canciones como “Tengo que parar”, que Miguel Mateos grabó con su grupo Zas hace más de cuatro décadas. Nada de eso existe, pero revive, cada vez que un músico hace un autohomenaje y celebra un acuerdo tácito con su público. Eso fue lo que pasó el jueves 3 por la noche en el Movistar Arena, cuando Miguel Mateos festejó los 40 años de su álbum Rockas vivas y el cancionero de los tres discos anteriores (de estudio). En definitiva, fue una retrospectiva 1981-1985 para recrear no solo los grandes éxitos del álbum en vivo; también fue una manera de desempolvar varias piezas que habían quedado en el olvido, quizás por no haber entrado en la selección final de Rockas vivas.
Además, vale aclarar que en aquellos tiempos el éxito masivo no llegaba con la viralización de una canción en redes sociales sino con muchos años de trabajo. El hecho de que Zas fuera, en 1981, la banda telonera de Queen en los conciertos que la banda de Mercury dio en el estadio de Vélez resultó apenas una carta de presentación que no le dio ventaja sobre el resto de los grupos del rock argentino. Debieron pasar esos tres discos -ZAS (1982), Huevos (1983) y Tengo que parar (1984)- para que llegara el momento consagratorio, con Rockas vivas; con conciertos en el Teatro Coliseo, donde se grabó el disco, y una serie posterior en el Luna Park, que ofició de presentación del álbum.
Dicho esto, se puede agregar que (más allá del acuerdo tácito entre público y artista para hacer un viaje en el tiempo y reencontrarse con emociones añoradas, durante las dos horas que puede durar un recital) la vida también es un suceso cíclico. Y a pesar de que no haya cospeles para usar en teléfono públicos ni alguien que pida fuego para encender un cigarrillo en medio de un recital, surgen historias contadas en aquellas canciones que calzan en el presente argentino. Malvinas es una deuda siempre pendiente, por eso el tema “Su, me robaste todo” fue dedicado a los muertos de la guerra, en 1982.
Más allá de que el diario publicado en papel sea una costumbre menguante, “Extra, extra” dispara frases de clara actualidad, en estos tiempos en los que todo suena a un ataque al que mira de enfrente. “Puedo pedirle una limosna al presidente, puedo morirme de hambre con la gente (…). Puedo acabar con el machismo argentino, ya lo vas a ver (…). Nos dicen que el futuro es de nuestros hijos, entonces vos y yo, qué hacemos vos y yo (…). En este tiempo nos han hecho olvidar que en este país se puede ser feliz (…). Y no tengo dinero para un mísero café en la popular”. Hay canciones que son inclementes con la historia de un país. Y está bien que así lo sean.
Señas particulares
Con todo esto a cuestas, en algo más de dos horas, Mateos y su banda echaron a rodar una veintena de canciones, de absolutas señas particulares, de aquella época (1981-1985), pero con una reverberación que les permite recodificarse en este presente.
Seguramente, para el público (el estadio estuvo colmado) fue más que nada un reencuentro con su propia historia, lo cual no está nada mal. Y esa lista funcionó como un recorrido de canciones imbatibles para los más fans. Las de Rockas vivas, más un par de éxitos que quedaron afuera, resultaron las más coreadas: “Va por vos, para vos”, “Perdiendo el control”, “Tengo que parar”, “Solo una noche más”, “Un poco de satisfacción”, “Ana, la dulce” y el hit de hits: “Tirá para arriba”.
También fueron muy bien recibidas aquellas que llevan más de cuatro décadas alejadas del repertorio en vivo de Mateos, como “Bulldog”, “Luces en el mar”, “Solo fuego” y “Mujer sin ley”, y una licencia que se tomó al apartarse de su catálogo, para largar dos covers ochentosos en inglés: “The Power Of Love”, de Huey Lewis & The News, y “Everybody Wants to Rule the World”, de Tears for Fears.
Y, como merece todo show evocativo y de estas características, el último tramo fue un gran envión, concentrado en esa excepcional cuarteta que representa los más medular de la composición de Mateos: “Un poco de Satisfacción”, “Extra, Extra”, “Un gato en la ciudad” y “En la cocina (Huevos)”, interpretada del mismo modo que fue publicada en Rockas vivas.
La banda fue implacable y la voz de Miguel sonó impecable. Porque, más allá del vértigo del debut de una gira, de que los años no vienen solos y que este cantor necesitó ciertas pausas para contar algunas historias de ovnis como excusa de una impostergable renovación de aire, hay un dato curioso que revela su garganta: la voz de Mateos, a los 71, está mejor timbrada (incluso, más precisa y con mayor fluidez de fiato) que la del treintañero que grabó los míticos conciertos del Teatro Coliseo y el cincuentón del álbum Primera fila.
En la ruta
Mateos había llegado de una serie de conciertos en los Estados Unidos y con el show del Movistar Arena comenzó su gira retrospectiva por el país junto con su hermano y compañero de escenarios de toda la vida, Alejandro Mateos (Bateria), Ariel Pozzo (guitarra), Juan Oliver Mateos (guitarra), Carlos Giardina (bajo) y Leonardo Bernstein (Teclado). Además, una sección de vientos integrada por Santiago Benitez, Alejo Von der Pahlen, Ricardo Stutz y Alejandro Martin. En el show del Movistar participaron como invitados el guitarrista Roly Ureta y el coro gospel Joy.
Ahora el grupo tiene por delante 22 actuaciones en salas argentinas de Córdoba, Rosario, Santa Fe, Mendoza, San Juan, San Luis, Neuquén, Mar del Plata, Posadas, Santiago del Estero, Corrientes, Olavarría, Junín, Catamarca, La Rioja, Salta, Comodoro Rivadavia, Trelew, Río Cuarto y La Plata. También se presentará en Perú y en Uruguay. Según prometió Mateos, apenas comenzado su show, el cierre de gira volverá a ser en Buenos Aires, con otra función en el Arena, con fecha a confirmar.
Al frente de su banda, el autor de “Tirá para arriba” se presentó ante un Movistar Arena colmado, que viajó con el músico de regreso a un pasado lleno de sueños y canciones imbatibles LA NACION