
Dicen que Charles Darwin las llamó “misterio abominable” porque algunos de sus rasgos parecían desafiar la Teoría de la Evolución. Antes de ellas, cientos de millones de años atrás, el mundo vegetal era solo verde: helechos y coníferas; pero cuando aparecieron las primeras plantas con flor, el escenario de la vida se diversificó, se enriqueció, adquirió otros colores y un don poco práctico aunque imprescindible: belleza. Las flores, qué duda cabe, tienen ese “no sé qué”. Pura fragilidad y, a la vez, potencia. Veamos el relampagueo de rojo –diminuto, complejo, delicado– que retrata esta imagen. Si las flores conmueven, las del cactus convocan a una fiesta aún más selecta. Por algo el Jardín Botánico de Bogotá llamó Geometría Viva a la muestra con la que celebró sus 70 años de fundación y expuso, para maravilla de fanáticos y amateurs, una vibrante selección de cactus y suculentas.
Dicen que Charles Darwin las llamó “misterio abominable” porque algunos de sus rasgos parecían desafiar la Teoría de la Evolución. Antes de ellas, cientos de millones de años atrás, el mundo vegetal era solo verde: helechos y coníferas; pero cuando aparecieron las primeras plantas con flor, el escenario de la vida se diversificó, se enriqueció, adquirió otros colores y un don poco práctico aunque imprescindible: belleza. Las flores, qué duda cabe, tienen ese “no sé qué”. Pura fragilidad y, a la vez, potencia. Veamos el relampagueo de rojo –diminuto, complejo, delicado– que retrata esta imagen. Si las flores conmueven, las del cactus convocan a una fiesta aún más selecta. Por algo el Jardín Botánico de Bogotá llamó Geometría Viva a la muestra con la que celebró sus 70 años de fundación y expuso, para maravilla de fanáticos y amateurs, una vibrante selección de cactus y suculentas.
Dicen que Charles Darwin las llamó “misterio abominable” porque algunos de sus rasgos parecían desafiar la Teoría de la Evolución. Antes de ellas, cientos de millones de años atrás, el mundo vegetal era solo verde: helechos y coníferas; pero cuando aparecieron las primeras plantas con flor, el escenario de la vida se diversificó, se enriqueció, adquirió otros colores y un don poco práctico aunque imprescindible: belleza. Las flores, qué duda cabe, tienen ese “no sé qué”. Pura fragilidad y, a la vez, potencia. Veamos el relampagueo de rojo –diminuto, complejo, delicado– que retrata esta imagen. Si las flores conmueven, las del cactus convocan a una fiesta aún más selecta. Por algo el Jardín Botánico de Bogotá llamó Geometría Viva a la muestra con la que celebró sus 70 años de fundación y expuso, para maravilla de fanáticos y amateurs, una vibrante selección de cactus y suculentas. LA NACION