Patricio Giménez, a los 49. Entre un proceso de sanación espiritual, su primer libro y un nuevo amor

El dolor más profundo, por la muerte de su papá, cuando tenía 11 años, seguido por la enfermedad de su mamá, arrastraron a Patricio Giménez (49) hacia un viaje profundo hacia su interior, lleno de preguntas sin respuestas. Buscó en otras religiones, en otras culturas, se apoyó en la meditación y en la lectura de grandes maestros y, desconfiando de las verdades absolutas, armó su propio mapa espiritual.
La soledad y el silencio de la pandemia (una parte la vivió con su famosa hermana Susana, pero otra solo) no hicieron más que profundizar este recorrido que se volvió cada vez más luminoso y que hoy decidió compartir publicando su primer libro, Antes de ser feliz (disponible a través de sus redes, @patogimenez). “Ojalá que la gente que por ahí no ha leído muchas cosas de Oriente o de filosofía pueda encontrar un caminito. Creo que el libro puede ser una herramienta, es lo que a mí me sirvió, pero los caminos son individuales. Si eso sucede, voy a sentir que cumplí con mi misión”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina Patricio.
–¿Por qué firmás el libro como Augusto Giménez?
–Porque es mi primer nombre y pocos lo saben. Fue como mostrar algo real, algo muy mío. Así se llamaba también mi padre. Los nombres también trazan senderos, y Augusto, para mí, tiene una resonancia espiritual.
–Después de estudiar diferentes religiones, ¿te quedaste con alguna?
–Soy panteísta, creo que todo es Dios y no es una figura que nos juzga. El bien y el mal no son verdades absolutas. Dios es más grande que eso. Hoy te diría que me siento más cerca en algunas cosas del budismo.
–La muerte de tu padre abrió un camino doloroso. ¿Hoy cómo es tu relación con la muerte?
–Me amigué con la muerte, la vivo como un proceso natural y no veo en Dios a alguien que premia o castiga. La muerte dejó de ser un miedo, hoy creo que enseña y pone las cosas en perspectiva. Nos pasamos la vida acumulando como si fuéramos eternos. Y yo decidí el desapego de lo material, necesito poco para ser feliz.
–¿Seguís viviendo en Punta del Este?
–No, el invierno elegí pasarlo en Buenos Aires, pero puedo ir y venir, ya no pienso en vivir en un lugar fijo. Yo me acuerdo cuando me fui a México en el 2000 a estudiar a Televisa la carrera de actor, me sentía como un exiliado que se escapó. Cuando me sentí mal me volví, pero fui con toda la carga del “para siempre”. Entonces ahora vivo al revés. Hoy quiero estar acá, mañana no sé. Me fui deshaciendo de muchas cosas materiales, la agarro a Rumba (su inseparable perra), mi guitarra, la computadora y listo. No necesito mucho más. Como no tengo hijos y tengo la suerte de no tener ni muchos gastos ni muchas ambiciones materiales, soy libre en poder hacer lo que quiero con mi tiempo. Me acuerdo que cuando trabajaba en publicidad me puse varias metas y, a los cuatro años ya tenía un buen auto, la oficina y la casa, pero no era feliz. A medida que me fui despojando, empecé a disfrutar de las cosas simples, a celebrar la vida. Ser feliz no es tan difícil, hay que buscar dentro de uno.
–¿En qué anda tu corazón?
–Hace poquito estoy en una relación. Se llama Julieta [prefiere no decir el apellido], y puedo decir que es una gran compañera. Nos conocimos en una comida que organizó Gaby Álvarez en una parrilla. Julieta en algún momento fue representante de artistas, pero hace quince años está dedicada al tema de ceremonial y protocolo. Entiende bien el tema de la comunicación y es un gran apoyo.
–¿Y cómo se lleva con toda tu filosofía de vida?
–Bueno, estamos viendo, cada uno poniendo su torre en un lado, el peón en el otro. [Se ríe]. Es muy compañera y eso me gusta mucho.
–¿Tiene hijos?
–Tiene una hija ya grande, pero no quiero hablar mucho de sus cosas.
–Además de estar a pleno con el lanzamiento del libro, estás organizando viajes relacionados con lo espiritual. ¿Cómo surgió la idea?
–El año pasado me fui a cantar a un casamiento en Alemania. De ahí surgió un viaje a Marruecos y al sur de España, por Andalucía. Fue una locura ver destellos míos en esas culturas, como de distintas vidas. Y, a medida que compartía fotos y reflexiones en mis redes sociales, me empezaron a preguntar si organizaba viajes que te dejen algo en el espíritu, en el alma. Y bueno, con la ayuda de una agencia de turismo armé “Rutas holísticas”, y en enero partimos a India.
–¿La música quedó relegada en tu vida?
–No, para nada, es otra parte mía.
–Se te ve bien físicamente. ¿Es por coquetería?
–No, todo fue de la mano. Hago ayuno todos los días hasta las 16, pero lo más importante es que dejé absolutamente el alcohol, que es muy terrible para las células, para la mente, para la vida, para el espíritu. Sólo tomo agua.
–¿Te costó dejarlo o fue fácil porque no tenías un problema serio?
–Yo siento que sí tenía un problema. Lo que pasa es que el alcohol está muy socializado y naturalizado, entonces me costó dejar, creo que es más difícil incluso que dejar el cigarrillo. Y tenés que recalcular qué cosas te divierten y qué cosas no. Por otra parte, también medito, me hace muy bien y se convirtió en una necesidad de todos los días. Hoy me siento muy pleno.
El dolor más profundo, por la muerte de su papá, cuando tenía 11 años, seguido por la enfermedad de su mamá, arrastraron a Patricio Giménez (49) hacia un viaje profundo hacia su interior, lleno de preguntas sin respuestas. Buscó en otras religiones, en otras culturas, se apoyó en la meditación y en la lectura de grandes maestros y, desconfiando de las verdades absolutas, armó su propio mapa espiritual.
La soledad y el silencio de la pandemia (una parte la vivió con su famosa hermana Susana, pero otra solo) no hicieron más que profundizar este recorrido que se volvió cada vez más luminoso y que hoy decidió compartir publicando su primer libro, Antes de ser feliz (disponible a través de sus redes, @patogimenez). “Ojalá que la gente que por ahí no ha leído muchas cosas de Oriente o de filosofía pueda encontrar un caminito. Creo que el libro puede ser una herramienta, es lo que a mí me sirvió, pero los caminos son individuales. Si eso sucede, voy a sentir que cumplí con mi misión”, le cuenta a ¡HOLA! Argentina Patricio.
–¿Por qué firmás el libro como Augusto Giménez?
–Porque es mi primer nombre y pocos lo saben. Fue como mostrar algo real, algo muy mío. Así se llamaba también mi padre. Los nombres también trazan senderos, y Augusto, para mí, tiene una resonancia espiritual.
–Después de estudiar diferentes religiones, ¿te quedaste con alguna?
–Soy panteísta, creo que todo es Dios y no es una figura que nos juzga. El bien y el mal no son verdades absolutas. Dios es más grande que eso. Hoy te diría que me siento más cerca en algunas cosas del budismo.
–La muerte de tu padre abrió un camino doloroso. ¿Hoy cómo es tu relación con la muerte?
–Me amigué con la muerte, la vivo como un proceso natural y no veo en Dios a alguien que premia o castiga. La muerte dejó de ser un miedo, hoy creo que enseña y pone las cosas en perspectiva. Nos pasamos la vida acumulando como si fuéramos eternos. Y yo decidí el desapego de lo material, necesito poco para ser feliz.
–¿Seguís viviendo en Punta del Este?
–No, el invierno elegí pasarlo en Buenos Aires, pero puedo ir y venir, ya no pienso en vivir en un lugar fijo. Yo me acuerdo cuando me fui a México en el 2000 a estudiar a Televisa la carrera de actor, me sentía como un exiliado que se escapó. Cuando me sentí mal me volví, pero fui con toda la carga del “para siempre”. Entonces ahora vivo al revés. Hoy quiero estar acá, mañana no sé. Me fui deshaciendo de muchas cosas materiales, la agarro a Rumba (su inseparable perra), mi guitarra, la computadora y listo. No necesito mucho más. Como no tengo hijos y tengo la suerte de no tener ni muchos gastos ni muchas ambiciones materiales, soy libre en poder hacer lo que quiero con mi tiempo. Me acuerdo que cuando trabajaba en publicidad me puse varias metas y, a los cuatro años ya tenía un buen auto, la oficina y la casa, pero no era feliz. A medida que me fui despojando, empecé a disfrutar de las cosas simples, a celebrar la vida. Ser feliz no es tan difícil, hay que buscar dentro de uno.
–¿En qué anda tu corazón?
–Hace poquito estoy en una relación. Se llama Julieta [prefiere no decir el apellido], y puedo decir que es una gran compañera. Nos conocimos en una comida que organizó Gaby Álvarez en una parrilla. Julieta en algún momento fue representante de artistas, pero hace quince años está dedicada al tema de ceremonial y protocolo. Entiende bien el tema de la comunicación y es un gran apoyo.
–¿Y cómo se lleva con toda tu filosofía de vida?
–Bueno, estamos viendo, cada uno poniendo su torre en un lado, el peón en el otro. [Se ríe]. Es muy compañera y eso me gusta mucho.
–¿Tiene hijos?
–Tiene una hija ya grande, pero no quiero hablar mucho de sus cosas.
–Además de estar a pleno con el lanzamiento del libro, estás organizando viajes relacionados con lo espiritual. ¿Cómo surgió la idea?
–El año pasado me fui a cantar a un casamiento en Alemania. De ahí surgió un viaje a Marruecos y al sur de España, por Andalucía. Fue una locura ver destellos míos en esas culturas, como de distintas vidas. Y, a medida que compartía fotos y reflexiones en mis redes sociales, me empezaron a preguntar si organizaba viajes que te dejen algo en el espíritu, en el alma. Y bueno, con la ayuda de una agencia de turismo armé “Rutas holísticas”, y en enero partimos a India.
–¿La música quedó relegada en tu vida?
–No, para nada, es otra parte mía.
–Se te ve bien físicamente. ¿Es por coquetería?
–No, todo fue de la mano. Hago ayuno todos los días hasta las 16, pero lo más importante es que dejé absolutamente el alcohol, que es muy terrible para las células, para la mente, para la vida, para el espíritu. Sólo tomo agua.
–¿Te costó dejarlo o fue fácil porque no tenías un problema serio?
–Yo siento que sí tenía un problema. Lo que pasa es que el alcohol está muy socializado y naturalizado, entonces me costó dejar, creo que es más difícil incluso que dejar el cigarrillo. Y tenés que recalcular qué cosas te divierten y qué cosas no. Por otra parte, también medito, me hace muy bien y se convirtió en una necesidad de todos los días. Hoy me siento muy pleno.
En una producción exclusiva en Punta del Este, abre su corazón y revela: “Ser feliz no es tan difícil, hay que buscar dentro de uno” LA NACION