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domingo, julio 13, 2025
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Racing y un estallido incontrolable contra Lamolina, Tapia y la AFA: crónica de una noche caliente

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“Chiqui Tapia botón, Chiqui Tapia botón/ Sos un hijo de p…, la p… madre que te parió”, fue el grito atronador de miles de hinchas de Racing en el Cilindro de Avellaneda, epicentro del primer escándalo del Clausura, en la derrota 1-0 de la Academia ante Barracas Central, club del que es símbolo el actual presidente de la AFA. La furia de los fanáticos estuvo originada en una acción que los llevó del éxtasis a la agonía por la decisión del equipo arbitral: Adrián Martínez, a los 49 minutos del segundo tiempo, había convertido el que parecía el agónico 1-0 a favor, pero el juez Nicolás Lamolina –por el llamado del VAR– anuló la conquista, revisó una acción en el área albiceleste y cobró penal para el Guapo, que lo ganó a los 57 minutos del segundo tiempo con un zurdazo cruzado de Rodrigo Insua.

Ese minuto que resultó fatal para Racing desató la rabia del técnico Gustavo Costas, quien corrió a buscar a Lamolina. El entrenador de la Academia, que fue expulsado, llegó a hacerles a sus jugadores el ademán de irse del campo de juego, debido a la indignación que lo atravesaba por la sanción que revirtió el final de la noche y dejó a su conjunto –que jugó muy mal–con las manos vacías. Maravilla Martínez había anotado de cabeza y mientras el estadio se venía abajo para ovacionarlo, el árbitro principal detuvo la posible reanudación del juego: desde el VAR, a cargo de José Carreras, llegó el aviso de la invitación a revisar un posible penal en el área de Racing.

Pese a que el jueves, durante la jornada de capacitación arbitral que se otorgó a la prensa hubo especial hincapié en que la observación de las jugadas no debía ser mayormente en cámara lenta, Lamolina repasó en varias ocasiones las imágenes con detenimiento cuadro por cuadro. Con varios jugadores e integrantes de los cuerpos técnicos alrededor, con el público ofuscado por la posible variación del final de la historia, el juez hizo la señal correspondiente y dictaminó que Martínez le había hecho falta a Facundo Bruera. En el afán de rechazar, el goleador de Racing impactó el balón y después, la pierna del atacante de la visita. Para Carreras primero y Lamolina, con el apoyo de la pantalla, el contacto del juego representó una falta. Y por ende, penal. Del 1-0 y la fiesta, al 0-1 y el escándalo.

Y, sobre todo, más allá de las consideraciones sobre si el contacto fue propio de una acción de juego o fue un golpe acorde a la sanción de un penal, sobrevoló el descreimiento en los criterios arbitrales en función de las camisetas que están en el terreno. Por eso, la reacción popular fue más allá de un mal arbitraje como el de Lamolina, que en las acciones pequeñas del partido mostró más rectitud con los jugadores de Racing que con los de Barracas Central, y cargó contra el presidente de la AFA.

Además del caos desatado sobre el final y de las dudas que emana hoy la figura de los árbitros en general, la derrota dejó en evidencia que a Racing le cuestan más los partidos contra rivales sin brillo en la marquesina del fútbol que los compromisos ante pesos pesados de la escena nacional e internacional. Todo lo acontecido antes del cierre del encuentro fue por momentos una repetición del partido que había concluido con derrota y eliminación en el Apertura ante Platense, cuando el equipo de Costas casi no pateó al arco del rival y mostró problemas en la última línea.

Racing no sólo llegó poco y de manera bastante forzada, sino que en varias jugadas quedó mal parado y gracias a Gabriel Arias había sostenido la paridad: un mano a mano de Manuel Duarte en el primer tiempo, más un remate de Bruera, en el segundo, tuvieron al arquero académico como factor clave para salvar el arco. Con niveles muy bajos en todas las líneas, la Academia se encomendaba a envíos al área rival, donde los centrales rechazaban o la pelota se iba lejos del radar de Ledesma.

El colombiano Duván Vergara, delantero que llegó desde América de Cali y tuvo su estreno como titular, en lugar de Maximiliano Salas, fue el más rescatable en la faz ofensiva, con un par de pinceladas que dejaron a las claras su buena técnica y su estilo vertical. Sin embargo, con los intentos del extremo no le bastó al local.

Para la gente, la jornada terminó como empezó: con bronca. La leyenda “Bienvenidos a Avellaneda”, en el ingreso a la ciudad desde el Puente Pueyrredón, estaba cubierto por un pasacalles con el mensaje “Salas traidor desagradecido, todo vuelve”. En consonancia con ese mensaje, también en las tribunas hubo cánticos contra el flamante refuerzo de River, que pasó de recibir amor al odio de los fanáticos racinguistas: “Borombombón, borombombón, el que no salta es un traidor”. Con rabia y las manos vacías, así fue el debut albiceleste.

Las polémicas y el resumen

“Chiqui Tapia botón, Chiqui Tapia botón/ Sos un hijo de p…, la p… madre que te parió”, fue el grito atronador de miles de hinchas de Racing en el Cilindro de Avellaneda, epicentro del primer escándalo del Clausura, en la derrota 1-0 de la Academia ante Barracas Central, club del que es símbolo el actual presidente de la AFA. La furia de los fanáticos estuvo originada en una acción que los llevó del éxtasis a la agonía por la decisión del equipo arbitral: Adrián Martínez, a los 49 minutos del segundo tiempo, había convertido el que parecía el agónico 1-0 a favor, pero el juez Nicolás Lamolina –por el llamado del VAR– anuló la conquista, revisó una acción en el área albiceleste y cobró penal para el Guapo, que lo ganó a los 57 minutos del segundo tiempo con un zurdazo cruzado de Rodrigo Insua.

Ese minuto que resultó fatal para Racing desató la rabia del técnico Gustavo Costas, quien corrió a buscar a Lamolina. El entrenador de la Academia, que fue expulsado, llegó a hacerles a sus jugadores el ademán de irse del campo de juego, debido a la indignación que lo atravesaba por la sanción que revirtió el final de la noche y dejó a su conjunto –que jugó muy mal–con las manos vacías. Maravilla Martínez había anotado de cabeza y mientras el estadio se venía abajo para ovacionarlo, el árbitro principal detuvo la posible reanudación del juego: desde el VAR, a cargo de José Carreras, llegó el aviso de la invitación a revisar un posible penal en el área de Racing.

Pese a que el jueves, durante la jornada de capacitación arbitral que se otorgó a la prensa hubo especial hincapié en que la observación de las jugadas no debía ser mayormente en cámara lenta, Lamolina repasó en varias ocasiones las imágenes con detenimiento cuadro por cuadro. Con varios jugadores e integrantes de los cuerpos técnicos alrededor, con el público ofuscado por la posible variación del final de la historia, el juez hizo la señal correspondiente y dictaminó que Martínez le había hecho falta a Facundo Bruera. En el afán de rechazar, el goleador de Racing impactó el balón y después, la pierna del atacante de la visita. Para Carreras primero y Lamolina, con el apoyo de la pantalla, el contacto del juego representó una falta. Y por ende, penal. Del 1-0 y la fiesta, al 0-1 y el escándalo.

Y, sobre todo, más allá de las consideraciones sobre si el contacto fue propio de una acción de juego o fue un golpe acorde a la sanción de un penal, sobrevoló el descreimiento en los criterios arbitrales en función de las camisetas que están en el terreno. Por eso, la reacción popular fue más allá de un mal arbitraje como el de Lamolina, que en las acciones pequeñas del partido mostró más rectitud con los jugadores de Racing que con los de Barracas Central, y cargó contra el presidente de la AFA.

Además del caos desatado sobre el final y de las dudas que emana hoy la figura de los árbitros en general, la derrota dejó en evidencia que a Racing le cuestan más los partidos contra rivales sin brillo en la marquesina del fútbol que los compromisos ante pesos pesados de la escena nacional e internacional. Todo lo acontecido antes del cierre del encuentro fue por momentos una repetición del partido que había concluido con derrota y eliminación en el Apertura ante Platense, cuando el equipo de Costas casi no pateó al arco del rival y mostró problemas en la última línea.

Racing no sólo llegó poco y de manera bastante forzada, sino que en varias jugadas quedó mal parado y gracias a Gabriel Arias había sostenido la paridad: un mano a mano de Manuel Duarte en el primer tiempo, más un remate de Bruera, en el segundo, tuvieron al arquero académico como factor clave para salvar el arco. Con niveles muy bajos en todas las líneas, la Academia se encomendaba a envíos al área rival, donde los centrales rechazaban o la pelota se iba lejos del radar de Ledesma.

El colombiano Duván Vergara, delantero que llegó desde América de Cali y tuvo su estreno como titular, en lugar de Maximiliano Salas, fue el más rescatable en la faz ofensiva, con un par de pinceladas que dejaron a las claras su buena técnica y su estilo vertical. Sin embargo, con los intentos del extremo no le bastó al local.

Para la gente, la jornada terminó como empezó: con bronca. La leyenda “Bienvenidos a Avellaneda”, en el ingreso a la ciudad desde el Puente Pueyrredón, estaba cubierto por un pasacalles con el mensaje “Salas traidor desagradecido, todo vuelve”. En consonancia con ese mensaje, también en las tribunas hubo cánticos contra el flamante refuerzo de River, que pasó de recibir amor al odio de los fanáticos racinguistas: “Borombombón, borombombón, el que no salta es un traidor”. Con rabia y las manos vacías, así fue el debut albiceleste.

Las polémicas y el resumen

 Del gol de Maravilla Martínez que fue anulado al penal a instancias del VAR por una acción anterior: ese recorrido, que terminó con el triunfo de Barracas Central, marcó el primer escándalo del Clausura  LA NACION